
La lectura de EL AYER VACÍO me iba dejando página a página esa típica sensación de dejà vu que provocan las obras ya leídas pero no recordadas.
Como era imposible, por lo reciente de su publicación, que fuera una de esas novelas compradas por olvido por segunda (¡o tercera!) vez al cabo de los años, era igualmente obvio que entre las posibles virtudes de EL AYER VACÍO no se encuentra, de ningún modo la de la originalidad.
En esencia trata de los manejos y conspiraciones a nivel galáctico de megacorporaciones y gobiernos, tan elementales en sus objetivos (to pa´mi) como retorcidos en sus métodos. La personalización del relato se hace en un agente doble o triple, o cuádruple, que acabé por no enterarme, virtualmente invulnerable e increíblemente fuerte, listo, suertudo y, en fin, hombre de recursos inagotables.
Además, se salpimenta la trama con toques ciberpunk (patéticos, pero eso no es culpa del autor, se trata de un mal endémico del ciberpunk) nanotecnológicos (muy poco consistentes; ¿no sale un poco cara la ingeniería civil a base de nanobots?) sociales (la amoralidad de los poderosos, las desgracias los pobres y tal y cual) y una excesivamente enrevesada trama conspiradora que hace necesario un epílogo, como los de antes, para atar cabos aquí y allá y aclarar ciertos puntos que la narración no ha sido capaz de concretar por si misma.
Y la verdad es que es una lástima que EL AYER VACÍO peque de tanta endeblez argumental porque José Miguel Pallarés escribe muy bien. A excepción de los típicos diálogos que caen en el absurdo por el intento de hacerlos transcendentes o barriobajeros, y alguna que otra bajada al infierno del hard mal entendido, la forma de escribir de José Miguel Pallarés es ágil y más que correcta.
Por si esto fuera poco se ve a la legua que es un hombre de comic, o por mejor decir, un escritor de cómic. Sistemáticamente se usa el término parece un comic
para describir novelas o películas de acción desbordante e imparable. Eso sólo puede hacerlo alguien que no tiene ni idea de cómic y la única noción que posee es la de los delirantes comics-book o los dinámicos mangas.
Un guionista de cómic, al revés que el dibujante, debe ser capaz de sugerir la imagen sin necesidad de describirla. No hay nada que más incordie a las estrellitas gráficas que un guionista excesivamente detallista, por eso, el guionista desarrolla la habilidad de sugerir sin describir. Y esa es la mayor virtud de EL AYER VACÍO, apenas hay descripciones ni inútiles enumeraciones que se olvidan a las cuatro páginas, el lector se sitúa rápidamente, y la obra resulta ser muy visual
.
En otro orden de cosas, tal y como le ocurría a Juanjo Sánchez Arreseigor con EXPEDICIÓN A CAJAL, José Miguel Pallarés peca que excesiva ambición en la relativa poca extensión de EL AYER VACÍO. Ocurren demasiadas cosas, y la dispersión de líneas argumentales, por mucho que finalmente acaben convergiendo, necesita de una mayor cantidad de páginas para desarrollarlas sin apelotonar ideas y conceptos y, lo peor de todo, para no acabar con urgencias, queriendo despachar todo en las últimas páginas con un par de explicaciones poco convincentes y muy tomadas por los pelos.
Eso lo sufren principalmente los personajes. Altaba, el protagonista casi mitológico de la novela (¡un superhéroe!) es, pese a sus pesadillas y desorientación, un personaje plano y bastante soso. Escorpión, la imposible contendiente y perseguidora de Altaba, es tan prescindible que sus continuas intervenciones no hacen más que dejar perplejo al lector. Del resto de los personajes quedan pocos recuerdos, y no precisamente interesantes.
En fin, una obra bien escrita pero con una buena cantidad de defectos fundamentales que, con todo, no impiden que sea entretenida y se pueda leer perfectamente como una space-opera más bien liviana aunque un poco enrevesada, pero nunca como la obra kafkiana y de inspiración existencialista que se asegura en la portada.
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Publicado originalmente el 1 de noviembre de 1998 en www.ciencia-ficcion.com