
Se podría decir que una vez leído con cierta asiduidad, Jack Vance no sorprende ni guarda secreto alguno. El esquema de sus novelas es, con bastante aproximación, siempre el mismo: el Héroe (así, con mayúsculas) se ve envuelto en un problema sumamente molesto lo que le obliga a, por un lado, resolver detalles más o menos escabrosos en su propia casa y, por otro, a embarcarse en largos y tortuosos viajes que acabarán con su regreso, más sabio y maduro, la derrota de sus enemigos y alguna que otra recompensa extra en forma de riquezas o emparejamiento ventajoso.
No hay más. Los héroes de Vance son de una pieza, decididos y determinados a concluir con éxito su misión, sean cuales sean los inconvenientes que se les cruce en el camino. No conocen el miedo, o al menos son capaces de controlarlo adecuadamente. Su verborrea solo es comparable a su inteligencia, barnizada con grandes dosis de astucia. Los recursos del héroe vaciano son numerosos y variados, desde la destreza manual a la pura fuerza física. No hay enemigo, ni grande ni pequeño, solo peones que provocan fastidiosas molestias de las que el héroe se evade con notable habilidad y, en ocasiones, con grandes trabajos.
Lo bueno de este esquema es que no resulta difícil saber como va a acabar la novela. Lo malo, que nada de lo que le ocurre al héroe emociona en gran medida puesto que no hay duda de que saldrá con bien de cualesquiera que sea la circunstancia. Lo que verdaderamente resulta cautivador de las narrativa de Vance es que las cuitas de sus héroes son relatadas con pausada minuciosidad y que los mundos en los que se desarrollan los viajes si que son verdaderamente portentosos.
En el caso de Las crónicas de Cadwal veremos a su protagonista, Glawen Clattuc, recorrer decenas de planetas y enfrentarse a villanías sin nombre en sus esfuerzos para que su planeta natal, Cadwal, permanezca en el estado salvaje en el que lo encontró su descubridor, evitando que los retorcidos planes de unos, en apariencia, bienintencionados reformadores lo conviertan en otro mundo superpoblado y contaminado.
En los cuatro volúmenes que componen esta edición tenemos tiempo a comprobar como Galwen, con la ayuda de su padre Scharde, pasa de adolescente taciturno a adulto arrojado e imperturbable. Las intrigas que dentro de su propia familia están a punto de convertirle en un paria en su propia casa, las intrigas a nivel político entre las distintas fuerzas de Cadwal a punto de convertirlo en un paria en su propio mundo, todo parece en su contra ¿todo? ¡No! Su determinación en inteligencia podrá con casi todo.
Cadwal es un mundo sorprendente. Conservado como Reserva Natural por parte de la Sociedad Naturalista de la Tierra, de la que Rudel Neirmann, su primer explorador, formaba parte, se rige por la Carta, el documento mediante el que la Sociedad establece los términos en los que se debe regir la presencia humana en el planeta y como debe ser explotado para mantener íntegro su estado primitivo. Apenas mantiene unos pocos asentamientos humanos. La Estación Araminta, núcleo principal y administrativo del planeta basa su economía en el turismo, atraído por la primitiva naturaleza del planeta, y una limitada producción agrícola, basada fundamentalmente en el cultivo de la vid, que produce exquisitos caldos que se exportan con gran éxito.
Pese a los deseos de la Sociedad, mantener una economía autosuficiente con la exigua y muy limitada población de la Estación Araminta era inviable, y poco a poco fueron llegando al planeta trabajadores con los que cubrir los trabajos más necesarios, para evitar que estos interfirieran en la ecología del planeta, fueron instalados en Lutwen, un atolón cercano, en el que, con el tiempo, acabó formándose una sociedad paralela a la de la Estación y de un morboso interés turístico debido a la peculiar personalidad de los yips, sus habitantes.
Por último, queda Stroma. Un asentamiento situado en un agreste paraje de uno de los continentes de Cadwal, destinado en un principio a los visitantes ocasionales de la Sociedad, pero que con el tiempo acabó adquiriendo entidad propia.
Todos estos elementos son causa de constantes tensiones, en las que Galwen se ve inevitablemente involucrado. Múltiples son las dificultades con las que se encuentra en su camino: su propia familia, en que la que el origen de su madre no fue bien recibido por algunos de sus integrantes, el entorno escolar y social, siempre difícil durante el paso de la adolescencia a la madurez, la situación política entre La Estación, Lutwen y Stroma, las divisiones entre las facciones más tradicionales de la Sociedad y las menos reglamentistas, todas estas circunstancias imbricadas y fuente de continuas conspiraciones e inconvenientes.
Aunque Vance la escribiera en tres libros, e incluso en la edición de Martínez Roca la convirtiera en cuatro (dividido ESTACIÓN ARAMINTA en dos), no deja de ser una única aventura de casi mil páginas, evidentemente extensa, pero que hará las delicias de los seguidores de Vance. Como curiosidad, la edición de Martínez Roca ilustra sus portadas con trabajos de Luis Royo. Algunas de estas ilustraciones también fueron utilizadas posteriormente por Ediciones Robel en su recuperación de El Orden Estelar, de Ángel Torres Quesada. No se trata de copia, ni plagio ni nada parecido, sino una circunstancia muy habitual en el mundo editorial cuando las ilustraciones no se encargan específicamente, sino que se compran en los fondos de dibujantes y agencias.
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Publicado originalmente el 15 de abril de 2012 en www.ciencia-ficcion.com
ALASTOR
CICLO DE TSCHAI, EL PLANETA DE LA AVENTURA
CRÓNICAS DE CADWAL
ESTACIÓN DE ABERCROMBIE
LÁMPARA DE NOCHE
LOS LENGUAJES DE PAO
EL LIBRO DE LOS SUEÑOS
LA MÁQUINA DE MATAR
MASKE: TAERIA
MUNDO AZUL
LOS MUNDOS DE JACK VANCE
EL PALACIO DEL AMOR
PLANETA GIGANTE
EL PRINCIPE GRIS
EL REY ESTELAR
EL ROSTRO
LA SAGA DE LA TIERRA MORIBUNDA
TRILOGÍA DE DURDANE
