Puede ser un poco arriesgado incluir este libro dentro del ámbito de la ciencia-ficción, al fin y al cabo cuenta la bajada a los infiernos de un psicólogo y todo un barrio elegante de Londres, pero estamos tan acostumbrados a que la ciencia-ficción trate sobre todo cuestiones relacionadas con las ciencias físicas y la ingeniería que, al enfrentarse con obras en las que se ponen patas arriba las ciencias sociales, se hace difícil descubrir las claves del genero.

En este caso se produce una especulación con fundamentos sociológicos, plausible, en ciento modo, pero a la vez empapada por una sensación de irrealidad reforzada por el comportamiento pasivo, casi de observador, de David Markham el protagonista, o más bien hilo conductor, de una serie de acontecimientos que no por improbables son menos imposibles.

Ballard cuenta la rebelión de Chelsea Marina, un exclusivo barrio londinense habitado por altos ejecutivos y profesionales de éxito, lo que da en llamar clase media, asalariados con unos sueldos en apariencia altos pero a la vez atrapados es una espiral de gastos, consecuencia de su estatus, que a duras penas pueden sostener. Los caros colegios privados de sus hijos, los costosos coches que parece que pueden comprar, además de un pléyade de pequeños desembolsos asociados a un elevado ritmo de vida hacen que esos sueldos, que en principio parecen generosos, resulten ser, paradójicamente, la ruina de muchas familias que acabar por vivir siempre al límite.

La tensión es tal que la simple subida de los gastos de mantenimiento de la urbanización provoca que desaparezcan todos los frenos sociales de los habitantes de Chelsea Marina. Liderados por un ubicuo pediatra más allá de la locura, y ante la mirada entre atónita y fascinada de Markham, renuncian a todo lo que hace de ellos la espina dorsal de una sociedad ordenada y estable ante el pánico y desconcierto de gobierno y expertos.

Markham, atraído a Chelsea Marina por el asesinato de su ex mujer en un atentado terrorista, se ve envuelto entre los ideólogos y cabecillas de la revolución, Richard Gould, el pediatra iluminado, Kay Churchill, la activista agresiva, Vera Blackburn, silenciosa y obsesiva, el sacerdote anglicano Stephen Dexter, en busca de su fe perdida, todos ellos comprometidos con la causa por sus propias y particulares motivaciones, que a su vez dibujan un complejo y enfermizo entramado de relaciones entre ellos.

En ciertos aspectos MILENIO NEGRO recuerda poderosamente a RASCACIELOS, la destrucción del entramado social, la vuelta al salvajismo y la anarquía, el encontrarse con la bestia que todo ser humano lleva dentro. Sin embargo, lo mas destacable del libro es la constatación de que se ha formado una clase social que, independiente de su nivel de vida, educación y cultura, sigue viviendo exactamente igual que el proletariado tradicional, siempre al borde de la ruina, esclavizada por unas necesidades que pueden no ser tales, pero que se han asumido como propias, y que en muchos casos suponen un quebranto mayor que la simple pobreza.

Es improbable que algún día esa clase media se rebele contra los símbolos de su estatus, símbolos que de grandes logros han pasado a ser los grilletes de un nueva e insidiosa forma de esclavitud.

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