Como la mayoría de los niños, Mumei no absorbía suficiente calcio. El dentista le dijo que si el ser humano seguía así acabaría sin dientes. De regreso a casa, Yoshiro le estuvo dando vueltas al tema, preocupado.
—No te preocupes. Los gorriones no tienen dientes y se las apañan —le dijo Mumei leyéndole la mente.

De nuevo un Japón aislado del mundo
En un Japón contaminado y aislado del resto del mundo en el que buena parte de la fauna se ha extinguido y la flora está cambiando no se puede nombrar a las ciudades extranjeras o los productos procedentes de ellas. En esta situación después de que los bancos cerraran dejando sin ahorros a los ciudadanos, la población sobrevive resignada recordando cómo eran las cosas antes. Por otro lado, los más ancianos han sido tratados para que vivan mucho más tiempo y puedan cuidar a los más jóvenes.
Yoshiro cuida de su bisnieto Mumei pues su madre murió al nacer él y su padre se ha desentendido completamente de cualquier deber paterno. La situación no es fácil, todo está contaminado y la población enferma, sobretodo los niños. Los mayores han sido tratados para que vivan mucho más sobrepasando ampliamente los cien años en plena posesión de sus facultades y son ellos los que se encargan de todo.
Mumei se debilita, su cuerpo no acepta la mayoría de los alimentos y un día se desplomará en clase y despertará a los quince años de edad.
El relato
Más que como novela en la que hay unos personajes y situaciones cambiantes en realidad es como un relato que comprende unos determinados años de la vida de Mumei, es la descripción de la vida de un niño y su bisabuelo, situación que comparten todos los niños del país. Es un relato de la cotidianeidad de una población en un mundo moribundo, no hay la clásica presentación-nudo-desenlace, son recuerdos, sensaciones, situaciones con una prosa que no es poética pero sí simbólica.
El excesivo detalle en algunas descripciones, las sandalias que le gustan a Yoshiro, las toallas japonesas o de otra fabricación, los crisantemos y los dientes de león, el pan y la corteza y la miga, el panadero y los tipos de pan que fabrica y los cuchillos de cocina... Una escena tras otra de pequeñas cosas que si bien no son arduas de leer sí que pueden hacerse algo monótonas. Entre estas detalladísimas descripciones una por su contenido sarcástico es curiosa, la que describe los artículos publicados para informar a la población sobre temas de salud. Estas publicaciones, contradictorias entre sí, anuncian un día lo beneficioso de levantarse muy temprano para en la siguiente aconsejar dormir más horas, las bondades de caminar en uno se contradicen con las advertencias de desgaste de huesos en otro o si bien para unos picar entre horas es del todo desaconsejable otros lo recomiendan para aliviar la tristeza.
En general son unas descripciones excesivas por cantidad y extensión como en otros textos de autores japoneses y, si bien narran la situación de un país hundido, son demasiado meticulosas llenas de detalles y sin una prosa que las haga atractivas por lo que el texto parece que no avance. Como suele suceder en textos venidos de la lengua japonesa hay términos que se dejan sin traducir y que la traductora tiene a bien explicar en notas a pie de página.
El título alude por una parte a la novela que Yoshiro intentó escribir, una novela histórica que contenía demasiados topónimos, innombrables según la normativa vigente y que eran imposibles de suprimir en el texto, por lo que no encontró editor. Por otro lado también se busca a un emisario, un niño que pueda ser enviado al extranjero para que la comunidad científica pueda estudiar su enfermedad y tratar de encontrar una cura para él y los demás niños. En su traducción en Estados Unidos el título fue THE EMISSARY y en Gran Bretaña se tituló THE LAST CHILDREN OF TOKYO.
En 2018 el libro fue nominado al National Book Award en la categoría de obra traducida.
El final y su simbolismo
A lo largo de su vida los habitantes de este país aislado cambian de sexo de manera espontánea, Mumei lo hará al despertar y dirigirse hacia el mar en su silla de ruedas de la que caerá en un estado de total debilidad.
Según Kristina Iwata-Weickgenannt, académica especializada en textos sobre marginalidad, precariedad y estudios de género, el relato es simbólico en la medida que el mal llamado progreso ha causado el deterioro total de la población, deterioro que provoca una involución hacia estados anteriores al humano.
Este simbolismo se muestra en repetidas escenas en las que por su debilidad y la posición del cuerpo Mumei, más que un ser humano, parece algún tipo de pequeño animal como un pájaro y al final como un ser acuático, como si la humanidad retrocediera hasta volver al mar de donde salió toda la vida, una regresión que no habría tenido lugar de no ser por los estragos que los humanos han provocado en el planeta.
La autora
Yoko Tawada (Japón, 1960) se graduó en estudios de literatura rusa y alemana, su primer libro publicado fue de poesía, vive actualmente en Berlín y escribe en japonés y alemán. De padre traductor y librero su obra cuenta con numerosos premios y nominaciones.
