Impresionante conclusión de La Saga de Majipur, cuatrocientas densas páginas en las que Silverberg echa toda la carne en el asador para narrar el enfrentamiento final entre los habitantes del inmenso Majipur y los metamorfos nativos que han estado conspirando para recuperar su mundo. Como Silverberg demostró en el volumen anterior, este universo abigarrado e intrincado que ha creado tiene la capacidad de contener miles de historias, y este último volumen es como el extracto imprescindible de la historia de hasta una decena de razas y centenares de lugares, nombres y ciudades prácticamente imposibles de abarcar por completo.
VALENTINE PONTÍFICE recupera a éste personaje, la Corona de Majipur a la que le fue arrebatado el cuerpo y el trono por la primera conspiración metamorfa y que de forma imprevista se convertirá en el centro de la crisis de todo su mundo: una importante facción de los metamorfos, liderados por Farataa, liberan plagas y ejércitos de seres terroríficos para arruinar un mundo habitado por veinte mil millones de seres y que apenas concibe la guerra o el delito. Es, así lo creen los metamorfos, el regreso tras purgar el delito cometido por sus antepasados sobre los Reyes del Mar, los fabulosos dragones que emigran por los vastos océanos de Majipur, dotados de mentes extrañas y poderosas. Con la ayuda de Hissune, el discípulo de Valentine elevado desde las clases más bajas del Laberinto, de sus inseparables compañeros y consejeros, de la Dama de la Isla y del Rey de los Sueños, Valentine se enfrentará a quienes amenazan con resquebrajar Majipur. Mientras tanto, el increíblemente anciano Pontífice Tyeveras aguarda en su esfera de cristal a que Valentine decida finalmente ocupar su lugar, y en el Monte del Castillo se dilucide quién será la nueva Corona.
La cantidad de imaginación y fantasía que Silverberg ha plasmado en estas cuatrocientas páginas tiene unas proporciones que difícilmente pueden ser igualables, hasta el punto que con seguridad ningún número de lecturas sería suficiente para agotar esta o las tres novelas anteriores. Sin embargo, este mismo estilo desbordantemente barroco se infiltra de forma incontrolada en el argumento, de tal forma que pierde consistencia y unidad y se convierte en un conjunto de retazos, eso sí, excelentemente remozados. Es esta desgraciada carencia la que hace perder a esta novela la enorme dimensión que sus ideas podrían haberle aportado: la de un conflicto de un gran mundo, entre sociedades, historias y culturas con diferencias abismales, pero no imposibles de salvar.
VALENTINE PONTÍFICE tiene un argumento, por tanto, inconexo. Es una obra desatada en ambos sentidos, por su imaginación irrefrenada y por su construcción desunida. Sin conocer cómo fue gestada, es difícil aventurar nada sobre qué estrategia sirvió para darle forma, pero si de algo vale el instinto de lector no dudaría en afirmar que fue escrita al vuelo, en muchos sentidos, y que bien preparada podría haber logrado una dimensión mucho mayor. De todas formas, en una saga que se lanza a unas proporciones tan inmensas, lo logrado por Silverberg ya es de por sí encomiable.
Calificación:
Narrativa: 4, Argumento: 4, Originalidad: 5, Global: 5