
¿Quiere usted colar un escenario propio de espada y brujería en una novela de ciencia-ficción? Tiene dos opciones, o describir una sociedad perdida en la que las buenas maneras se han olvidado, y la tecnología se percibe muy clarkianamente como magia, algo en lo que Ángel Torres Quesada era especialista, o bien móntese un juego de realidad virtual al estilo de los Sims, donde los protagonistas de carne y hueso se evaden mediante avatares digitales de sus miserias diarias. Añádale pequeñas inteligencias artificiales autónomas, para que los avatares interactúen con ellas a su antojo, y ya tiene el escenario perfecto.
Pues bien, El jardín de Brin, escenario de la primera parte de LÁGRIMAS NEGRAS DE BRIN, es uno de esos entornos virtuales donde los habitantes del el siglo XXIII se distraen de sus penas, al menos aquellos que no están atiborrados de otro de los entretenimientos más populares del momento: atiborrarse de trank, la droga definitiva, legal y barata, o bien sumidos en sueños ajenos pagados a precio de oro.
Como se vive en este siglo XXIII ya lo describió Nicholas Avedon en su anterior novela, 11,4 SUEÑOS LUZ. LÁGRIMAS NEGRAS DE BRIN es a la vez un relato de lo que se cocía entre bambalinas en 11,4 SUEÑOS LUZ y una continuación de la misma. Dividida en tres partes, la primera transcurre casi íntegramente en Brin, la segunda habla de cómo los protagonistas de 11,4 consiguen colarse en el proyecto Veluss, y la tercera es ya propiamente la continuación de 11,4, con la nave camino de Procyon.
Puede decirse que resultan ser resultan ser tres novelas en una. Cada parte, si bien imbricada en las otras dos, tiene su propia identidad independiente. Eso se hace más acusado entre la primera, que prácticamente transcurre íntegramente en Brin, y la tercera, que por motivos obvios no puede salir de la Veluss M2210.
La primera parte gira alrededor de Grimm, un muchachito huérfano que es comprado por un malvado mago-brujo que lo tortura hasta casi la locura para extraerle la esencia de su dolor. Es rescatado por Alanna, una maga-guerrera que le adiestra y le guía en la comprensión de su verdadera naturaleza.
La segunda parte habla del andamiaje
de los acontecimientos de 11,4. Como Ariel, Carlos, Joanna y Laura (¿Laura? ¿Seguro?) consiguen realmente su pasaje en M2210. También profundiza en la vida de Laura, que en 11,4 se unió al grupo en las últimas páginas y de la que, realmente, no se sabía nada.
La tercera cuenta como se desarrolla la vida en M2210, el nacimiento de la nueva sociedad, las luchas de poder, las conspiraciones, intrigas, entre la desesperación y locura de los cuatro protagonistas que, debido a la forma en la que han embarcado, no terminan de encajar dentro del esquema de la expedición.
Leyendo otras reseñas hay cierto empeño en definir LÁGRIMAS NEGRAS DE BRIN como ciberpunk, que haya corporaciones malosas, hackers brillantes e inteligencias artificiales, además de una cierta capa de mugre, a día de hoy no significa nada. Basta con mirar alrededor para ver que la realidad ha superado a la mayor parte de las ficciónes, siempre que estas no sean demasiado fantasiosas.
Por otro lado, los hackers con superpoderes son unos personajes atractivos que disponen de toda la magia del deus ex machina para hacer lo que les venga en gana por los todos los sistemas del mundo mundial, pero a estas alturas resultan tan poco creíbles que lastran cualquier narración. Los autores no parecen caer en la cuenta que es tan divertido tirar muros como gratificante construirlos, y que en esos futuros que nos plantean habrá, de hecho de los hay, brillantes zapadores dispuestos a derribarlos como geniales arquitectos elevándolos más, en una carrera que probablemente nunca acabe (si, acaba, y basta desconectar un simple cable de red). Por eso a mi me resultan unos personajes tan antipáticos. No trago con su omnipotencia impostada. Pero todo sea por el hecho narrativo.
El caso es que LÁGRIMAS NEGRAS DE BRIN es más bien una historia de emociones y sentimientos. Todo el mundo que transita por sus páginas, IAs incluidas, sufre de melancolía extrema, y cada cual lo sobrelleva como puede, con drogas, alcohol, sexo, autoexilio en Brin... En ese sentido Nicholas Avendon sale airoso porque consigue transmitirlo sin caer en el empalago. De todas formas, se echa en falta algún personaje menos torturado, quizá Joanna cumple ese papel, aunque siempre ha sido el menos perfilado.
Realmente, es una novela a la que casi no se pueden poner peros. Sin embargo, la existencia de avatares en el mundo virtual, las personas físicas en el real, y ciertas maniobras de ocultamiento, hace que los personajes cambien de nombre y de sexo según avanza la narración, y puede llegar a convertirse en un problema cuando incluso el autor juega a nombrarlos dependiendo del aspecto de la personalidad que quiere destacar.
El caso es que LÁGRIMAS NEGRAS DE BRIN es una novela recomendable, que adquiere todo su sentido si previamente se ha leído 11,4 SUEÑOS LUZ, pero que funciona de forma independiente sin ningún problema.
También hay un universo expandido
con relatos y detalles adicionales de éste universo narrativo. Al final de la novela se dice como acceder a él.
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Publicado originalmente el 3 de junio de 2018 en www.ciencia-ficcion.com
