La Saga de los Vor, con Miles Vorkosigan como protagonista destacado, sigue una evolución paulatina y constante. Cada entrega aporta su propia pieza al puzzle, pero además puede ser disfrutada por separado. De esta forma, el universo de los Vor enriquece paulatinamente con un desarrollo completo de los personajes y la sociedad en la que se mueven. KOMARR destaca en ese aspecto ofreciendo una perspectiva diferente a las anteriores entregas.

En esta ocasión Miles, convertido en un gris funcionario Imperial, llega a Komarr donde no es especialmente bien recibido a causa de un feo asunto relacionado con su padre (algo que también vimos en CETAGANDA). Su misión en investigar la destrucción de un satélite vital para los intereses de los Vor con la ayuda del profesor Vorthys, un veterano ingeniero. La misión no solo es esencial para la terraformación de Komarr, sino también para limpiar el nombre de su familia.

Mientras investiga conoce a Ekaterin, sobrina de Vorthys por la que se siente inmediatamente atraído. Pero Ekaterin está casada con Etienne Tien Vorsoisson, responsable de una de las instalaciones, que sufre una enfermedad degenerativa que además de amargar al matrimonio hace que reciba el rechazo de la sociedad komarresa. Como el tratamiento de la enfermedad es caro Tien ha recurrido a fuentes de financiación, digamos, poco recomendables, que acaban metiéndole de lleno en la conspiración.

Los desgraciados desenlaces de los sucesivos episodios acaban por crear un poderoso vínculo entre Ekaterin y Miles, lo que marca el resto de la narración.

La introducción de Ekaterin ofrece una nueva perspectiva en la saga. A través de ella, Bujold profundiza en aspectos más íntimos y personales de la sociedad Vor, en contraste con las aventuras espaciales y las intrigas políticas habituales. Centrándose en lo doméstico y lo cotidiano, no solo añade consistencia a la narración, sino que también resalta la importancia de las experiencias y relaciones personales, construyendo un mundo complejo y creíble y demostrando que la fuerza y el valor se manifiestan de muchas formas.

La descripción de la relación entre Ekaterin y Miles incide en la madurez y la complejidad emocional, y es interesante comprobar cómo los personajes se desarrollan y enfrentan desafíos políticos y personales sin recurrir a fórmulas ya sobadas. Este tratamiento enriquece la novela y ofrece una lectura más matizada.

La complejidad de los personajes y la moralidad poco definida dan profundidad a cualquier la novela, y proporcionan un enfoque más reflexivo. La habilidad de Bujold para introducir estas cuestiones en sus historias es notable, y aunque siempre queda espacio para ahondar más, en esta ocasión se contiene para conseguir un equilibrio que no suponga rozar el fárrago, como le ocurría en RECUERDOS, donde quiso adentrarse tanto en la crisis existencial de Miles que, por momentos, la lectura se hacía plomiza, todo lo más teniendo en cuenta que fundamentalmente se busca en las novelas de esta saga emoción y aventura. En ese caso, la autora ya había conseguido un grado de maestría tal que incluso los personajes secundarios, además de contribuir significativamente al desarrollo de la novela y la propia construcción de la sociedad Vor, también acaban por hacerse muy queridos para el lector.

En cualquier caso hay que advertir que KOMARR quizá decepcione a quienes esperan una space-opera al uso, como las que iniciaron la Saga. En la línea abierta por RECUERDOS, y debido a que se trata más de una novela de personajes envuelta en una trama policiaca, la frescura y dinamismo típico de sus primeros títulos, se vea algo mermada.

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