Se ha acabado por llamar música pop a una forma concreta de expresión musical caracterizada por una fuerte componente de instrumentos electrónicos y de percusión, alegres letras y melodías, impulsividad juvenil y una notable tendencia hacia la diversión.
En realidad la música popular es algo más que todo eso, y prácticamente cualquier forma musical alejada de las salas de conciertos, encorsetamientos academicistas y virtuosismos casi malabares lo es. Sin embargo, la contracción pop se ha dejado para este tipo de música jovial y vitalista.
En cierto modo, también la ciencia-ficción popular de los bolsilibros y novelas de a duro es ciencia-ficción pop, y de hecho la génesis de ambas es contemporánea en el tiempo. Al menos en España. Durante los años 50 y 60 ambas manifestaciones culturales corrieron de la mano, la música pop forjándose y naciendo principalmente en los países anglosajones de la mano de una generación para la que la Segunda Guerra Mundial era un aburrido tema de conversación de los adultos, las novelas de a duro tomando carta de naturaleza desde kioskos y tiendas de intercambio en aquella España gris y tecnocrática, necesitada de evasión ante la miseria económica, política y cultural de la época.
Aquella ciencia-ficción española poco tenía que ver con las tendencias del la New Wave, estaba directamente emparentada con el pulp de veinte años antes (hasta para eso las cosas llegaban con retraso a España) y como él era alegre y vitalista, con un alto componente naïf y toda una serie de autores encadenados a una forma de fabricar literatura y entender el mercado editorial.
En el Sitio se han publicado durante muchos años estudios y artículos sobre ésta ciencia-ficción popular. Esta sección, no está pensada para tener vida propia, sólo para servir de nexo de unión a todo éste material y desde aquí dar una visión amplia de lo que fue esa manifestación del género.
Sobre éste autor dice Miquel Barceló en CIENCIA-FICCIÓN, GUÍA DE LECTURA:
George H. White es el pseudónimo de Pascual Enguídanos Usach, autor de los 32 volúmenes de La Saga de los Aznar que aparecieron entre 1953 y 1958 en la colección Luchadores del Espacio. La obra ha sido reconocida como la mejor serie de ciencia-ficción publicada en Europa. (Convención Europea de Ciencia Ficción, Bruselas, 1978)
La obra de Enguíanos representa el equivalente español de esa ciencia-ficción basada en la aventura y en la space opera que pobló los pulp norteamericanos de los años treinta y cuarenta, tendencia en la que se forjaron grandes autores como E. E. Doc Smith, Jack Williamson y Edmond Hamilton.
El tiempo ha hecho estragos en la obra de White (al igual que ha sucedido con la de los autores norteamericanos antes citados, aunque en estos han pervivido por lo menos algunos valores ideológicos), pero mantiene el atractivo de su carácter aventurero y la nostalgia de una época ya pasada pero entrañable para algunos de sus lectores de entonces.
La obra presenta un marcado carácter épico y predominan los acontecimientos bélicos y todo tipo de aventuras, aunque se percibe un cierto respeto a la ciencia y a la tecnología que no quedan tan maltratadas como en otras obras de la época.
En esta sección, obra del entusiasmo de José Carlos Canalda, pretendemos dar una visión amplia pero precisa de la obra de Pascual Enguídanos como George H. White y Van S. Smith, para ello, he estructurado la sección dedicando un apartado a las novelas individuales aparecidas en Luchadores del Espacio, a las miniseries (novelas con un acusado nexo común) escritas por Enguídanos para la misma colección, una sección dedicada a analizar detalladamente La Saga de los Aznar y una pequeña semblanza biográfica y profesional de Pascual Enguídanos Usach.
Aún quedan muchas cosas por hacer, algunos apartados no están completos, en otros hay que efectuar aún importantes modificaciones y en algunos hay evidentes errores... que no he sido capaz de detectar ;)
Pero poco a poco iremos completando y puliendo todo este entramado y, con el tiempo, esperamos que sea un punto de obligada referencia para todos aquellos que deseen estudiar o simplemente rememorar aquellas entrañables novelas de a duro que tan buenos ratos hicieron pasar a más de uno.
