Sitio de Ciencia-Ficción
Opinión.LeidoVistoEnsayoPensadoJugado
LA LLAMADA DE CTHULHU
LA LLAMADA DE CTHULHU Howard Phillips Lovecraft
Título original: The Call of Cthulhu
Año de publicación: 1928
Editorial: Ediciones Alpha Decay, S.A.
Colección: Alpha mini
Traducción: Javier Calvo
Edición: 2012
Páginas: 124
ISBN: 978-84-92837-39-7 
Precio: 9 EUR
Comentarios de: Jorge Vilches

Tiempo estimado de lectura: 2 min 21 seg

En una de mis investigaciones sobre las sociedades del siglo XIX encontré algunas con rituales y cosmogonías estrafalarias, y entre ellas despuntaban las teosóficas y la referencia a una rusa llamada Helena Petrovna Blavatsky. El rostro de aquella mujer era inquietante, así como su trayectoria. Había constituido un grupo en torno a unos libros antiguos y a una supuesta sabiduría concedida por un ser superior. Era una concepción completa del Universo y, por tanto, del Hombre. En su ANTROPOGÉNESIS hablaba de la aparición de vida en la Tierra proveniente del cosmos, de siete razas primigenias, una de las cuales, la de los Dioses o Dobles Etéreos de los Pitris habrían creado al Hombre. La historieta me enganchó porque parecía un auténtico relato de ciencia-ficción, de horror cósmico lovecraftiano, sí, pero escrito cuarenta años antes. Además, una de las obras en las que Lovecraft se inspiró para su cosmogonía era el llamado LIBRO DE DYZAN, presente en la Doctrina secreta de Blavatsky. Así, pensé, la cosmogonía de Lovecraft tendría un origen teosófico, con lo que August Derleth no estuvo tan equivocado al desarrollar ese mundo en sentido teológico: los Dioses arquetípicos. Vaya, enseguida me di cuenta de que había vuelto a descubrir el Mediterráneo.

En la LA LLAMADA DE CTHULHU, Lovecraft hace cuatro veces referencia a la teosofía: en la primera de ellas para decir que tenían razón los teósofos y en la segunda para desvelar que seguían el culto a los Primigenios. Esto no supone que nuestro autor fuera esotérico o seguidor de Blavatsky, sino que muestra, por un lado, lo atractivos que podían ser dichos planteamientos para elaborar relatos de ficción especulativa y, por otro, la mentalidad del protagonista del cuento. Lo cierto es que la Sociedad Teosófica se instaló en Nueva York en 1875, donde vivió Lovecraft durante tres años.

Por otro lado, hay otros dos elementos que llaman la atención en el relato. Uno de ellos es la importancia de los sueños, que podría tomarse como algo típico de los cuentos de terror, pero también como reflejo de la influencia que entonces, en los años veinte, tuvieron los estudios oníricos en la psicología: la revelación de miedos ancestrales, incluso ajenos, en los sueños. Los años veinte fueron el gran momento de Sigmund Freud. El otro elemento relevante es el cuestionamiento de la teoría de la evolución darwiniana, que no tiene más importancia porque luego se ha convertido en un tópico de la ciencia-ficción.

El cuento está magistralmente dividido en tres partes que narran la investigación del protagonista acerca de los descubrimientos de su tío sobre Cthluhu. La primera parte es EL HORROR EN ARCILLA, en la que Lovecraft da las pinceladas sobre la existencia de los Primigenios y de un culto ancestral hacia ellos que se pierde en la noche de los tiempos. Hay una estatuilla que simboliza a Cthluhu, que es objeto de culto, y que sirve para describir al Primigenio maldito: cabeza de cefalópodo, cuerpo de dragón, alas cubiertas de escamas. En esta parte, los sueños tienen un papel importante como premonición y descripción del horror. Es más, los Primigenios a través de los sueños habían referido sus secretos, (...), al primer hombre, el cual fundó un culto que jamás se ha extinguido desde entonces.

La segunda parte es LA HISTORIA DEL INSPECTOR LEGRASSE, que utiliza Lovecraft para mostrarnos el grado de barbarie al que podría llegar la Humanidad si resucitan los Primigenios. La escena en el bosque es muy buena, y recuerda a la descrita por Robert E. Howard en LA PIEDRA NEGRA. Y es mucho más salvaje que la que ya contó Lovecraft en LA CEREMONIA (1919). El centro del culto a Cthlhu, dice, está en una ciudad enterrada en el desierto de Arabia, llamada Irem, la Ciudad de las Columnas. Lo curioso es que esta referencia a una ciudad centro del culto universal en el desierto aparece en el libro de Blavatsky. En fin.

La tercera parte, titulada LA LOCURA QUE LLEGÓ DEL MAR, es la conclusión a la presentación de los Primigenios y de su culto. No podía ser otra cosa que el encuentro. Lovecraft utiliza para esto el recurso de la noticia de un periódico encontrado por casualidad. El artículo que lee el protagonista hace referencia a un barco europeo hallado a la deriva, que luchaba por no hundirse, al estilo de Poe en LA NARRACIÓN DE ARTHUR GORDON PYM (1838). Los marineros de aquel barco se toparon con R´lyeh, la ciudad de los Primigenios. En su casa de R´lyeh el difunto Cthulhu aguarda soñando. Poco antes de morir uno de los tripulantes escribió su experiencia en la isla, el encuentro con Cthulhu y cómo sus compañeros murieron de la impresión.

En definitiva, es un gran relato, muy bien construido y narrado. Por cierto, hay una película titulada LA LLAMADA DE CTHULHU, producida por The H. P. Lovecraft Historical Society. Esta filmada como si se hubiera hecho en los años 20, es muda, en tono sepia, pero es espectacular. Refleja fielmente el cuento, los actores son eficaces y el ritmo es bueno. Muy recomendable. No os la perdáis.

© Jorge Vilches, (851 palabras) Créditos
Publicado originalmente en Imperio Futura el 11 de abril de 2010
CC by-nc-nd 3.0
*Comentar este artículo
 

Para una referencia más amplia sobre LA LLAMADA DE CTHULHU puedes consultar:
StartPage DuckDuckGo Qwant MS Bing Google Yahoo

Más de Howard Phillips Lovecraft en SdCF

EN LAS MONTAÑAS DE LA LOCURA
LA LLAMADA DE CTHULHU
MUERTE CON ALAS
LOS QUE VIGILAN DESDE EL TIEMPO

Este artículo ha sido leído 3214 veces desde el 28/06/15
Disponible en forma de libro electrónico en la Biblioteca SdCF como : Actualización 963EPUB

Las opi­nio­nes expre­sa­das en los ar­tí­cu­los son de exclu­si­va res­pon­sa­bi­li­dad del co­la­bo­ra­dor fir­man­te, y no re­fle­jan, sal­vo ad­he­sión explí­ci­ta, los pun­tos de vis­ta del res­to de co­la­bo­ra­do­res ni de la ad­mi­nistra­ción del Sitio.

El Sitio no recopila datos de los navegantes y (casi) no usa cookies.ExplícameloTe creo