Un viejo dicho aconseja si no los puedes deslumbrar con tu sabiduría confúndelos con tu palabrería
o en castizo: Si no puedes impresionar con tu inteligencia, desconcierta con gilipolleces
. Muchas veces leyendo a Gibson tengo la sensación de que no tiene una idea clara de que quiere narrar. Se le pasaban un par de ideas por la cabeza, o tenía noticia de algún adelanto tecnológico que le parecía curioso y en segundos lo convertía en el argumento para una novela que escribía a toda prisa para pasar a la casilla siguiente.
Con IDORU me ha pasado esto. Mucha rapidez, mucha energía, muchas ideas pero... no he terminado de conectar con una historia que, si bien supongo novedosa para 1998, tampoco es que partiera de una base en especial revolucionaria. Uno de los hilos de la novela cuenta como Rez, una mega estrella de rock, pretende casarse Rei Toei, una idoru, una inteligencia artificial con proyección holográfica. La idea para la época ya era más vieja que el hilo negro, el viejo Max Headroom se reiría desde su base de datos. Lo más revolucionario
es la intención de Rez de unirse a un ente sintético e incorpóreo, aunque las uniones extravagantes también eran cotilleos aburridos para la época, desde que Calígula demostró la extrema pasión que sentía por su caballo Incitato.
El caso es que Gibson nunca se ha caracterizado por la extrema originalidad de los temas que elegía, sino por su tratamiento, sin duda novedoso y arriesgado para la época, lo que le proporcionó tantas alabanzas como críticas.
En IDORU no hay nada que destaque por su originalidad, pero si un montón de cosas narradas con ese estilo tan especial, lleno de diálogos contundentes, muy al estilo de la novela negra de los años dorados del pulp, descripciones alambicadas, en lo que a cuestiones técnicas y filosóficas se trata, y una prosa directa y ligera, de una agilidad que a veces la hace evanescente, a lo que no ayuda la abundancia de términos japoneses que, llegado un momento, se confunden entre si y a poco que no se esté atento a las explicaciones originales acaban convirtiendo el libro en un mar de referencias ininteligibles.
Otra característica de la narrativa de Gibson es su afición a seguir dos personajes, con misiones en apariencia divergentes, para al final reunirlos en un final catárquico. Aquí tenemos a Colin Laney, especialista en análisis de datos que es contratado para determinar ciertos aspectos del comportamiento de Rez, y por otro lado a Chia McKenzie, que casi con igual objetivo es destacada por un club de fans de Rez. Luego hay un montón de idas y venidas por un Tokio alucinógeno, conspiraciones más o menos soterradas, tecnología de todos los colores y un final que a mi me he resultado flojo después de tanta pirotecnia.
Como no es menos, en realidad en las novelas de Gibson solo hay un protagonista, él mismo que maneja las marionetas a su capricho, sin que estas tengan muchas posibilidades de escapar a los antojos de su creador.
CONDE CERO
HISTORIA CERO
IDORU
LUZ VIRTUAL
LA MÁQUINA DIFERENCIAL
MONA LISA ACELERADA
MUNDO ESPEJO
NEUROMANTE
PAÍS DE ESPÍAS
QUEMANDO CROMO
TODAS LAS FIESTAS DE MAÑANA