Quizás sea este uno de los poquísimos comentarios, existentes en internet, realizados a unas obras que no han sido leídas por el comentarista, o más bien no en su totalidad.
Y todavía es más extraño porque encima así lo reconoce. Y no podría ser menos, ya que a la hora de escribir estas palabras, la tercera de las tres novelas todavía no ha sido publicada.
Pero no van por ahí los tiros, ya que de la segunda, apenas ha llegado al 50% y ha decidido abandonar por los motivos que ahora se explican.
Pero antes empecemos por lo que deberíamos, que es decir de qué estamos hablando.
El autor de los libros tiene el sencillo nombre de Hannu Rajaniemi, y ha escrito una trilogía que tiene por títulos EL LADRÓN CUÁNTICO, THE FRACTAL PRINCE y la todavía no publicada pero sí escrita THE CASUAL ANGEL.
Como ya se adivina, la historia transcurre en un futuro semiapocalíptico en el que las máquinas se han rebelado. De repente, cualquier aparato que contuviera inteligencia artificial decidió que no iba a estar bajo la férula de la humanidad y decidió tomar las de Villadiego, despiojarse de humanos y seguir su devenir de forma independiente.
Eso terminó con una caída de la civilización, o más bien una especie de guerra de guerrillas que todavía continúa, con humanos controlando cierta parte de informática, y otra informática completamente independiente pero con puntos en común, de modo que hay zonas compartidas.
A esto hay que añadir el componente cyberpunk, basado en el entrelazamiento cuántico. Los humanos pueden ser o bien entes informáticos o bien personas físicas, pudiéndose teletransportar de un lado a otro, o tener una parte biológica y otra digital, intercambiables e intercomunicadas.
A lo largo de los libros se nos van presentando diferentes sociedades basadas en estos aspectos. Por ejemplo, en Marte existe una ciudad móvil en la que residen unas personas que viven y mueren por turnos, siendo almacenadas y vueltas a restaurar dependiendo de qué toque.
Aparte, poseen un componente público, una especie de memoria pública y compartida en la cual cada uno almacena lo que quiere, y lo comparte con quien quiere, una especie de Facebook con esteroides, todo ello asegurado mediante encriptación cuántica fuerte.
Otro de los grupos sociales son hijos de las ideas de Moravec, que residen por Júpiter (como no podía ser de otra forma) y que son entidades biocibernéticas, tanto con forma humana (o casi) como con especialización total.
En el segundo libro se nos presenta una nueva sociedad de corte oriental situada en la Tierra, justo al lado de uno de esos nexos de unión entre las IA independientes y la gente común, en la que las personas a veces son invadidas por virus o como se dice en el libro, poseídas. De hecho, allí las gentes viven en un delicado y peligroso equilibrio, ya que necesitan a las máquinas independientes, con el inconveniente de que estas, a veces, se extralimitan en sus funciones.
Sin dejar de ser original, todo esto no es más que una mezcla de las novelas de Dan Simmons, sobre todo las de OLYMPO e ILION, y la del manual para jovencitas de Stepenson, sin descartar otras más que evidentes influencias cyberpunkianas como las de Sterling en su CISMATRIX o del reciente truño de Kim Stanley Robinson, 2312.
Una de las cosas que más detesta el que esto escribe es la ocultación de información únicamente por el uso de palabras inventadas y sin sentido. Es decir, no es que odie una obra porque tenga palabras extrañas, lo que no le gusta es el hecho de que el autor las utilice para hacernos extraña la sociedad y el desarrollo del argumento. O dicho de otra forma, si en lugar de poner gogles hubiera puesto programas, nada habría cambiado en el texto salvo que uno se habría enterado de qué son en su primera aparición y no al cabo de la mitad de la novela.
Otro ejemplo que sólo se desvela casi en la mitad de la segunda obra, son los nombres verdaderos de las cosas, un guiño (igual que la anterior referencia), pero que al final no dejan de ser comandos de control hacia las máquinas independientes, comandos perdidos a causa de la caída de la civilización pero que dan un dominio extra de las personas que las conocen sobre sus compañeros y sobre las IA independientes (que quizás no lo serían tanto si todo el mundo los supiera y que, haciendo un poco de mago, puede que tengan algo que ver con el final de la trilogía que, como ya se ha dicho, uno no piensa leer).
También hay que añadir que la lectura se facilita mucho si se han leído obras anteriores relacionadas con el género como las citadas, ya que hay muchos —demasiados—lugares comunes.
Y ese es uno de los motivos por los cuales no se ha terminado de leer: existen obras de mucha mayor calidad y enjundia que las comentadas, en las que lo exótico, sin que el efecto maravilla pierda todo su esplendor porque estamos ante la enésima variación de un mismo tema. Como ya se ha dicho en otros lugares y con otros géneros, leída una historia de zombies, leídas todas. Aquí pasa lo mismo.
* * *
Veamos ahora el segundo motivo del abandono.
La historia es muy pobre y, para más inri, el segundo volumen es la misma historia contada en otra parte.
En el ladrón cuántico, una especie de Arsenio Lupin investiga un crimen cometido en la sociedad marciana descrita más arriba. Por otro lado, una combinación de humana y nave, ambos moravecs, rescatan a Jean le Flambeur, un más que famoso criminal (haciendo juego con el que sea equivalente al Moriarty en la historia de Lupin) de una cárcel digital gestionada por las IA independientes, en la que al prisionero se le obliga, día tras día, a vivir el dilema del prisionero.
El desarrollo de la acción es tremendamente lento. Apenas ocurren cosas interesantes, y el golpe final tampoco resulta muy apoteósico, porque encima en él hay varias cosas sacadas de la manga y las que no, resultan más que previsibles.
Mucha paja, mucho regodeo en describir cosas que no vienen al caso, al menos para los que ya llevan una buena dosis de novelas similares sobre su espalda. Suponemos que para quien entre en el género por primera o segunda vez la cosa le resulte interesante, pero para los que llevamos algo más de tiempo, no deja de ser más de lo mismo.
El segundo volumen comienza donde acaba el primero, con los tres personajes (el ladrón, la chica y la nave) huyendo hacia la Tierra para seguir sus investigaciones, que todavía no tenemos muy claro en qué consisten.
Y repetimos escenario. En la Tierra una chica, esta vez un hacker informático, tiene contacto con las IA libres, deshaciendo entuertos y ayudando a las personas que se ven infectadas por los virus IA, pese a que por ello tiene mala fama entre los suyos.
Tras varias escenas bastante oníricas y sin mucho sentido, tanto desde el lado de los tres protagonistas que huyen, como de la chica, el que esto escribe ha dejado de leer.
¿Por qué? Porque los paralelismos argumentales y escénicos con la novela anterior son, más que evidentes, aburridos. Porque las escenas de relleno (casi todas) son todavía más quiméricas y con menos sentido argumental que las del volumen anterior.
Y en tercer lugar, porque el que esto escribe tiene mejores cosas que hacer que leer la enésima paja mental sobre una distopía que aprovecha el tirón mediático del cyberpunk y que no aporta nada nuevo al género.
Realmente no se entiende por qué tanto revuelo con estos libros.
RFOG dixit.
