Acabo de terminar esta novela (para el que no lo sepa, Col. Gigamesh, Nº 6, Ed. Gigamesh, autor Neal Stephenson, sí el del MANUAL ILUSTRADO PARA JOVENCITAS), y no puedo resistirme a comentarla.
A mí esto del cyberpunk me mata. Soy capaz de leerme la porquería más infecta si lleva la etiqueta cyberpunk y encima me pongo violento cuando a alguien se le ocurre denostar el género, así que no voy a ser objetivo ni nada: la novela es una puta obra maestra.
Sí, vale, NEUROMANTE fue la primera, y blablablablablabla... pero Gibson sólo estaba preparando el camino para que Stephenson entrara por la puerta grande y nos dejara a unos cuantos con la boca abierta. Es que lo tiene todo: un futuro negro como los tizones, dos héroes que, pobrecillos, lo van a pasar muy mal (uno es un hacker, la otra es una Korreo que se gana la vida llevando mensajes a bordo de su monopatín), un malo que, vale, es malo, pero no es malo porque...bueno, ya lo veréis. Otro malo que resulta que al final... bueno, eso. Tecnología totalmente cool. (mamá, yo quiero una moto con intelirruedas, a Razones, y un abono para entrar en el Sol Negro), perros buenos, la Mafia, chinos, Aleutianos, piratas, El Presidente de los Estados Unidos (aunque nadie le haga mucho caso), chistes geniales, situaciones dramáticas, sexo del guarro, grupos de postgrunge nuclear soviético, maravillosos tullidos, duelos con espadas, códigos de Hammurabi y muchas cosas más.
En serio, corred a pillarla. Las 2400 cucas mejor invertidas de este año con diferencia.

El ciberpunk, tal como lo entendemos los aficionados a la ciencia-ficción literaria (que no cinematográfica), vino al mundo de la mano de William Gibson. Y poco importa si fue el cuento JOHNY NEMONIC en 1981 o la novela NEUROMANTE en 1984 quien debería correr con la gloria de haber sido la primera obra de esa nueva tendencia. Lo que está claro es que gracias a los cuentos de Gibson y a su posterior Trilogía del Sprawl un nuevo y polémico subgénero vino en la década de los 80 a refrescar para algunos, denigrar para otros, y sacudir en definitiva, el panorama de la ciencia-ficción mundial.
A su vera, nuevos autores fueron incorporando sus propios estilos a las bases marcadas por Gibson en sus obras hasta el punto de que esta nueva corriente, con apenas 10 años de existencia, siempre fiel a sí misma, fue presuntamente finiquitada para ser inmediatamente resucitada. La nueva visión de los responsables de realizar este presumible milagro (siempre en respuesta a esas eternas modas etiquetadoras que tanto gustan) fue denominada de diversas maneras, con nombres como ciberpunk de segunda generación, post-ciberpunk y otras lindezas. Neal Stephenson puede presumir de ser uno de sus principales abanderados.
Si SNOWCRASH, tercer libro del autor, ha de responder a un calificativo sin duda es el de ruidoso. Escrito con un ritmo alocado y un pulso que busca dejar sin resuello, la novela de Stephenson convierte la utilización del tiempo presente, sazonado con la aparición de no pocos tacos, en una oda a la velocidad y el estruendo, a la acción más desenfrenada en un marco irrepetible; tal y como fue concebido, puro cómic, aunque sin viñetas. Todo ello apoyado en una parafernalia macarra en la que hackers informáticos, jovencitas en monopatín, ciborgs caninos y mafiosos fabricantes de pizza luchan, espadas y monopatín en mano, contra megalómanos sin escrúpulos, organizaciones estatales deudoras del Gran Hermano de Orwell y hordas tercermundistas dispuestas a desembarcar por la fuerza en unos EEUU disueltos en mil franquicias distintas. Y curiosamente, paralelo a ese fragmentado, desquiciado y próximo mundo que Stephenson tan bien describe, se encuentra el Metaverso, la otra cara de la moneda.
Mucho más blando y riguroso que el ciberespacio de Gibson, el Metaverso es una auténtica aldea global bastante más tranquila que el mundo real. El caos intentará invadir este nuevo paraíso virtual por medio de una extraña droga informática que sólo afecta a los programadores: el Snowcrash. Si NEUROMANTE es crucial en la estética de SNOWCRASH, sin duda la inspiración creadora del núcleo central de la novela surge de otro libro importante de finales de los 80: EL GEN EGOISTA. En él, Richard Dawkins recoge y da forma a un puñado de revolucionarias teorías que hablan sobre el evolucionismo de la transmisión cultural como algo vivo y análogo a la evolución biológica, llegando a dar nombre a un concepto que ganaría popularidad rápidamente: el meme.