Francisco José Súñer Iglesias 1 de noviembre de 1998 Créditos
Ángel Torres Quesada
Hacer una semblanza de un autor, y más si éste está vivo, resulta complicado y arriesgado. Arriesgado porque el autor puede sentirse ofendido, y como en este mundillo en el que nos movemos todos nos conocemos, es posible que puedas ganarte algún que otro soplamocos de despecho.
Por suerte hablar, bien, del hacer de Ángel Torres es relativamente sencillo. Primero porque es un amigo, segundo porque es un autor de reconocida trayectoria y tercero porque su obra, en general, es excelente.
El Sitio de Ciencia Ficción aumenta su contenido, ya de por sí extenso, con la creación una nueva sección dedicada a este autor, propiciada por la excelente reedición de las novelas de El Orden Estelar por parte de la Editorial Robel.
Ángel Torres Quesada es, entre otras cosas, uno de los autores de ciencia-ficción más prolíficos del panorama español. Nacido en Cádiz en 1940, lleva en el mercado editorial desde 1963, año en el que se publicó su primer relato titulado UN MUNDO LLAMADO BADOOM en la colección Luchadores del Espacio de Editorial Valenciana. Son ya 40 años dedicados a escribir sus fantasías y a ilusionar a sus lectores con esas aventuras inventadas.
Cursó estudios de comercio en la Escuela de Comercio de Cádiz y se dedicó profesionalmente, hasta su reciente retiro como a él le gusta decir, al sector de la hostelería. Durante muchos años compaginó sus inquietudes literarias con su obrador de confitería en Cádiz. Por tanto, se puede decir que se ha dedicado a alimentar el espíritu, mediante sus escritos, y el cuerpo, a través de sus tartas y pasteles.
Ángel Torres es un escritor autodidacta. Su formación académica no se ajustó en ningún momento a un currículum relacionado con la literatura. Este condicionante es un referente para muchos autores de su generación, que no poseyeron una formación literaria concreta. Esta carencia se compensó al ser Torres un lector empedernido. Es evidente que aprendió a escribir, con una calidad literaria más que aceptable, a raíz de sus muchas lecturas de otros autores.
Desde pequeño fue un gran aficionado a la ciencia-ficción. Primero, como tantos otros, se apasionó por los tebeos; Superman, Flash Gordon, Tarzán o Mandrake el mago, fueron sus inicios en la lectura de estas historias de ciencia-ficción. Después continuaría con la colección Luchadores del Espacio o la de Futuro y seguiría leyendo todo lo que caía en sus manos sobre ciencia-ficción.
Quizás su gran obra popular sea la serie El Orden Estelar, que ahora se reedita. En esta serie de relatos, con un marco de referencia encuadrado en el subgénero de los Imperios Estelares. Esta aportación a la literatura de novela de a duro, supuso mejorar mucho la media con respecto a otros autores. Sus historias tenían más profundidad y calidad literaria que la de muchos colegas suyos de la época. Será por eso que estas novelas, editadas por Bruguera, son inencontrables en el mercado de segunda mano, o vendidas a precios exorbitantes.
Pero Ángel Torres tuvo la habilidad, y evidentemente la calidad, para poder dar el salto a una literatura mas ambiciosa. Sus posteriores relatos, entre los que se destacaría la tetralogía de Las Islas, la serie de los Dioses, LA DAMA DE PLATA o LAS GRIETAS DEL TIEMPO, son obras mucho más maduras y ambiciosas. Si me preguntaran cual es el mejor libro de Torres, no sabría decir cual, aunque guardo recuerdo de un bolsilibro titulado UN TRAZO DE LUZ que aun mantengo fresco en la memoria- para que yo recuerde algo que sólo he leído una vez debe ser, en mis esquemas, muy bueno. En su producción posterior siempre me ha parecido excelente LOS VIENTOS DEL OLVIDO, tal vez porque combina hábilmente la ciencia-ficción con la investigación histórica, campo en el que Ángel Torres se mueve muy bien al ser un gran aficionado a la Historia. Sus relatos también han obtenido el reconocimiento en forma de premios como el UPC por EL CÍRCULO DE PIEDRA o la beca Pepsi-Semana Negra de Gijón que le llevó a escribir SOMBRAS EN LA ETERNIDAD.
