
Timun Mas ha lanzado recientemente una colección de novelas de ciencia-ficción bajo el sello Dark Future. En esencia, se trata de novelas ambientadas en un futuro relativamente cercano y muy apocalíptico. En términos generales la civilización, los Estados Unidos particularmente, ha sufrido un sonoro descalabro, o algo así, y los supervivientes se han reorganizado alrededor de los pocos focos de poder político, religioso o económico que han podido sobrevivir.
En este estado de cosas, el territorio de los Estados Unidos se ha convertido en puro territorio comanche, con algunas islas de civilización aquí y allá, pero mayormente recorrido por bandas de muy variado perfil, desde moteros sanguinarios hasta congregaciones religiosas sanguinarias, pasando por lobos solitarios sanguinarios y algún que otro superviviente independiente que, si se pone a ello, también puede llegar a ser igualmente sanguinario dentro de sus modestas posibilidades.
Uno de estos supervivientes de por libre es Eddie Kalish. El chaval es buen tipo pero a veces se le olvida que es eso, un superviviente, y se dedica a ayudar a quien no debe cuando no debe. En uno de sus encuentros con un convoy recién asaltado, intenta echar una mano a un enfermo bastante particular que cuida una enfermera igualmente peculiar, de esas de película porno, aunque el momento del encuentro con Eddie es posterior al hecho de que alguien se ha entretenido en acribillarla concienzudamente.
Eddie, lógicamente, descubre que tendría que haberse limitado al papel de mero espectador. El enfermo y la enfermera son empleados, o algo así, de una de esas grandes corporaciones (dedicada a la ingeniería genética y al ganadeo de seres humanos) y el hecho de ayudarles le mata primero, le resucita después, y le convierte en una cosa rara que tiene que ver con alienígenas unas páginas más allá. El resto de la novela se desgrana entre tiros, mutaciones, tiros, carnicerías en centros comerciales, tiros, viajes por el desierto, tiros, recorridos por naves alienígenas, tiros, más mutaciones, tiros, batallas entre la Guardia Nacional de California y los seguratas de la corporación, tiros, batallas de los seguratas de otra corporación y la Guardia Nacional de California, tiros, tiros, y más tiros.
Y por supuesto, conspiraciones dentro de conspiraciones dentro de conspiraciones dentro de conspiraciones.
Este tipo de novelas de voyaapasarmeunratogocho ni exigen mucho ni dan mucho de si, entretenimiento, emoción y tiros, sin gollerías ni experimentos extraños. Pero el caso es que el tal Dave Stone, firmante de éste MISIÓN GÓLGOTA, en vez de escribir una sencilla novela de serie B, sin más complicaciones que las descritas, se empeña en desestructurar la linealidad de la narración (vamos, osea, es decir, que se dedica a dar saltos adelante y atrás como un canguro meningítico) metiendo aquí y allá fragmentos que ni tienen que ver con lo que narra en el momento, ni aclaran demasiado lo que ocurre cien páginas más allá.
Conclusión, que lo que podría haber sido una sencilla novela de alienígenas, corporaciones malosas, héroes a la fuerza, y tiros (y van, pero es que es así) se convierte en una sopa de letras que sólo hacia el final consigue algo de coherencia. Francamente, si asisto a un espectáculo descerebrado es porque quiero carnaza descerebrada, intentar dar un barniz literaturista a este tipo de literatura es ca... pifiarla.
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Publicado originalmente el 13 de agosto de 2006 en www.ciencia-ficcion.com