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LOS PASILLOS DEL TIEMPO
LOS PASILLOS DEL TIEMPO Poul Anderson
Título original: Corridors of time
Año de publicación: 1965
Editorial: PulpEdiciones
Colección: Aelita nº 5
Traducción: Román Goicoechea Luna
Edición: 2002
Páginas: 224
ISBN: 978-84-95741-12-7 
Precio: 10,58 EUR

Tiempo estimado de lectura: 3 min 22 seg

José Carlos Canalda

Antes de seguir adelante voy a hacer una declaración de principios: Poul Anderson es, con diferencia, uno de mis escritores de ciencia-ficción favoritos... Lo que no impidió que, cuando hace años leí LOS CORREDORES DEL TIEMPO en la edición de Ferma, me quedara un mal sabor de boca debido a que encontré la novela, digamos, un tanto rara. No fue sino hasta mucho tiempo después, cuando PulpEdiciones abordó su reedición, con el nuevo título de LOS PASILLOS DEL TIEMPO, cuando me enteré de que la versión de Ferma había sido mutilada, lo que explicaba la desagradable sensación que me había causado.

La culpa, pues, no era de Poul Anderson, sino de un editor poco o nada escrupuloso que no había vacilado en podar todo cuanto a su modo de ver sobraba, supongo que por una razón tan prosaica como la de ahorrarse papel. La mutilación fue inmisericorde y afectó prácticamente a todos los capítulos, de los cuales fueron bárbaramente suprimidas las introducciones de los mismos dejándolos, como cabe suponer, cojos. Por esta razón, y aunque fuera sólo por ello, ya sería digna de celebración la iniciativa de PulpEdiciones de dar a conocer al público español, por vez primera en nuestro país, la novela íntegra; pero ocurre, además, que se trata de una excelente narración que hará disfrutar sin duda a todos los amantes de la buena ciencia-ficción clásica, que podrán encontrar en ella una buena dosis de aventuras unida a una solidísima descripción de diversas épocas históricas, en especial la del Neolítico tardío en vísperas ya de la llegada de la nueva Edad del Bronce.

Evidentemente, y como el propio título indica, nos encontramos con una novela que trata sobre viajes por el tiempo, un subgénero de la ciencia-ficción por el que siempre he mostrado una actitud ambivalente: Por un lado me atraían poderosamente las especulaciones sobre el tema, pero por otro encontraba absurdos muchos de los planteamientos postulados en estas novelas, en especial algo que siempre me ha chirriado inmisericordemente como son las manipulaciones de las tramas temporales y los consabidos y manidos bucles cronológicos, con las inevitables paradojas de rigor.

Dicho con otras palabras, la ciencia-ficción temporal (llamémosla así) me gusta, pero desconfío a priori de ella hasta el punto de que sólo contados relatos, entre ellos, cómo no, la magnífica EL FIN DE LA ETERNIDAD de Asimov, han logrado engancharme. Por suerte, y salvada la decepción original por la chapuza de Ferma, LOS PASILLOS DEL TIEMPO figura por méritos propios en este selecto apartado. En realidad nada o muy poco hay de viajes temporales en el sentido tópico del género, por más que los distintos escenarios de la novela tengan lugar en diferentes épocas históricas, tanto del pasado como del futuro; esto puede parecer a primera vista una paradoja, pero no lo es, y basta con considerar el argumento para entenderlo.

El leit motiv básico de la narración es una extrapolación de la guerra fría vigente todavía cuando fue escrita la novela, con una Tierra dividida en dos bandos irreconciliables, los Guardianes y los Exploradores, fácilmente identificables con sus equivalentes contemporáneos, occidentales y comunistas, aunque con los parámetros geográficos algo alterados puesto que los últimos son, en el futuro imaginado por Anderson, los habitantes del continente americano. Ambas facciones libran desde hace mucho una guerra sin cuartel, pero no en su época sino a lo largo del tiempo, de forma que intervienen activamente en el devenir histórico de la humanidad por más que el autor advierta que el tiempo es inalterable, lo que ha de interpretarse no como una imposibilidad de interferir en él, sino más bien admitiendo que cualquier intromisión de un viajero temporal en una época histórica anterior a la suya no sólo es posible sino asimismo inevitable, puesto que ya habría ocurrido con anterioridad. La consecuencia inmediata de todo ello es la imposibilidad práctica de crear cualquier tipo de paradoja temporal o modificar el pasado, ya que el tiempo es inmutable independientemente de que su discurrir no haya sido lineal, valga el símil, sino enmarañado a causa de las continuas intromisiones de Guardianes y Exploradores, que poco pueden influir en los grandes acontecimientos históricos pero sí a pequeña escala, a sabiendas de que ello no afectará al futuro de forma global.

