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HOMO PLUS
HOMO PLUS Frederik Pohl
Título original: Man Plus
Año de publicación: 1976
Editorial: Ediciones B
Colección: VIB nº 289
Traducción: Manuela Diez
Edición: 2000
Páginas: 346
ISBN: 978-84-406-9551-2 
Precio: 5 EUR

Tiempo estimado de lectura: 30 seg

He vuelto a leer en estos días esta interesante novela, ahora que está de moda Marte y que se anuncia un viaje a ese planeta, como el más próximo y viable para una exploración personal.

Frederick Pohl, como el actor-director de cine Woody Alen, es un autor con grandes complejos sexuales, que se reflejan en sus obras tales como la citada HOMO PLUS y PÓRTICO, que obtuvieron sendos premios Nébula. Su estilo literario divaga por historias laterales que no son fundamentales para la trama y con una preocupación por predecir el futuro político de las naciones de la Tierra, quizá como producto de sus escarceos juveniles comunistas. Su también interés por el aspecto hard de la ciencia-ficción no es tan consistente como el de Asimov o el de Arthur C. Clarke. Para las descripciones acude muy poco al diálogo y se limita a grandes párrafos narrativos, que entorpecen la lectura. Sin embargo, tiene originalidad en sus planteamientos —como Larry Niven en su MUNDO ANILLO— y a pesar de los inconvenientes que cito sus novelas enganchan al lector interesado en este género.

© Anselmo Vega Junquera, (183 palabras) Créditos
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Esta novela, ganadora del Nebula en 1976, es, a mi juicio, la mejor obra del maestro Pohl. Es, además, el único libro que he leído de un tirón, tal fue el interés que suscitó en mi. Cuando lo compré sabía que trataba sobre la conquista de Marte, pero no me imaginaba ni por asomo que me iba a encontrar con una obra tan rabiosamente original, y a la vez, inquietante.

HOMOPLUS trata sobre un proyecto científico cuyo objetivo es modificar a los seres humanos a fin de que puedan desenvolverse libremente en el hostil entorno marciano. La modificación de marras consiste en implantarle a un hombre una serie de dispositivos e instrumentos biónicos que lo transformen en un híbrido de hombre y máquina, en un auténtico ciborg capaz de adaptarse a los más variados entornos y de sobrevivir en ellos. Una vez alcanzado este objetivo y comprobada su viabilidad, se crearía una legión de Homoplus, de ciborgs que serían enviados al planeta rojo para que iniciaran la colonización del mismo. Roger Torraway, nuestro héroe (o anti-héroe, según se mire) es uno de los candidatos a Homoplus. Llegado el momento, y a pesar de sus lógicos temores, se somete a las intervenciones necesarias para modificarle. Es un militar de carrera y además un científico. Ha visto morir al primer Homoplus, pero eso no le hace echarse atrás. Ni siquiera el hecho de estar casado con una hermosa mujer, a la que ama profundamente a pesar de ciertos problemas íntimos que tienen, le induce a cambiar de opinión. Es un patriota convencido de que lo mejor para la humanidad es que sea su país el que colonice Marte. Además, se le da a entender que si la cosa sale bien, se podrá invertir el proceso y devolverle la apariencia de un ser humano normal.

Pero una vez alterado cibernéticamente, comenzará su calvario. Porque Homoplus, más que de la conquista de Marte, trata de los terribles conflictos psicológicos de un hombre que ha sido convertido en otra cosa, en algo que no es ni humano ni mecánico enteramente. La novela tiene pasajes verdaderamente aterradores, como por ejemplo el final del capítulo 8, titulado A través de unos ojos engañosos. O ese otro capítulo en el que Torraway, ya convertido en ciborg, escapa del laboratorio para ver a su esposa, a la que echa muchísimo de menos.

Pero lo mejor, como es lógico, llega cuando concluimos la lectura. Suele decirse que un buen final, sorprendente, inesperado, puede convertir un relato mediocre en una obra maestra. El fascinante final de HOMOPLUS es, como poco, desasosegante, y eleva extraordinariamente, si ello es posible, la calidad del relato.

HOMOPLUS es, en definitiva, una obra imprescindible del género, un título que no debería faltar en la biblioteca de todo buen aficionado a la ciencia-ficción.

