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CARBONO ALTERADO
CARBONO ALTERADO Richard Morgan
Título original: Altered Carbon
Año de publicación: 2002
Editorial: Minotauro
Colección: ---
Traducción: Marcelo Tombetta, Estela Gutiérrez
Edición: 2005
Páginas: 474
ISBN: 978-84-450-7504-3 
Precio: 19, 00 EUR

Tiempo estimado de lectura: 2 min 35 seg

Francisco José Súñer Iglesias

Por lo leído en los mentideros, éste libro estaba causando grandes expectativas y bastantes buenas impresiones. Reacio como soy a todo lo que huela a ciberpunk (y éste libro parece ser el último bombazo en ese sentido) empecé su lectura con bastante precaución. Gran acierto por mi parte, no se que estará la gente viendo en éste libro que no se haya tratado ya cienes y cienes de veces, pero el uso y abuso de lugares comunes es tan exagerado que resulta aburrido.

Y es que no deja ni uno sin tocar; Inteligencias Artificiales muy conscientes de si mismas (léase cualquier relato de Guillem Sánchez y Eduardo Gallego y sabrá usted lo que es de verdad una IA petulante) corporaciones malosas capaces de cualquier cosa por sacar pasta de donde sea (una relectura de MERCADERES DEL ESPACIO o los mismos Sánchez y Gallego resulta más esclarecedora aún) prácticas publicitarias agresivas, directas al cerebro del futuro consumidos (de nuevo, nada que no se explique claramente en MERCADERES DEL ESPACIO) viejos muy viejos, tan viejos que ya lo han visto y hecho todo y se aburren hasta la nausea (nausea ya vista en LA NAVE DE UN MILLÓN DE AÑOS) policías que van y vienen en sus destartalados coches voladores (urmm... BLADE RUNNER) policías que deambulan vestidos con largos guardapolvos negros (urmm... ¡BLADE RUNNER!) etc, etc, y la idea recurrente más ridícula de todas, la que sobrevivirá a generaciones ciberpunkianas hasta el día del juicio; ¡crackers comprando programas! Una ocurrencia del mismo calibre que borrar líneas enteras del procesador de textos con tippex.

Dejando aparte todo esto, que en realidad no deja de ser más que un escenario (y lo cierto es que nadie se ha quejado aún de que los escenarios de las películas del oeste sean todos iguales) el desarrollo, la construcción, la historia en si misma, abunda en lo mismo y no deja de ser una repetición de clichés largamente utilizados y, por ello, bien probados.

Bien, la cuestión es que uno de esos viejos muy viejos se suicida, o se mata o algo así, pero como la cosa esa de la ciencia está muy avanzada en realidad sólo ha matado uno de sus cuerpos, por lo que su copia de seguridad es rápidamente reestablecida en un clon preparado al efecto, de modo que el hombre sólo ha perdido dos días de vida. Como resulta obvio que a nadie se le ocurre suicidarse sabiendo que le van a revivir a las dos horas y la policía no le hace caso, se hace traer de un mundo colonial a una especie de marine-paraca-boinaverde que estaba almacenado por alguna maldad que había hecho. Lo del almacenamiento se las trae, a la gente que se porta mal se le saca una copia de seguridad, que se guarda, y el cuerpo desprovisto de conciencia es subastado. A nuestro hombre, para cumplir su misión, le meten en el cuerpo de un expolicía, que como él estaba almacenado por alguna otra maldad y, que casualidad, es el novio de la policía (ella, la chica) que había dado carpetazo al caso del viejo muy viejo.

A partir de ahí el marine-paraca-boinaverde (entre un chisme que tiene implantado y el duro entrenamiento militar resulta ser una especie de superman con problemas de estreñimiento) se lía a investigar repartir plomo, dar hondonadas de hostias, destripar, descabezar, practicar sexo explícito con toda hembra que se le pone a tiro (algunas van directamente a la caza) etc., etc., etc. Todo muy bien medido y dosificado, mucha pornografía y más todavía ultraviolencia que, pese a todo, ni son transgresoras ni especialmente motivantes.

Eso si, por lo explícito de las descripciones, no es conveniente dejar el libro al alcance de mentes aún impresionables.

La única idea que quizá se salve del libro es el trepidante intercambio de cuerpos y mentes. La premisa (no se si también prestada ¿PLAYA TERMINAL?) es que a los recién nacidos se les implanta una cápsula en el cerebro que, a partir de ése momento, registrará toda su personalidad y todos sus recuerdos. La muerte del cuerpo no significa nada, la cápsula puede ser recuperada y transferida a otro cuerpo. Los muy ricos pueden permitirse fabricarse clones y transferirse cuando el cuerpo actual ha dejado de ser atractivo, hay tráfico de cuerpos, hay cuerpos sintéticos, hay reenfundados múltiples (¿dónde he leído yo eso de hacer guarredidas españolas con uno mismo?) un mundo de infinitas posibilidades donde nadie parece ser quien es ni posiblemente sea quien dice ser.

En definitiva, un libro que pese al continuo dejà vu resulta entretenido durante sus dos primeros tercios, pero a partir de ahí flojea mucho (el mal de altura propio de los tochos, casi quinientas páginas siguen siendo innecesarias cuando no hay nada que contar) y el último tercio es un encadenamiento de finales alternativos que sólo aportan confusión a la totalidad.

Eso si, curiosos los pasajes en la basílica del Valle de los Caídos y la noche de farra por Madrid.

18/06/05: No había caído en la cuenta hasta hoy, pero acabo de salir de una rápida sucesión de lecturas de libros de Charles Bukowski, y la transición desde la violencia real de Bukowski al pastiche de Morgan ha supuesto que éste último, y perdóneseme la expresión, me haya resultado un chiste. CARBONO ALTERADO es más violenta, pero LA SENDA DEL PERDEDOR es verdad y francamente, resultan más brutales las palizas que le propia su padre al joven e impasible Chinaski, que cualquiera de las muy sangrientas mutilaciones que practica el amigo Takeshi. Es lo que tiene el leer deslumbrado

© Francisco José Súñer Iglesias, (935 palabras) Créditos

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© 2005 Francisco José Súñer Iglesias
Publicado originalmente el 19 de junio de 2005 en www.ciencia-ficcion.com

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