Claro está que este planteamiento es válido para el pasado pero no para el futuro que, por razones obvias, estaría por escribir. Salva Anderson esta dificultad, de forma harto elegante, planteando la existencia de una civilización superdesarrollada en el futuro de los viajeros temporales (que a su vez proceden del nuestro) la cual, por motivos desconocidos (aunque el lector acabará enterándose de ellos) tiene bloqueado el acceso a su época a tan inoportunos y belicosos visitantes.

Sin duda, lo más original de la novela es la forma en la que tienen lugar los desplazamientos temporales; nada hay aquí de máquinas del tiempo ni artilugios que remotamente se les parezcan, ya que los viajes a través del tiempo se realizan merced a túneles subterráneos (los pasillos, o corredores, a los que hace referencia el título) que discurren a lo largo de diferentes intervalos cronológicos. Esta circunstancia, que en principio pudiera parecer extraña, da una gran agilidad a la novela, ya que los túneles son fijos (en su ubicación geográfica y en los períodos históricos que cubren), razón por la que su control por parte de los dos bandos contendientes resulta ser de gran importancia estratégica.

En cuanto a la trama, ésta es relativamente (sólo relativamente) sencilla. El protagonista, un ciudadano anónimo de mediados del siglo XX, es reclutado por una de las facciones en lucha (los buenos, para entendernos, aunque luego se verá que se trata de un concepto muy relativo) como apoyo en unas circunstancias sumamente comprometidas para la líder de ese grupo. Aunque en un principio él tan sólo deseaba escapar de una condena de prisión, y quizá de muerte, por un homicidio involuntario, poco a poco se irá involucrando en el conflicto hasta verse convertido en la pieza clave del mismo. A lo largo de la novela veremos cómo viaja a la Europa neolítica, donde trabará contacto con el líder enemigo, para saltar luego, en una vertiginosa secuencia de viajes temporales, al presente de sus aliados e incluso a ese futuro que a ellos les está vedado, descubriendo con sorpresa que la realidad no es tan simple como quisieran hacerle ver y que en el fondo tanto Guardianes como Exploradores no son sino las dos caras de una misma moneda, la de la abyección humana llevada a sus más altas cotas de maldad.

De vuelta al Neolítico, pintado por Anderson como una época casi idílica en comparación con el brutal e inhumano futuro, el protagonista se enfrentará con sus antiguos aliados provocando, de una manera un tanto compleja, la derrota de los mismos; aunque sabe que el poco deseable futuro que ha tenido ocasión de conocer acaecerá de forma inevitable, sabe también que, al menos en el norte de Europa (la acción transcurre en la actual Dinamarca), se gozará de varios siglos de tranquilidad antes de que lleguen las convulsiones de la cruel Edad de Hierro. Y allí se quedará nuestro protagonista, renunciando a retornar a su propia época, convertido en un jefe tribal cuya memoria honrarán sin duda durante bastantes generaciones.

© José Carlos Canalda, (1.215 palabras) Créditos
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Francisco José Súñer Iglesias

Prólogo a esta edición

Lo que más sorprende de la obra de Anderson es la facilidad con la que se mueve entre la fantasía y la ciencia-ficción hard más rigurosa, sin dejar de lado ni una sola variante del género fantástico. No resulta extraño, por un lado le fascinaba la mitología nórdica, las historias de vikingos, de elfos, los dioses del trueno, los mares turbulentos, y los bosques cubiertos por la niebla, pero a la vez, su rigurosa formación científica fundamentada en sus estudios de física, le situaba al lado de otros autores como Asimov o Heinlein, aunque ahí no acaban las similitudes con Heinlein, también Anderson fué acusado de ser muy de derechas, posiblemente a causa de que sus héroes eran siempre triunfadores con ideas correctas.

Si a eso se le añade que fue uno de los autores más prolíficos de su generación (Perdimos la cuenta después de la novela número 100, decía su esposa, Karen,) con más de 250 relatos y novelas publicados, no resulta extraño que tocara todas las posibles variantes de la ciencia-ficción. Incluso, en alguna de sus mejores obras (LAS TRES TIERRAS Y LOS TRES LEONES) se atrevió a mezclar dragones, brujas y grandes dosis de ciencia. Por otro lado se dedicó a especular con las posibilidades y consecuencias del viaje temporal en su serie sobre La Patrulla del Tiempo. Pero son sus dos obras clave, TAU ZERO y LA NAVE DE UN MILLÓN DE AÑOS, donde llevó más lejos sus conocimientos sobre la relatividad y su pensamiento respecto a la inmortalidad humana.

