Ciencia Ficción dura en torno a la biología: ésta sería probablemente la mejor definición para LOS OJOS DE HEISENBERG. Frank Herbert, de sobras conocido por DUNE, se atrevió con una novela muy huxleriana (incluso hay una mención a Huxley en ella), en la que encontramos en seguida un paralelismo más que notable con UN MUNDO FELIZ.
En este caso, la humanidad (al menos, la humanidad norteamericana) está gobernada por los Optimen, una casta de individuos que están dotados de una extraordinaria longevidad que han de mantener mediante continuos reajustes enzimáticos. Este grupo de elegidos ha acumulado con el paso de los siglos un enorme temor por todo lo brusco; no utilizan nunca palabras que impliquen violencia, como guerra o muerte, y para evitar que aparezcan individuos excéntricos en la sociedad, mantienen a todos los miembros de la clase media, los Folk, los Zeek o los Sterrie, sometidos continuamente al efecto de un gas anticonceptivo.
De vez en cuando se conceden permisos de reproducción, como en el caso del matrimonio Durant. Los embriones son modificados y gestados en tanques, para lo que es necesaria la intervención de un cirujano. Sin embargo, los que atienden a los Durant, Sveengard y Potter, se encuentran con que el embrión es un Optimen potencial. Potter advierte algo más, un cambio externo que podría hacer al embrión resistente al gas anticonceptivo. Sin embargo, no llegará a denunciarlo, convirtiéndose de hecho en un Clandestino.
Los Padres Clandestinos, guiados por los Cyborgs (seres humanos que han perdido progresivamente todo de orgánico) se oponen a la forma de existencia impuesta por los Optimen. Se esconden de ellos, la ignorancia de la violencia de los Optimen les mantiene relativamente protegidos, pero están haciendo planes para derrocarlos, y esos planes pasan por el embrión de los Durant.
Pese a las semejanzas con la obra maestra de Huxley, LOS OJOS DE HEISENBERG resulta original en el tipo de sociedad descrita, que sin alardes tecnológicos tiene una gran apariencia de sofisticación. La novela se lee bien y es entretenida; aunque al comienzo se excede en el uso de términos científicos, se agradece la intención. Pierde un poco en su falta de estructura, pues, pese a que la línea general es clara (un comienzo de enfoque muy amplio y descriptivo, precipitándose poco a poco hacia una secuencia de acción concreta y limitada en el tiempo), las ideas no encajan unas con otras y baila el plano de importancia en que se sitúan. Por ejemplo, pese a que la influencia externa que altera el embrión es el soporte fundamental de la primera parte, después no se aclara el origen de esa influencia hasta dejarlo en una cuestión trivial. O, por ejemplo, Herbert dota a Potter de unos poderes mentales incipientes (que los Durant tienen plenamente desarrollados); sin embargo, la importancia de esto es relativa, y al fin y al cabo éste personaje no aparece en la segunda parte.
Este último es un detalle que también me gustaría comentar. El peso de la primera parte se deja en manos de Potter, y Sveengard, que aparece a su lado, queda al principio poco menos que como un don nadie; sin embargo, Sveengard será uno de los protagonistas en la segunda parte, mientras Potter desaparece de la acción. Esto es un error de base, pues deja muy inestable el equilibrio de protagonismo de los personajes, lo que hace que quizás el lector no termine de identificarse con ellos.
Argucias literarias aparte, ésta es una novela interesante y apreciable, aunque poco desarrollada y quizás que no se decide finalmente a dar un paso adelante en la crítica implícita. Yo la recomendaría como lectura de verano, o de fin de semana, pero no para llevar a una mesa de relojero.
Calificación:
Narrativa: 3, Argumento: 3, Originalidad: 4, Global: 3