Ángel Torres continúa escribiendo y, desde su retiro hace pocos meses, ha emprendido la antes comentada reedición de la serie de El Orden Estelar, así como otros proyectos para otras editoriales. Sus cuentos cortos se publican asiduamente en las publicaciones periódicas de España y tiene en cartera algunas novelas ya escritas, y que he tenido el privilegio de leer, que dan fe de su excelente momento actual.
Por último sólo me queda recomendar que lean los libros de Ángel Torres, es seguro que casi nadie resultará defraudado
Luis García Lecha es, sin ningún género de dudas, uno de los más prolíficos autores españoles de literatura popular, con un total en su haber de dos mil novelas largas —dos mil tres, exactamente, son las que tenía contabilizadas el propio autor— no sólo de ciencia-ficción, de las que llegó a escribir casi seiscientas, sino también de la práctica totalidad de los otros géneros: oeste, bélico, policíaco, terror... Asimismo ha sido autor de artículos de humor para los tebeos Can-Can y D. D. T., de la editorial Bruguera y de numerosos guiones para historietas de Hazañas bélicas y de aventuras. Es importante resaltar que, aunque sus novelas de ciencia-ficción tan sólo suponen un tercio escaso del total de su producción, constituyen casi la quinta parte de la totalidad de los bolsilibros de género futurista publicados en nuestro país, lo que no es precisamente poco.
Lamentablemente, de toda su ingente producción de bolsilibros tan sólo en dos ocasiones, concretamente en las colecciones Best Sellers del Espacio y Espacio Extra, ambas de la editorial Toray, se le permitió firmar con su propio nombre, razón por la que habrá que buscarle tras los diversos seudónimos que utilizó a lo largo de su carrera literaria: Clark Carrados, que según todos los indicios se trata un homenaje al detective ciego Max Carrados, un personaje literario creado por el novelista inglés Ernest Bramah (1868-1.942); Louis G. Milk, una curiosa y peculiar trascripción al inglés de su propio nombre; Glenn Parrish y, ya para las novelas del oeste, Casey Mendoza, junto con otros menos frecuentes que no utilizó en sus novelas de ciencia-ficción tales como Konrat von Kasella o Elmer Evans. Como anécdota curiosa, cabe anotar que simultaneaba los dos seudónimos de Clark Carrados y Louis G. Milk en la colección Espacio, de la editorial Toray, debido a exigencias editoriales en un nada disimulado intento, por parte de los responsables de la colección, de repartir su ingente producción entre dos autores diferentes para no desequilibrar, es de suponer, la nómina oficial de colaboradores de la misma. Y lo curioso, es que cada uno de estos dos autores resultaba ser el favorito de diferentes lectores.
Tendría alrededor de diez años, así que debió de ocurrir hacia 1968 ó 1969. Por aquel entonces todos los críos de mi edad leíamos mucho más de lo que leen los chavales ahora; no porque fuéramos más cultos, sino porque la televisión se limitaba a las dos cadenas de TVE (y eso quien tenía la suerte de pillar la segunda, que no era mi caso) con una programación además mucho más reducida que la de ahora, y por supuesto no había nada parecido a las videoconsolas o internet. Así pues, leíamos.
¿Qué leíamos? Pues básicamente, tebeos e historietas gráficas (todavía no se llamaban cómics) tales como El Capitán Trueno, El Jabato, Hazañas bélicas... La oferta era extensa, y su precio asequible. La literatura juvenil no estaba tan extendida como ahora, aunque existían colecciones tales como Historias, de la editorial Bruguera. Ah, se me olvidaba, también hacíamos colecciones de cromos, muy populares entonces.
En esas estábamos cuando un buen día me enteré de que muy cerca de casa habían abierto una librería de lance, la primera existente en mi ciudad (Alcalá de Henares) si hacemos excepción de un tenderete que montaban en el mercadillo semanal. Huelga decir que me faltó el tiempo para ir a echar un vistazo... y me pareció encontrarme en el Paraíso. Imagínense una entrada estrecha, pero profunda, con un escaparate de varios metros de longitud, todo él repleto de esas maravillas con portadas de vivos colores que tanto excitaban mi espíritu infantil. Luego, en el interior, había unos mostradores y, detrás de ellos, unas estanterías tras las cuales se adivinaban mil y un tesoros esperando a ser leídos... Me impactó, y mucho.
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