
Las convenciones están para algo, y si en este, nuestro idioma español, la convención para delimitar los diálogos es poner un guión largo al principio de cada oración de cada cláusula, o cuando cambia el interlocutor, y otro guión al final de la oración o de la cláusula si sigue una oración complementaria, no veo porque a nadie se le puede pasar por la cabeza obviar la mentada convención e inventarse, o importar como es el caso, delimitadores distintos y echar la obra a los leones esperando que estos no se indigesten con la nueva dieta.
En resumen, en esta edición de EL PROYECTO ÁNFORA, alguien ha tenido la ocurrencia de diferenciar los diálogos mediante comillas, al modo anglosajón, en vez de los familiares guiones, al modo español, con el espectacular resultado de que la lectura se convierte en un caos de magnitud inconmensurable.
Hombre, siempre se puede decir que las comillas están para delimitar los textos literales de las citas, y que si estamos hablando de un narrador omnisciente y la típica tercera persona, todo lo que haga referencia a las palabras de un tercero dentro del texto es una cita. Pero no cuela. Vamos, que quien sea la ha pifiado y ha destrozado un libro que, si bien no desborda virtudes, si sospecho entretenido.
Por lo pronto el absoluto caos que es esta edición de EL PROYECTO ÁNFORA no permite distinguir con claridad unos personajes de otros. No se si es por las comillas o porque el libro en origen es así de torpón en ese sentido, pero me quedo con la duda. Lo que si tengo claro es que a excepción de algún que otro robot con personalidad, y un gerifalte bien definido, la mayoría de los personajes pululan de acá para allá indistinguibles entre si. Incluso me quedé con la duda de si no hay alguno al que se hace referencia con más de un nombre (confuso, todo es muy confuso)
El argumento, no obstante y a vista de pájaro, si parece claro. Un grupo de ricachos invierte una fortuna en reinventar la vida eterna para su disfrute particular, pero esas investigaciones desatan fuerzas que nunca debería haber sido invocadas y bla, bla, bla... El caso es que en poco tiempo la población del planeta empieza a cristalizarse entre alegres tintineos bohemios. Esto preocupa bastante a los gerifaltes y al público en general, que ve como unos y otros se convierten en bonitas esculturas cristalinas en una lotería en la que todo el mundo lleva boletos premiados. En esto, ese personaje que como ya digo tengo la sospecha de que se le menciona de varias formas distintas, tiene una iluminación y descubre el porqué de las cosas, y claro, es invitado por la gelifaltada para que solucione el problema.
El libro alguna virtud tiene, a pesar de la confusión que representa fui capaz de terminarlo. Eso quiere decir que no es del todo malo, posee algo capaz de absorber al lector que le hace sobreponerse a lo penoso de la lectura para llegar hasta el final. Con todo, la experiencia ha sido desastrosa y poco gratificante, sobre todo por no saber muy bien si, pese a esa misteriosa virtud, el libro es mediocre por si mismo (habría que clasificarlo como una serie B rumbosa) o simplemente que esta edición es casi imposible de leer. No lo se, pero no vuelvo a caer en otra parecida; yo mis diálogos los quiero bien diferenciados y con sus guioncitos. Las costumbres de otras partes del mundo están bien para esas partes del mundo. En esta tenemos las nuestras de toda la vida que hasta ahora nos han servido muy bien para entendernos los unos con los otros.
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Publicado originalmente el 20 de agosto de 2006 en www.ciencia-ficcion.com