Stephenson utiliza las teorías de Dawkins acerca de la autorreplicación de las ideas como algo vírico y las aplica a su novela, sumergiéndolas en la antigüedad y los mitos sumerios y rescatando del olvido a sus viejas deidades perdidas. Para el autor de SNOWCRASH, la información es un virus que se autopropaga por imitación. El cerebro humano es tan programable como el electrónico, y los viejos dioses lo sabían. El truco, tan sencillo como evidente, consiste en conocer el lenguaje de programación. La lucha por conseguir ese lenguaje es lo que cuenta la novela.
Su protagonista (Hiro Protagonist), comienza como un simple repartidor de pizza y acaba como el héroe de todas las cosas, dejando por el camino unos cuantos fiambres y, sobre todo, mucho ruido. En una escatimada conclusión, el autor nos propone la muerte de uno de los tipos más peligrosos que jamás hayan pisado una novela del género a manos, no del protagonista, sino de quien menos se esperaba. En un inexplicable cambio de opinión, como si fuera a existir una segunda parte, Stephenson lo deja precisamente en eso: una propuesta. Con un final digno de sí mismo, es decir, veloz, SNOWCRASH deja una alegre sensación de divertimento más propia de otros medios muy distintos del escrito. Pero también hay que hablar de otras cosas.
Entre el maremagnum de armas increíbles, tipos duros, gadgets asombrosos, chistes ocurrentes y acción ininterrumpida, el verdadero tema central acaba apareciendo quizá demasiado tarde. Es tanto el ruido inicial que los árboles no dejan ver el bosque hasta la mitad del libro, cuando tanta cáscara (espectacular pero vacía), comienza a cansar un poco. Una mejor integración de la historia memética con los omnipresentes fuegos artificiales habría convertido el producto en algo superior.
En todo caso, SNOWCRASH es una obra innovadora que hace evolucionar al recién nacido ciberpunk por los caminos de la novela juvenil de aventuras, sustituyendo la atmósfera noir por el más puro rock and roll. Neto entretenimiento para lectores con ganas de pasar un buen rato. Puristas, abstenerse.
Una típica discusión de las listas de CF es determinar cual es la mejor novela de STEPHENSON, si LA ERA DEL DIAMANTE o SNOWCRASH. Como ya había leído la primera me decidí a leer la segunda. Mientras que LA ERA DEL DIAMANTE se basaba en la nanotecnología, SNOWCRASH es una novela ciberpunk. Esta última es una novela narrada a ritmo de videojuego, en la que se describe un mundo virtual mucho más creíble que el mundo real, en el que Norteamérica está dominada por las franquicias. A pesar de ello la parte de la historia que transcurre en la realidad es mucho más interesante que la del mundo virtual. Los personajes son muy interesantes, con un héroe que no quiere serlo, una cría de 15 años más adulta que su madre, agente del FBI o un malo malísimo que también tiene su corazoncito. Como ya decía, es la historia está narrada y ambientada como un videoclip, con persecuciones en moto, luchas a espada, megavehículos controlados por cyborgs, surfistas de la autopista, etc, etc.
Sin embargo es mucho más que eso. El autor no se ha quedado en la estética sino que desarrolla una historia que conecta coherentemente aspectos históricos conocidos con ideas nuevas dándole al conjunto un aire muy verídico que te engancha totalmente, incluso cuando dedica capítulos completos a la explicación de la historia de los sumerios y sus mitos. En definitiva, SNOWCRASH me ha parecido una novela muy buena, en la que se une una interesante historia con un ritmo frenético que te impide abandonar la lectura. Me ha dejado esa agridulce sensación de querer que la historia siga pero con la convicción de que las continuaciones la estropearían. En definitiva, mejor que LA ERA DEL DIAMANTE.
Daniel Salvo en Ciencia Ficción Perú (rv. 21-10-24)
Antonio Santos en Una historia de la frontera (rv. 21-10-24)
ANATEMA
AZOGUE
EN EL PRINCIPIO FUE LA LINEA DE COMANDOS
LA ERA DEL DIAMANTE
SEVENEVES
SNOW CRASH