Texto de contraportada
LA MUERTE DE LA HIERBA narra el colapso terrorífico de la civilización y los estremecedores cambios que se producen en la superficie de nuestro planeta a consecuencia de una ruptura del equilibrio ecológico. Su poder de convicción le viene de que la acción tiene lugar, no en un hipotético y lejano futuro, sino en el presente. Los personajes son gente de la clase media que viven su existencia agradable y tranquila hasta que la hierba comienza a morir.
Entonces, sus personalidades cambian y la vida se convierte en una lucha desesperada por la supervivencia. Una aventura en la que todos podríamos vernos envueltos en cualquier momento y cualquier lugar.

Los ciudadanos ingleses reciben con estupor la noticia del potente e incontrolado virus asiático Chung-Li que está destruyendo las plantaciones de arroz en China. La radio anuncia el movimiento de millones de hambrientos desesperados que se abren paso hacia la frontera de Hong Kong en busca de comida; se habla ya de más de 200 millones de muertos por las hambrunas. Aunque el problema parece distante, a los pocos meses ocurre lo inesperado: la plaga hace su aparición en Inglaterra.
John Custance y Roger Buckley asumen, con arrogancia y desprecio hacia los políticos orientales, que la ciencia occidental será capaz de crear un remedio eficaz que imposibilite al avance del Chung-Li en Europa. Pero los intentos británicos por frenar la epidemia naufragan; su ensayo con isótopos resulta un fracaso total. El bacilo sale reforzado y ahora es capaz de destruir cualquier plantación.
Ambos discuten sobre la gravedad del asunto. ¿Puede un país como Inglaterra, que importa la mitad de sus alimentos, sobrevivir solo a base de pescado y tubérculos? ¿Cómo deben afrontar los políticos esta crisis? ¿Hay que ayudar a los países asiáticos o empezar a acaparar las reservas de grano? ¿Intentará el gobierno imponer medidas drásticas a los ciudadanos?
Mientras sopesan los pros y los contras de cada medida, los acontecimientos se desencadenan con rapidez. No obstante, Roger, un alto cargo de la administración inglesa, actúa con previsión adelantándose a los racionamientos y los toques de queda. La decisión está tomada: huir de Londres y marchar hasta un valle fértil y escondido propiedad del hermano de John.
Tras hacerse con varias armas de fuego y reclutar al propietario de la armería, Pirrie, para que se una a ellos en su larga y peligrosa marcha, el grupo inicia un periplo, en coche y posteriormente a pie, en el que tendrán que enfrentarse a asesinatos, pillajes, revueltas, secuestros y violaciones. A lo largo de toda la aventura John tiene que afrontar un bueno número de dilemas personales especialmente complicados —abandonar a los miembros menos valiosos del grupo, asumir el liderazgo y la seguridad de la expedición, hacer uso de la violencia extrema para sobrevivir— que le empujan a transformarse, sin quererlo, en una especie de señor feudal estricto y decidido al que todos temen y respetan. Su única responsabilidad es guiar al grupo hasta el valle. Y este fin justifica los medios, por muy terribles que sean.
Samuel Youd (verdadero nombre de John Christopher) plantea en la novela un escenario apocalíptico en el momento justo del colapso de la civilización, cuando los ciudadanos dejan de creer en el gobierno, cuando la ley y el orden carecen de sentido y validez. Entonces aspectos vitales como la empatía desaparecen del comportamiento humano, regresando a la supervivencia más primitiva, más animal. El contexto social tremendo, la situación política crítica y, sobre todo, el hambre justifican cualquier crimen.
Youd nos advierte sobre la fragilidad del ecosistema, sobre los problemas que acarrea la superpoblación y sobre la desmedida fe que, en ocasiones, depositamos en la ciencia. A pesar del año en que fue escrita, 1956, el relato guarda vigencia en la actualidad. El ficticio virus asiático Chung-Li bien puede compararse con algunas de las amenazas reales —armas biológicas, gripe aviar, cultivos genéticamente modificados— que nos rodean hoy en día.
El otro gran tema que plantea el autor en LA MUERTE DE LA HIERBA es la forja del líder. De forma inevitable, al reunirse un grupo cualquiera de personas con un interés igual (y en este caso un interés vital) surge un cabecilla, un individuo que sobresale por encima de los demás no tanto por sus aptitudes físicas o intelectuales y sí por los triunfos y valías que atesora dentro de la expedición. Por otro lado, de igual forma que aparece rápidamente un líder, la necesidad de obedecer y seguir a un guía (y la predisposición a hacerlo por parte de todos) se asienta de inmediato. Youd deja patente en el relato la naturalidad con que los miembros de la caravana delegan el destino de sus vidas en las decisiones que toma un solo hombre. Quizá apremiados por el terror y la desesperación.
La novela rezuma misoginia. En todo el relato se advierte la posición relegada que ocupan las mujeres dentro del grupo, sin aptitudes de liderazgo, menospreciadas a cumplir funciones secundarias y con una actitud sumisa durante toda la marcha hasta el valle. Tal es así que la única fémina que trata de imponer su voluntad, Millicent, acaba siendo asesinada por su propio marido al sorprenderla intentando seducir (sin éxito) a John.
En el grueso de la novela, siempre presidida por un tono aterrador, violento y pesimista, se narra el largo viaje en el predominan los episodios de acción junto a las crudas descripciones de la campiña inglesa caída en la barbarie. Asistimos a escenas bastante deprimentes, como los repetidos asesinatos que contemplan los hijos de John sin inmutarse, volviendo al juego con total naturalidad. Una vez concluida la lectura de esta magnífica novela, las preguntas aparecen por sí solas: ¿Qué haríamos nosotros en una situación similar? ¿Actuaríamos de igual forma? ¿Prevalece antes la supervivencia que la humanidad?
No obstante, la novela tiene algunas premisas que resultan difíciles de aceptar. Una de ellas es la predisposición del gobierno inglés a bombardear con armas nucleares a su propia población con la intención de acabar con la mitad de los habitantes y así asegurar el abastecimiento de alimentos y, por consiguiente, la supervivencia de la otra mitad.
El editor y crítico David Pringle incluye a LA MUERTE DE LA HIERBA dentro de su selección de LAS 100 MEJORES NOVELAS DE CIENCIA-FICCIÓN. El director y realizador Cornel Wilde filmó una adaptación al cine de la novela bajo el título de NO BLADE OF GRASS en 1970.
LA MUERTE DE LA HIERBA es una gran novela que se suma al subgénero catastrofista de la ciencia-ficción anglosajona junto a otros autores como John Wyndham, Brian W. Aldiss, Neville Shute, George Stewart, Richard Matheson y más recientemente Cormac McCarthy y J. G. Ballard.
