
La literatura de ciencia-ficción producida en un país físicamente tan cercano a nosotros como es Francia resulta ser, paradójicamente, la gran desconocida en una cultura como la nuestra, dominada en casi todos los sentidos por lo anglosajón. Si en otras áreas de nuestra vida cotidiana este predominio es bien evidente (ese Papá Noel, hijo adoptivo yanquee, que destrona a los Reyes Magos; ese Halloween que pisa cada vez más el terreno de las festividades de Difuntos tradicionales; esas hamburguesas que socavan sin compasión los hábitos de la dieta mediterránea...) en el ámbito de la anticipación escrita el dominio del imperio anglófono es evidentísimo. Por aquí sólo se lee material traducido del pitinglis y (gracias a ímprobos esfuerzos que están costando lo suyo) algo de producción patria, el cual es un tema que dará, espero, mucho que hablar en el futuro inmediato, pero no ahora. Ahora, en estas líneas de opinión, toca el tema de la cuestión gala, y la cuestión gala es que se trata de un terreno plagado de cuestiones y desconocimientos.
Sé que LOS MONSTRUOS DE GORKA no es precisamente el título más idóneo para comentar las posibles bondades de la ciencia-ficción escrita en Francia, pero ya que he tenido el valor de leerlo, merece por lo menos un comentario. Bien, LES MAÎTRES DE GORKA (ya que el título está penosamente traducido en aras, supongo, de la comercialidad, aunque en el interior se menciona con más criterio a Señores, no a Monstruos...) es una especie de bolsilibro venido a más, con un buen número de páginas (unas doscientas), y una edición bastante decente, y hasta cierto punto de calidad, dado su contenido. Este contenido se resume en: después de nada menos que tres Guerras Atómicas, la raza humana está dividida en dos bandos, las Fuerzas Terrenas y los rebeldes del EMGAL. En medio de una batalla de naves espaciales unas extrañas y poderosas nubes destructoras arrasan con la maquinaria bélica de ambos contendientes, sin que éstos logren descubrir jamás su origen. Tras esto, la Tierra queda limpiada de conflictos y sumida en una nueva civilización controlada siniestramente por los Hermanos de las Brigadas Negras (sic): cabezas rapadas y túnicas más oscuras que la noche al servicio de... ¿quién? ¿o qué..?
Si a primer golpe de vista la novela, por su cuidado en la edición y su procedencia francesa, puede dar el pego, una vez metidos en el meollo comprobamos que estamos nada más que ante un bolsilibro de allende nuestras fronteras. En fin, la historia (narrada en primera persona por el héroe de turno) es evidentemente pulp o, si se prefiere así, ejemplo de la literatura popular que, parece ser, encuentra difusión y lectores en cualquier país con una industria del entretenimiento literario más o menos establecida. Las fuentes en las que Dan Dastier (ignoro si se trata de un seudónimo, o del verdadero nombre del autor) bebe son las habituales: guerras atómicas, dimensiones paralelas, mutantes... un ramillete de tópicos gracias a los que construye una aventura con héroe, compañeros del héroe, chavala que salvar, malos de tebeo, etc... Es revelador, también, que los personajes estén indudablemente norteamericanizados; no hay un François Benoit ni una Mimí Leutreau, sino sendos Gilian Moore o Glenn Pitts; las obcecaciones editoriales de siempre, me temo. Mal, muy mal... En lo positivo anotaremos que, algo es algo, el estilo es suficientemente fluido y la novela no se hace excesivamente cargante en su primera mitad, aunque el desenlace es... es... bueno, poquita cosa. La narración de Dastier es eficaz como entretenimiento aunque, tras dar cerrojazo a la última página, no quede más que un vago rastro en la memoria de haber leído alguna leve aventurilla espacial, de la que los más exigentes lectores harán bien en alejarse, sobre todo si estiman que su tiempo es oro.
El mercado francés está dando muestras de que el género fantástico sube en la estimación de los lectores, a la par que, en España, un crecimiento casi paralelo tiene lugar ahora mismo. Esta ignota novelilla, obra de un no menos ignoto autor, y de escaso interés desde cualquier punto de vista, no es más que la constatación de un pasado que, en algunos puntos, resulta tan parecido en la historia editorial de ambos países. Al igual que los pujantes autores de los que aquí mismo disfrutamos, quedan por descubrir otros supuestos escritores de futuro que, en tierras galas, puedan ofrecernos cosas interesantes en próximos años.
Habrá que estar al tanto y comprobar por nosotros mismos si es así, y si merece la pena seguir esta pista.