Texto de contraportada
Tras la conquista de Europa, los rusos no detienen su avance. Sus tropas han acanzado el Atlántico y sus cosmonautas exploran los asteroides. Ahora les aguardan las estrellas... Pero alguien se les adelanta.
Matt Cairns es un programador forajido, experto en IA, que se gana la vida en la Bretaña socialista aceptando los cuestionables trabajos que nadie más quiere. En contra de su sensatez, ha aceptado el reto de Jacey, una joven y encantadora guerrillera americana: entrar en el Mariscal Titov, una estación espacial de alto secreto operada por la Agencia Espacial Europea. Todo salta por los aires cuando Matt descubre las evidencias de contactos con inteliencias extraterrestres, la tapadera de Jacey queda al descubierto y ambos se ven arrastrados a una extraordinaria odisea a través del tiempo y el espacio.
Si uno se detuviese a considerar novelas tan relevantes dentro del género como TROPAS DEL ESPACIO, DUNE o EL JUEGO DE ENDER, podría caer fácilmente en la afirmación, suculentamente polémica, de que la ciencia-ficción es un género casi hitlerianamente mesiánico, conservador y belicista (si añadiésemos el título de egocéntrico, en el sentido de yo-soy-el-centro-del-universo, la lista se podría extender a velocidades hiperlumínicas). Por suerte no es así, sobre todo teniendo en cuenta nombres como Ursula K. Le Guin, Ray Bradbury o, sin pretender comparar calidades, el mismo Ken McLeod aquí presente.
Más allá de la ideología particular de cada autor, lo que McLeod, entre otros, hace y que tal vez se valore poco es no caer en la tentación de hacer del protagonista alguna clase de Superman, bien dotado de toda clase de superpoderes (lo cual en el lado científico del género es, en cierta forma, como hacer trampas), o bien canon de la perfección moral, poseedor de la genuina verdad y/o la única forma de salvar el mundo/universo/unidad política interestelar en vigor… cosa que, dicho sea de paso, dice poco en favor del resto de los pobladores del universo.
En EL TORREÓN DEL COSMONAUTA, primera parte autónoma de (sí) una trilogía, los personajes son individuos perfectamente normales; bien, puede que alguno sea inmortal, y que algún otro sea un dinosaurio, pero nunca se pierde la sensación de que, si se les pinchase, a todos les saldría sangre. Y lo mismo puede decirse del argumento; aun a pesar de ser un space opera según ese sentido moderno del space opera que ilustrarían las novelas de David Brin o series como Farscape, la historia de la relación comercial entre los humanos y los sauros entre otras especies, el enfrentamiento con los Dioses, que aborrecen la vida como generadora de ruido, y la rebelión de la estación espacial en la que están a punto de descifrar el impulso hiperlumínico (hasta entonces vedado a los humanos), se nos presenta sin fanfarrias ni grandilocuencias, con el uso de personajes corales más que de solos atronadores y con una estimable aunque no del todo lograda naturalidad.
Dicho esto, no habría que dejar tampoco de darle un pescozón a McLeod por su a veces gratuita manía de introducir conversaciones después de una ronda de caladitas a una droga a la que son particularmente aficionados los sauros. Y otro tanto podría decirse de la falta de continuidad, tanto de escenarios como de subtramas, aunque es excusable al menos a falta de leer los otros dos títulos de la trilogía.
Podríamos decir que EL TORREÓN DEL COSMONAUTA es un intento de hacer space opera desde un punto de vista diferente; y por ahora, intento sólo.
Narrativa: 3 Argumento: 3 Originalidad: 4 Entretenimiento: 3 Global: 3

La trama narrativa de la obra se divide en dos partes. La primera, se refiere al comentario que se hace en la contraportada, y la segunda, de la que no se dice nada en la solapa del libro, trata de la vida de un grupo de personajes en un lejano planeta llamado Mingulay. En este astro, se han desarrollado una especie de saurios inteligentes que son autóctonos, y conviven con humanos que llegaron desde la lejana Tierra en el pasado. Al final de la historia, las dos acciones narrativas se unirán aportando la coherencia necesaria en la obra.
La primera trama de esta historia esta cargada de imaginería cyberpunk, piratas informáticos, redes de datos, espacios virtuales, etc... A estas alturas, el decorado cyberpunk, a mi personalmente me resulta un poco cargante. No ocurre lo mismo con la segunda acción narrativa, pues bebe de la clásica ciencia-ficción, en la descripción de mundos y culturas extrañas. Los saurios inteligentes, los kraken y sus costumbres, etc., nos transportan a un mundo típico de la ciencia-ficción.
Con todo, EL TORREÓN DEL COSMONAUTA, no es una gran obra y no nos descubre nada nuevo, aunque tampoco es mala y su lectura nos resulta entretenida y amena.