
En esta ocasión José Antonio Suárez nos presenta una novela que, siendo estrictos, apenas roza el género más que por algunas leves consideraciones geopolíticas y algún sutil detalle, es lo que se ha dado en llamar Futuro Cercano (Near Future), ciencia-ficción ambientada poco más o menos que pasado mañana o en un universo paralelo apenas distinguible del nuestro, pero si lo suficiente como para poder desarrollar las ideas del autor sin las restricciones de la actualidad. En realidad esto es algo que el techno-triller lleva haciendo desde antes de que se le bautizara como tal. No se trata en esta ocasión de un techno-triller al uso, aunque la tecnología se haya muy presente y no deja de ser gran importancia en las cuitas que aquejan a los sufridos protagonistas de la novela.
La cosa va de los trabajadores de una base española en la Antártida, propiamente llamada Hispania. Aunque de titularidad estatal, está cedida por el gobierno a una empresa petrolífera para realizar estudios de prospección en busca de hidrocarburos. La dirige Tyler, un inglés uraño e irritante, que navega entre la psicopatía, la depresión y el alcoholismo. Tiene como adlátere a Matías, un hispano-argentino que el resto de los trabajadores sospechan impuesto a la empresa por las mafias chilenas y argentinas que intentan controlar la zona. Precisamente para evitar sus incursiones, la compañía ha contratado como personal de seguridad a dos exmilitares españoles, el coronel
Reinosa y la especialista Olga. Juan es el mecánico y reparalotodo, además de magufo y conspiranóico de guardia, la doctora Irene se encarga de la salud de los habitantes del lugar además de ejercer, para desgracia del personal, de cocinera. La última en llegar es Alba, bióloga impuesta por el gobierno a la compañía con el fin de estudiar las peculiaridades bióticas de la zona.
El ambiente en la estación es tenso, meses antes falleció Sandoval, uno de los operarios, en un accidente sin que se pudiera recuperar el cadáver. Nadie está muy convencido de que el accidente fuera tal. Al menos el comportamiento de Tyler se hizo aún más desagradable desde el suceso y la desconcertante llegada de Alba enrarece aún más el ambiente.
Como en toda buena novela de misterio nadie es quien dice ser, o al menos es más de lo que aparenta, todos esconden sus propios secretos, y la paranoia se va convirtiendo poco a poco en una forma de vida: misteriosas agresiones en el hielo, inesperados ataques, las idas y venidas de Matías solo despiertan recelo y desconfianza. La salida del ejército y su actual trabajo hacen pensar en que el pasado de Reinosa y Olga tiene bastantes más luces que sombras. El aislamiento y la amargura de Tyler hacen pensar que está castigado en la base a causa de su incompetencia. Irene también está allí por ser incapaz de encontrar un trabajo adecuado. Alba no es menos y despierta las sospechas de todos al demostrar unos pobres conocimientos de biología. Solo Juan parece estar en su lugar, es el mecánico, el manitas, el currante de toda la vida que va a lo suyo pero que no deja de mirar con suspicacia a los fenómenos que le rodean. Todo se complica cuando Alba encuentra sucesivamente el cadáver desaparecido de Sandoval y, en una cueva de hielo, lo que parece ser una antigua instalación militar abandonada.
José Antonio Suárez equilibra muy bien el protagonismo entre todos los personajes, aún siendo Alba quien lleva el peso de la narración. Los descubrimientos sorprendentes y las situaciones de peligro se suceden adecuadamente dosificadas, sin amontonarse pero sin dejar demasiados espacios muertos en la narración, que por otro lado se rellenan con las mutuas acusaciones de servilismo y traición que se dirigen incansablemente los unos a los otros. Este aspecto, así como ciertos episodios algo forzados, es quizá lo menos logrado, algunas conversaciones se alargan más de la cuenta, ciertos desenlaces casi rozan la categoría de deux exmachina, y las conclusiones finales, un tanto precipitadas, hubieran merecido una revisión más reposada.
Lo cierto es que este tipo de narrativa no me entusiasma, no disfruto con el misterio y el suspense. Afortunadamente José Antonio Suárez, al contrario de algunos renombrados escritores de misterio (empezando por la propia Agatha Christie) evita hacer trampas y aunque dosificada y fragmentaria, ofrece al lector la información suficiente para que éste pueda participar en la construcción de la novela. Pese a los deux exmachina mencionados no hay vueltas de tuerca sin sentido, ni los personajes, aún bajo sus máscaras, acaban siendo otra cosa que ellos mismos y lo que el autor induce a pensar sobre ellos.
Un tema que me ha llamado la atención es la portada. Siempre se ha arremetido contra los textos de contraportada que destripan la mitad del argumento, o los prólogos que lo cuentan todo con pelos y señales. En este caso, es la portada la viene a ejercer de correveidile chismoso dando una pista fundamental acerca de algunos de los porqués del libro. En la primera edición de Iniciativa Mercurio era tan evidente que uno se pregunta en que estaba pensando el editor, en esta segunda, no lo es tanto (de hecho no me fijé en el detalle hasta escribir esta reseña) pero está ahí presente, indicando con claridad de lo que va la cosa. Se puede aducir que se trata de un señuelo publicitario, al cabo hay mucha gente que disfruta con ese tipo de historiografía apócrifa, pero a poco que se sea un lector avisado es posible reconstruir la parte central de la novela con bastante anticipación.
Para acabar, si te gusta eso de los misterios y las conspiraciones y eres capaz de hacerte con el libro sin mirar la portada, tendrás en tus manos una interesante novela de misterio y paranoias que bastantes de los muy millonarios autores de best-sellers yankis firmarían encantados.
El contenido de este texto puede ser total o parcialmente reproducido sin autorización explícita y previa del autor y bajo cualquier medio de comunicación siempre que se den las siguientes condiciones:
- Debe incluirse la totalidad de este pie de página.
- No puede modificarse, con la excepción de correcciones ortográficas, tipográficas o de traducción a otro idioma, y nunca excepcionando las correcciones de estilo, contextuales o gramaticales, de las cuales se hace responsable el propio autor en el texto original.
- El autor no renuncia a sus derechos de propiedad intelectual legalmente constituidos y se reserva la posible reclamación oportuna siempre que el medio en que se reproduzca reporte beneficios económicos de cualquier tipo.
Publicado originalmente el 23 de noviembre de 2014 en www.ciencia-ficcion.com
