Cómo la ciencia-ficción Chilena se transformó en otro dispositivo narrativo comercial
Hace años que vengo aguardando por LA antología de relatos de ciencia-ficción hecha en mi país, que aunque no nos coloque en órbita mundial, sí nos muestre como poseedores de una larga y sostenida tradición literaria, aunque ciertamente, oculta y omitida las más de las veces, por la prensa y la academia, lo que ha significado un descrédito o peor, una sospecha infundada, entre los escasos lectores interesados. Pues cada nuevo libro ciencia-ficción chileno que cae en mis manos, reabre esta interrogante, aumenta mis expectativas y fatalmente, genera nuevas decepciones o al menos, me invita a desaguar estos coletazos de indignación que quisiera compartir con ustedes, a propósito de la reciente aparición de cierta antología de autores de ciencia-ficción chilenos, en una editorial transnacional, lo que debió significar un espaldarazo para la escena fantástica local, pero lamentablemente, no lo fue, ni quiso serlo, por las razones que expondremos a continuación.

Desde fines de los años 80 y hasta la fecha, sólo tres antologías (o publicaciones colectivas, que no es lo mismo, pero bueno, hoy casi nadie repara en tales distingos) se han arrogado la tarea de informarnos y/o educarnos respecto a la producción narrativa fantástica, del subgénero conocido como ciencia-ficción, pero pensadas y escritas desde Chile. Y estas son: ANTOLOGÍA DE CUENTOS CHILENOS DE CIENCIA-FICCIÓN Y FANTASÍA de Andrés Rojas-Murphy (Andrés Bello, 1988) que contiene 12 relatos, que incluyen nombres ya clásicos para la ciencia-ficción chilena de los años 60-70, de hecho, todos ellos, incluido el antologador, fueron miembros del primer Club de ciencia-ficción de Chile, y me refiero a Elena Aldunate y Antonio Montero, quienes junto a otros autores mainstrean, como los poetas y premios nacionales de literatura: Braulio Arenas, Miguel Arteche y Augusto d`Halmar, junto al destacado dramaturgo chileno de los años 50: Luis Alberto Heiremans, cultivaron una literatura fantástica y de ciencia-ficción digna y claramente un aporte al género. Sólo sobra, a nuestro estricto parecer, un tal Horacio Bascuñán, desconocido hasta la fecha. ¿Y el resto? Aunque huelga decir que este libro, en general, no desmerece ni en presentación ni selección, sí debemos declarar enfáticamente que la particular ausencia de Hugo Correa, nuestro máximo exponente a nivel mundial de esta literatura, es una omisión ominosa, un error editorial de aquellos... Pero, tal como me lo ha hecho ver Roberto Pliscoff, gran estudioso y el mayor coleccionista del género en Chile, a su vez, la sola presencia de nombres claves para entender el desarrollo de la ciencia-ficción chilena (pero invisibles o ignorados) como son Enrique Araya, Ilda Cádiz o René Peri, junto a las nuevas voces (de ese entonces): Myriam Phillips y Carlos Raúl Sepúlveda, bien vale la pena una mención destacada en cualquier reseña que se precie de justa y fandómica (sic)

Luego, le toca el turno a AÑOS LUZ. MAPA ESTELAR DE LA CIENCIA-FICCIÓN CHILENA de Marcelo Novoa (Puerto de Escape / Universidad de Valparaíso, 2006) que como su nombre lo indica, quiso convertirse en la carta astral de las letras fantásticas nacionales. Con 36 autores seleccionados, desde 1911 y hasta 2005, constituye el esfuerzo más serio y enterado de canonización de la ciencia-ficción chilena. Pues, además, en sus más de 400 páginas propone una segmentación historiográfica muy útil, a saber: Casi la Edad de Oro (desde 1930 a 1959); Los continuadores invisibles (1960 – 1979); La edad (+) dura (1980 – 1999); y The Nex Generation (2000-...) Aunque, como toda antología de tales pretensiones, incluye más de un autor que difícilmente catalogaríamos como tal (es el caso de Raquel Jodorowsky, hermana del sicomago y guionista de comics, desopilante e inclasificable narradora, por decir lo menos; lo mismo que el infumable Juan de la Láctea (sic) con sus Poemas galácticos entremezclados entre tanto narrador avezado) Además de sumar a los desconocidos de siempre: Sergio Escobar y Enzo Reyes, de quienes no hemos podido hallar otras inclusiones en estudios o críticas. Y ausencias impensables para cualquier historiador serio del tema, como Francisco Miralles o Ernesto Silva Román, que sí figuran como auténticos fundadores del género en nuestro país en todos los artículos que hemos leído. Así pues, esta antología total, si se pudiera afirmar tal inexactitud, trae un prólogo del mismo Novoa que aclara muchas dudas respecto a la existencia y continuidad del género en nuestro país, indicándonos nombres y obras que todo lector interesado en nuestra historiografía fantástica debiera conocer, sí o sí. Por ello, su atrevimiento editorial, inédito en Latinoamérica, hasta donde conozco, pudiera compararse con VISIONES PELIGROSAS de Harlan Ellison, que refundan el género anglosajón allá por los 70. Pero como suele pasar en mi querido país, tan magno esfuerzo sólo será rescatado a futuro... Lo que para alguien dedicado a la literatura de anticipación, es una amarga ironía...

