
Yo soy uno de esos Alí Babás inquietos que frecuentan las cavernas donde se pueden encontrar los mejores tesoros: mercados, mercadillos, ferias del libro, rastros, librerías de lance (de viejo, de segunda mano)... Es sólo en esos lugares en donde uno encuentra los raros ejemplares que no pensaba encontrar jamás, o magníficas joyas de décadas pasadas que ni siquiera sabía que existieran. En una de mis incursiones un domingo por la mañana (uno de los rarísimos domingos por la mañana en que salgo de mi catre y cato la luz del sol) me encontré con esta pieza. Cuando abrí sus tapas añejas, mis dedos cuidadosos comenzaron a pasar lentamente unas páginas cosidas y, ciertamente, un tanto frágiles. Y he aquí lo que pude vislumbrar...
ESTACIÓN OCHO, de David Stringer, es un relato estupendo, aunque un pelín largo para lo que cuenta. El poso del misterio en el que nos implica tiene tanto de sobrenatural como de cienciaficciónero, y de hecho es capaz de sugerirnos unas cuantas ideas aterradoras. ¿De qué va?; pues en una importante central de energía empiezan a producirse extrañas muertes por suicidio, mediante el escalofriante método de electrocutarse lanzándose a unos cables de altísima tensión. Poco a poco, el relato se complica y los acontecimientos adquieren proporciones mucho más apocalípticas. Hay que leerlo, yo no explico más...
Con LA NOVA, hemos vuelto a topar con el buen doctor. Pareciera que Isaac Asimov fuese el dios de la Ciencia Ficción, omnipresente como casi ningún otro autor del género en toda clase de antologías, recopilaciones y similares. Aquí, también... Un calculado robo de krillium, un salto en el hiperespacio, un agudo y malévolo (a veces Asimov también podía escribir malévolamente) punto final a la audaz aventura, son las líneas a destacar en este cortito, cortito, relato; no es para tirar cohetes, pero se lee con gusto.
HAMBRE EN LAS AGUAS DULCES, de Colin Kapp, es (para mi gusto) la historia más densa y más emocionalmente complicada de todas; una desventura escrita con enorme seriedad, un cuento de supervivencia y pasión (el título es diabólicamente engañoso a este respecto), que fluctúa siempre entre las maneras de la Ciencia Ficción Hard, y la metáfora como pilar de la narración. Protagonizado por un hombre, una mujer y una imposibilidad (¡!).
En SUPERVIVENCIA, de Dennis Etchison; y PROBLEMA DE APARCAMIENTO, de Dan Morgan, encontramos los niveles más bajos de la antología. El primero es un breve relato escenificado en uno de los tópicos de la Ciencia Ficción: la Tierra, o más bien, la Civilización, asolada por alguna forma de conflicto devastador; las consignas han cambiado, el mundo ya no funciona tal como lo conocíamos, las medidas de supervivencia de la especie pueden resultar ser crueles... Del montón, diría yo.
PROBLEMA DE APARCAMIENTO tiene un cierto regusto a uno de esos relatos jocosos con los que Asimov nos sale de vez en cuando: la ciencia intenta resolver de muy buena fe uno de los acuciantes problemas de la Humanidad pero, como era de esperar, la experiencia sale rana. Un relato que no pasa de gracioso.
SUBLIMINAL, de Keith Roberts, se desmarca unos cuantos pasos literarios del resto de relatos, y nos ofrece un argumento bastante menos anticipativo que los demás, centrado en la manipulación de las emociones humanas mediante imágenes encriptadas vía cine y televisión, tema que se empezó a poner de moda hace unos cuantos años.
Quizás, meramente, el argumento; o quizás la forma de escribir de Roberts, hacen que se me aparezca como un relato ligeramente distinto. O puede que yo también me haya sentido subliminado (se dice así.. ¿o no?) al leer la historia.
BERNIE EL FAUSTO, al fin, escrito por William Tenn, es un broche de oro a la recopilación, un magnífico relato con un poco de ciencia-ficción y un mucho de sátira; un relato que atrapa y que a los buenos aficionados al género (y con un desarrollado sentido del humor) les resultará delicioso. Con decir que se le subtitula: EL HOMBRE QUE VENDIÓ LA TIERRA, queda mucho dicho, aunque no todo, no. Hay que leérselo.
En resumen, nos encontramos de bruces con una de esas típicas antologías de clásica ciencia-ficción, tan usuales en los Estados Unidos, comandada por un recopilador- prologuista (John Carnell, en este caso) que nos canta las excelencias de sus autores y de su producto. Sin sorpresas, quizás, a estas alturas de la película, pero con un nivel de calidad medio/alto; y es que, como yo digo, este tipo de recopilaciones hay que saborearlas por uno mismo, en espera de encontrar algún relato que sobresalga de la media, o nos sobresalte a nosotros mismos. Nunca se sabe. Mi opinión, que aquí os dejo, es tan buena o tan mala como cualquier otra. Sólo tenéis que abrir las viejas tapas (1968) de esta caja de incógnitas, leer, leer, leer, y sacar vuestras conclusiones. Seguro que es algo que hacéis muy a menudo, así que ya es redundante que yo os lo sugiera.