© Antonio Quintana Carrandi, (468 palabras) Créditos
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Iván Olmedo

Si la Montaña no va a Mahoma... Mahoma irá a la Montaña. De esta forma, si el Planeta Rojo nos es hostil y rechaza nuestro organismo, algo habrá que hacer para cambiar esto. Así, si somos incapaces de remodelar Marte, nuestra otra salida es amoldar un cuerpo humano al ambiente marciano. Y se inicia la carrera hacia el planeta; se inicia la huida de la Humanidad hacia el exterior: la tensión está convirtiendo a la Tierra en una bomba impredecible a punto de estallar en cualquier momento. Sesudísimos programas lo han estudiado; infalibles estadísticas lo han dicho: la vía de escape es Marte.

El Mundo Libre acapara la responsabilidad de salvarnos de la masa crítica. El Mundo Libre de las barras y estrellas es una falacia, un atrezzo: no existe. Todo es tan confuso... El presidente Dash toma las riendas de una locura dolorosa que intenta salvar a la Humanidad de sí misma. Pero el presidente Dash es sólo un engranaje ultraprotegido de la rueda que nos arrolla. USA no es la Humanidad... no del todo, no toda. Esa maquinaria maniquea aparece como una broma macabra, terrible, sobre todo para el hombre que deberá convertirse en Marciano. Las operaciones quirúrgicas solo son dolores momentáneos, juegos de dioses científicos con estrellas en la mirada y ardores en la entrepierna. Eso es. Tiene mucho que ver, quizás; siempre el sexo, siempre las cornamentas, aún tratándose del Destino de la raza humana... ¡ahhhh!

Volvamos al hombre; su dolor quirúrgico es pequeño en comparación a su dolor real: el del alma, el de la mente, el del Hombre. Porque ya no es un hombre. Su paquete de materia gris está intacto, pero no parecemos medirnos por eso. Su cuerpo es diferente, es un caparazón de monstruo de serie B que escala paredes para entrar por las ventanas de mujeres semidesnudas. No puedo explicarlo más, ni mejor. Ese hombre-murciélago sufre. El monstruo cornudo se sacrifica por una idea de grandeza. Parece que hay que hacerlo, que alguien tiene que hacerlo, Roger tiene que hacerlo. Sigue siendo Roger; un Roger que ejecuta cabriolas de Batman; un Roger interior y un cyborg exterior; un Roger modelo Homo Plus. Y un Brad Frankenstein va con él, un Brad Amigo Frankenstein, amigo y amante, doctor loco, tuerto físico y mental. ¿Pueden sostener sobre sus hombros el destino de la Tierra ansiosa?

Son hombres, al fin y al cabo. Hombre es Kayman, hombre de Iglesia, el padre Kayman. Siempre esa pretensión de llevar la religión a otro mundo, incluso si no hay nada en ese otro mundo. Por si acaso; no lo sé. Parece todo tan amargo... Amargura de los hombres contra el Sistema (esto tiene un doble sentido), amargura del Hombre Plus, confundido por sus sentimientos. Tanto hablar de hombres, de Hombres; también juegan las mujeres, las Mujeres, un papel en esto. Y no el menos importante. ¿Quién ha dicho que no? Mujeres que miden a los hombres, constantemente; como constantemente los hombres miden a las mujeres... hay tantas cosas que aceptar... Nos vemos atrapados por la broma de la maquinaria deseo-realidad. No es una buena broma, pero es de un mal gusto infinito. Tanto, que se puede morir por ello. Y por ser los primeros en llegar al Planeta Marte destruyendo un hombre y construyendo otro. ¿Qué es un Hartnett o un Torraway frente a la misión insoslayable de huir a Marte para salvar Tierra? ¿Qué es un Kayman o una Dorrie? ¿O incluso un Dash...?

Y al final... ¡Ahhh! al final resta lo mejor. En fin, lo mejor desde el punto de vista del Hombre que lo ha escrito, con su ligereza tramposa, con su socarrona manera de reventarnos los parámetros. Con su mala leche... Cosecha 1976. Todo esto, para esto... para darnos cuenta de... ¿de qué? ¿De que no somos mejores que un monstruo (además, cornudo) de serie B o una mochila de comunicaciones?

HOMO PLUS, de Frederik Pohl. Premio Nebula 1976. Buena cosecha...

© Iván Olmedo, (661 palabras) Créditos
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