Y finalmente nos toparemos con ALUCINACIONES.TXT (Puerto de Escape, 2007) Selección a cargo de Luis Saavedra, Jorge Baradit, Pablo Castro y Rodrigo Mundaca (a cargo del e-zine TauZero) quienes se antologan junto a otros 20 autores nacionales, la mayoría jóvenes y actuales, incluso algunos de ellos inéditos o primerizos. Pareciera ser que allí donde finalizó AÑOS LUZ esta antología quiso tomar el relevo y señalar el nuevo rumbo de la fantasía patria. Así aparecen los nombres de Sergio Amira, Jorge Baradit, Oscar Barrientos, Álvaro Bisama, Pablo Castro, Alejandra Costamagna, Toncy Dunlop, Carlos Gaona, Sergio Gómez, Ángela González, Marcelo López, Tito Matamala, Sergio Meier, Gabriel Mérida, Francisco Ortega, Armando Rosselot, Alberto Rojas, Luis Saavedra, Francisca Solar y Soledad Véliz. Esta selección desigual pero meritoria, reúne algunas de las principales voces que se vienen repitiendo al momento de enumerar las nuevas promociones de literatura fantástica chilena. Sólo hay que decir en su contra que no persigue ningún tipo de especificidad, pues se suceden cuentos fantásticos, de terror, de anticipación y otros claramente de ciencia-ficción, sin orden o alternancia alguna. De hecho, el prólogo de circunstancias, unas breves notas de la investigadora norteamericana, Andrea Bell, señalan al respecto: Muchas de las historias desatienden los confines del género, donde se entremezclan temas y motivos clásicos de la ciencia-ficción con el horror, la fantasía, la ficción detectivesca, el erotismo, comics, superhéroes y otros, para darnos un honorable y distintivo rasgo de la ciencia-ficción latinoamericana, la cual ya era postmoderna antes que ese término fuese alguna vez concebido
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Y volvemos entonces a CUENTOS CHILENOS DE CIENCIA-FICCIÓN del Grupo Norma Editorial (2010) que principia por no poseer editor y/o seleccionador visible que se haga cargo de los (des) criterios de selección de los textos contenidos (a saber, nueve autores con igual número de relatos: Alberto Rojas, Francisca Solar, Daniel Villalobos, Mike Wilson, Luis Emilio Guzmán, Jorge Baradit, Carlos Tromben, Marcelo Simonetti y Francisco Ortega; además de una muestra sucinta de cinco artistas gráficos, a los que nos referiremos en su momento) autores todos a quienes se les identifica en la contratapa como las nuevas y más destacadas voces de la literatura chilena
. Y esto, de por sí merece nuestras reservas de entrada, pues claramente no son ni lo uno ni lo otro. Pues algunos autores son nacidos en los años 60 y por lo mismo, difícilmente podrían ser nuevos y otros, sólo han aparecido en publicaciones colectivas o como guionistas de teleseries (¡?) y tampoco les calza aquello de destacadas. Pero esto, ya lo intuíamos, nada importa, pues es una contratapa comercial y éstas suelen apuntalar cualquier descalabro textual que se halle en su interior. Entonces, vámonos al examen de los relatos aquí reunidos.
