
Llevar al extremo situaciones límite es un clásico a la hora de describir sociedades futuras donde casi todo se ha ido al carajo y cada cual sobrevive como buenamente puede. Puede que estemos en camino de llegar a la sociedad que describe Nicholas Avedon en esta novela, puede que incluso ya haya ciudades donde se vive de una manera parecida a la que propone, y probablemente tampoco sea nada nuevo que ricos, pobres y miserables (¡Ah! ¿dónde estás clase media, donde estás?) se hayan organizado siempre convenientemente separados los unos de los otros. De momento solo me parece una exageración literaria
que a veces se hace un tanto incómoda, por una simple cuestión de plausibilidad, por exagerada. Ni siquiera en los tiempos oscuros de las ciudades-estado, en las que los centros urbanos eran fortalezas amuralladas, se llegó a tanto.
La propuesta de Avedon es que en el tiempo futuro que nos describe, principios del siglo XXIII, la presión migratoria del África negra ha llevado a Europa a convertir los estados africanos del mediterráneo en aliados circunstanciales, haciendo de ellos una primera barrera contra el asalto de millones de desesperados. Luego está el Mediterráneo, que aunque mar de postal no es fácil atravesarlo, y por último, en la propia Europa, EcoSur, (Italia, España, Grecia...) se interpone como la última barrera para que EcoNorte pueda vivir con la tranquilidad que merece.
En el Paris descrito por Avedon se da una situación similar. Ricos y profesionales viven en las Torres, complejos aislados llenos de comodidades y lujo a los que no es fácil acceder. Allá abajo está el Piso 0
, donde sobreviven la mayoría de los parisinos, los mugrosos, con sus vidas grises y trabajos mal pagados, por último, están los ilegales apartados en barrios de los que nadie quiere ni oír. Para rematar la faena todos, ricos y pobres están controlados
gracias a que el trank, la droga definitiva, no solo es legal sino que además se dan cursos de formación para su correcto consumo.
No obstante hay cierta capilaridad, si demuestra las adecuadas habilidades un mugroso puede hacer dinero y acceder a las Torres, ese es el caso de Ariel de Santos, un reconocido productor cinematográfico que en realidad es Rasheed Farah, un inmigrante marroquí, legal pero siempre viviendo con miedo a la expulsión.
La primera parte de la novela se desarrolla en ese mundo de lujo y riqueza en el que Ariel sobrevive, muy bien, rodando sueños
o experimentando con las neurorréplicas, una nueva tecnología que copia
las vivencias de los actores
a los espectadores
. Como era de esperar, el alcohol, la droga y el sexo fácil son la forma de vida, y Ariel no le hace ascos a nada de ello excepto, y a causa de un particular sentido de la ética, a acostarse con sus actrices.
Sin embargo, como ya pasó en los comienzos del cine, es la pronografía la primera idea que se les ocurre a productores y mafias varias para rentabilizar el invento, y cuando Ariel se empieza a relacionar con individuos de intenciones más que oscuras es evidente que su caída a los infiernos es inminente. La novela transcurre por ese camino, pero además, aparece un nuevo elemento, las misiones Veluss, una serie de naves generacionales con la misión de colonizar lejanos planetas del tipo terrestre. Ariel también se ve involucrado en ellas, con lo que su vida dará un giro de lo más interesante.
Lo cierto es que Nicholas Avendon utiliza la misión Veluss como un gran deux ex machina. Cuando todo hace pensar que la vida de Ariel va a ser muy, muy complicada Veluss aparece como esperanza de redención. Se pueden seguir incluso dos (¡y hasta tres!) novelas una dentro de otra. Las muy poco estimulantes andanzas de Ariel en ese París medio podrido, la preparación de Ariel para la misión, y los lances de Ariel por un mundo virtual llamado El jardín de Brin, otro oportuno generador de deux ex machina.
Afortunadamente Nicholas Avendon es un narrador más que competente, claro y directo, y resuelve convenientemente este aparente batiburrido de historias entrelazadas, todas ellas están adecuadamente imbricadas y desembocan en un desenlace común, con el resultado final de una más que recomendable novela de ciencia-ficción, que pese a todo, se cierra en falso con la indudable intención de darle continuidad en sucesivos volúmenes.
Por cierto, 11,4 SUEÑOS LUZ se publicita como cyberpunk. No me lo ha parecido. Ya estamos en un punto de no retorno en el que el cyberpunk no tiene sentido como subgénero literario. Vivimos en el futuro, eso ya es más bien costumbrismo contemporáneo.
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Publicado originalmente el 25 de diciembre de 2016 en www.ciencia-ficcion.com
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