En TAU CERO, un accidente lleva a la nave Leonora Christine al borde del desastre; averiado su sistema de impulsión, acelera inexorable hacia velocidades relativistas, y sus efectos se manifiestan de forma abrumadora; el tiempo en el interior de la Leonora Christine prácticamente se detiene mientras que, a juicio de los tripulantes, en el resto del universo pasa a un ritmo infernal. Tanto es así que estos asisten asombrados al mismo Fin del Universo; se detiene e invierte el proceso de expansión, volviendo al estado original, y renaciendo tras un nuevo Big Bang. Sin duda, puro hard.

Sin embargo, los planteamientos de LA NAVE DE UN MILLÓN DE AÑOS no son, ni por asomo, tan rigurosos. De alguna forma, nacen ocasionalmente auténticos inmortales, gentes que, si no son asesinadas o mueren de forma accidental, viven años y años, sin que exista explicación alguna para ello. Estos inmortales acaban formando una asociación de socorro mutuo, gracias a la cual pueden pasar desapercibidos y mantener, si no aumentar, las riquezas que acumulan a lo largo de los años, sin embargo, en un momento determinado, y gracias a unas serie de torpezas muy oportunas, son descubiertos casualmente a mediados del siglo XX. Anderson en esta ocasión explora las posibilidades y consecuencias de la inmortalidad, y sobre todo cuanto ésta es un don que no aporta ni más sabiduría ni mejor carácter a su poseedor. Es otro Anderson en otro registro, el del soft.

Y desde luego también cultivó la space-opera en su Imperio Terrestre, cuyo desarrollo es posible seguir en numerosos relatos y novelas. El punto de partida fue el relato THE STAR PLUNDERER. Donde los terrestres son derrotados por una alianza alienígena y la Tierra, arrasada por los vencedores, ha sido convertida en terreno de caza de una de las razas victoriosas. Surge entonces la figura del Héroe, con mayúsculas, que desde la nada (baja extracción, esclavo, pero carismático y sumamente inteligente) es capaz de guiar una triunfante rebelión, y fundar el Imperio Terrestre, donde la lucha por la pura supervivencia tiene más importancia que otras consideraciones de índole, digamos, social.

Otra cuestión que llama poderosamente la atención de Anderson son sus vastos conocimientos históricos. Demostrados de largo en LAS NAVES DEL TIEMPO, o en otras obras como LA GRAN CRUZADA, se sirve de ellos magistralmente como línea de apoyo para otra de sus grandes obsesiones; los viajes en el tiempo; en LA PATRULLA DEL TIEMPO o en esta, LOS PASILLOS DEL TIEMPO. En estas obras un cuerpo llamado propiamente, La Patrulla del Tiempo vigila la historia humana para evitar anomalías temporales y si estas se acaban por producir, intentan corregirlas. Anderson da entonces rienda suelta a su erudición histórica y lleva al lector por variadas épocas de la historia humana.

LOS PASILLOS DEL TIEMPO es una novela sobre aventuras en el tiempo que satisfará a los seguidores de Anderson en particular y a los apasionados por la ciencia-ficción en general. El protagonista es Malcolm Lockridge, un joven que espera ser juzgado por un asesinato accidental, del que es absuelto gracias a la intervención de Storm Darroway, una enigmática belleza de origen desconocido. A cambio de su libertad Malcolm debe colaborar en cierto asunto con Strom..., asunto que es, nada más y nada menos, la Guerra del Tiempo.

Si esta pequeña revelación suena interesante lo que sigue a continuación resulta más asombroso aún; de la pluma de Anderson salen viajes de 6000 años adelante y atrás en el tiempo y escenas dinámicas y emocionantes que desbordan acción y conducen a un final fabuloso. Quizá la prosa de Anderson puede resultar anticuada para los estándares actuales y, ocasionalmente, su lenguaje poético suene forzado y artificial. También, el inicio de la novela pueda resultar algo pesado, hasta que Malcolm no se vea realmente inmerso en su gran aventura, pero la segunda mitad de esta novela es oro puro, un ejemplo perfecto de la clase de ciencia-ficción que apenas se escribe hoy día y que todo aficionado espera encontrar de nuevo

© Francisco José Súñer Iglesias, (925 palabras) Créditos

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© 2002 Francisco José Súñer Iglesias
Publicado originalmente el 10 de noviembre de 2002 en www.ciencia-ficcion.com

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