Alberto Rojas abre el volumen con un relato de aire clásico, VOLVIENDO DEL FRÍO, donde una exitosa empresa de criogenia debe enfrentar insólitas complicaciones, más bien esotéricas, antes que tecnológicas. Seguido del breve relato DÉJAME IR de Francisca Solar, que sensiblemente nos describe los inconvenientes existenciales al alargar artificialmente la vida de nuestros seres queridos ya muertos. Y lo cierran: MODELO 52 de Marcelo Simonetti, sobre una notable variación de la guerra de los sexos en un Santiago distópico, y DINO BONSAI de Francisco Ortega, que nos deslumbra con un imaginario propio del cómic, al entrecruzar una invasión alienígena con la vida de mapuches futuristas. Todos ellos están muy bien escritos y ambientan convenientemente sus historias a nuestra mentalidad latinoamericana, donde nunca han estado alejadas las fantasías de las pesadillas. Y luego, RÉPLICA de Daniel Villalobos es un perfecto cuento ciencia-ficción, que bien pudiera ser guión de un capítulo de Twilight Zone, ácido y seco, muy al estilo del realismo sucio norteamericano. Pero desde aquí en adelante, las cosas van de mal en peor, pues los siguientes relatos: PHANTOM PAIN de Mike Wilson, VAGÓN de Luis Emilio Guzmán y PASAJERA de Carlos Tromben, aparte de carecer de todo interés narrativo por lo rebuscado de sus argumentos, sólo tienen apariencia de ciencia-ficción, pues no hay nada científicamente probable o tecnológicamente anticipatorio en ellos, siendo simples autores mainstream que usan la ciencia-ficción como dispositivo narratológico a su servicio, y no al revés, como ha sucedido con notables plumas gringas (Forrester Wallace o Chabon, por ejemplo) quienes sí han entendido los alcances del género, agregando a su sello y estilo, el potente imaginario ciencia-ficción mundial. Finalmente, quisiera advertir a Jorge Baradit, nuestro hombre en las grandes ligas de la ciencia-ficción hispana, que su texto WUNYELFE, es simplemente una reescritura o refrito de sus anteriores entregas de LA CONQUISTA MÁGICA DE AMÉRICA, y que abusar tanto de su original universo cyberchamánico, sólo traerá decepciones de partes de los lectores más enterados. Además que el cuento contiene serios errores gramaticales y de redacción, que no pueden atribuirse a editor alguno, pues éste malamente brilla por su ausencia.
Por todo esto, tiene cabida nuestra más seria crítica al actual rumbo que van tomando las publicaciones de ciencia-ficción chilenas, pues los autores —siempre ninguneados y casi invisibles para el canon local— han sucumbido a los cantos de sirenas de las editoriales comerciales (Planeta, Ediciones B, Norma y otras de seguro llegarán a la repartija del botín) pues están falseando (aquí no se puede hablar de contaminar un género de por sí abierto a todas las modas, estéticas y experimentos, quizás más que ningún otro en la actualidad) al corromper sus búsquedas autorales, en pos del éxito fácil o lo que es peor, la masividad ramplona que, deben creerlo así, venderá más. Esto nos deja el mismo mal sabor de las grandes producciones cinematográficas de Hollywood, que sacrifican contenidos y seriedad de sus tratamientos temáticos, en pos de mayores efectos especiales vacíos, y golpes de efecto que sacudan a la galería de descerebrados adolescentes que pareciera ser el target de estos filmes olvidables, y así lo sospechamos, de esta edición de cuentos chilenos de ciencia-ficción (pues desde la caricatura de la portada, como las páginas centrales de ilustradores de cómics nacionales) quieren convertirse en lectura iniciática de nuevas generaciones. Así pues, sin tener claridad editorial alguna, no se puede educar desde la mezquindad de ideas y la falta de identidad, pues malos libros (ciencia-ficción, en este caso, un género que admiramos por muchas y variadas razones) sólo engendrarán peores lectores.
