Si de algo anda sobrada la ciencia-ficción, y en general la literatura universal, es de historias de jóvenes rebeldes, incómodos con la vida que se les ha programado y deseosos de labrarse su propio destino. No es extraño por cuanto la iniciación a la lectura se produce precisamente en esa edad difícil que es la adolescencia, encrucijada en la que la falta de referencias y la formación de la personalidad, así pues, como público objetivo más que deseoso de esas referencias y búsqueda de personalidad, las historias que les cuentan su vida resultan ser muy de su agrado y por tanto los escritores se lanzan a elaborarlas con verdadero entusiasmo.

Bien es cierto que tampoco habría que acusar a los autores de oportunistas. Sospecho que la mayor parte de esas historias están escritas sin partir de esas premisas. Simplemente son argumentos tan atractivos y prototípicos que prácticamente no hay que pensar para echarlos a anda.

En el caso de FUGA A TITAN tenemos a un joven estudiante, Julius que tiene por delante un estupendo porvenir como ponente legal, en la ficción política que ha imaginado Avelino Sáez una especie de legislador por representación. Por suerte o por desgracia a Julius le han sorbido el seso una serie de lecturas desordenadas de los clásicos que le han hecho sentir una gran admiración por Grecia y Roma, de ahí lo de Julius (realmente se llama Julio Hidalgo Villar). El caso es que no se encuentra cómodo con el destino que su grupo familiar le ha preparado. Tras unas peculiar naumaquia (batalla naval) conoce a Lilith, hija de un destacado comandante del movimiento mirmidón, de la que se enamora y a través de la cual acaba uniéndose a ellos.

Una de las cosas más interesantes de la novela es el marco político que describe Avelino Sáez. Dentro de trescientos años toda la humanidad estará unificada en un desgobierno global, que incluye la Luna, Marte, y cualquier metro cuadrado pisado por un humano en el Sistema Solar, sin apenas organismos centrales y con una serie de funcionarios, instituciones e comunes que permiten un eficaz autogobierno colectivo, apoyado además en una tecnología, obviamente, trescientos años más avanzada que la actual (baste decir que conocemos a dos Julius, el primero muere y el segundo es una copia). Ante esta dispersión de la autoridad surgen los Mirmidones, que postulan todo lo contrario: un firme liderazgo personalista, una clara estructura jerárquica y democracia, la justita. Natural que Julius, deslumbrado por las hazañas de Césares y Emperadores, se vea poderosamente atraído por esas ideas.

Es de agradecer que Avelino Sáez se haya decantado por relatar las aventuras de Julius entre los mirmidones de una sola vez. Tal y como está estructurado el libro podría haberlo partido en tres novelas (sip, otra trilogía), bien diferenciadas tanto en temática como en escenario. La primera parte relata la captación y entrenamiento de Julius en la base de los mirmidones en la Luna, la segunda la persecución y huida a Titán (que da nombre a la novela), y la tercera el exilio forzado en la tundra helada. Ambición no le falta, desde luego, y ciertamente el interés no decae en ningún momento, aunque como ocurre con todos estos libros taaan largos, el pasar hojas acaba haciéndose aburrido, y más, si como es el caso, se conoce el desenlace de las aventuras de Julius desde casi la primera página.

Lo que no deja de sorprender a lo largo de toda la novela es el estilo espeso y plúmbeo con el que está redactada. Si otras referencias no me queda claro si es un rasgo propio del autor o un recurso narrativo, porque es el propio Julius quien relata sus vivencias en primera persona y admitámoslo, aunque finalmente madura (Objetivo de la Aventura), empieza siendo bastante cretino. También es cierto que la magnífica portada de Miguel Ángel Saez Hernández, de marcada inspiración art déco, nos retrotrae a los pulp de los años 20 y 30, con lo que en cierto modo ya prepara en lo que a cuestiones estilísticas se refiere.

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