
No se si con intención o no, pero Mario Guinea firma en TESAI una alegoría del embrutecimiento y alienación de las sociedades a través del adormecimiento de su población.
Esta novela corta cuenta como los farasi solo viven para comer la raíz de zejir, que contiene un alucinógeno que si bien les permite viajar (y nunca mejor dicho) en sueños por el Universo, les mantiene continuamente aletargados. La raíz, también les alimenta, por lo que no necesitan nada más para subsistir. Todo lo que respecta al cultivo y almacenamiento de la raíz lo gestiona Odderly, un particular robot que hace de mentor y guía de la aldea, una más de las muchas que pueblan el planeta.
Aparte de comer raíz la única actividad que desarrollan los farasi es una primitiva minería de la que extraen cristales, amorfos fragmentos cristalinos que almacenan para, en caso de que la raíz escasee, poder comerciar con las aldeas vecinas intercambiando cristales por raíz.
Un día llegan unos extraños alienígenas con los que interactúan con plácida indiferencia, pero coincidiendo con la llegada la raíz empieza a escasear, y el contenido de zejir a descender hasta que se desata una dramática crisis.
Los farasi son, por supuesto, una especie alienígena, por las descripciones que da Mario Guinea me los he imaginado como una especie de cruce entre escolopendras, mantis religiosas y canguros, en realidad no da una descripción detallada, solo relata sus idas y venidas entre los sueños de zejir y sus desesperados intentos por conseguir más raíz, pero basta para imaginárselos como los restos de una civilización pujante en otras épocas, pero ahora entregados por completo al abandono.
No se puede más que hacer un paralelismo con el soma de UN MUNDO FELIZ, y de hecho los farasi son felices. No necesitan más que el zejir.
Tampoco es difícil hacer ese mismo paralelismo con nuestra sociedad, en la que se anestesia a sus ciudadanos con diversos entretenimientos vacíos de contenido, a la vez que se les adoctrina masivamente sobre un paraíso en la Tierra en el que todo se logrará sin el menor esfuerzo.
Paraíso en el que ya viven los farasi. Somnolientos y adormecidos.
La estructura del libro tiene un agradable punto de originalidad. La introducción corre a cargo de un farasi que advierte al lector sobre la sarta de mentiras que se enumerarán a continuación y que deje AHORA, la lectura del libro. También sirve para presentar a los tesai, que dan título a la novela, que resultan ser otros alienígenas de no muy buen fondo y equívocas intenciones.
Las recomendaciones siguen, e incluso, en contrapartida por el pago de la novela se ofrece al lector un relato: EL PASO DEL CANGREJO. Entre lo sarcástico y lo terrorífico se describen los primeros y durísimos años de la colonización de un planeta, en apariencia apacible, pero lleno de escalofriantes peligros, que acaba entre juegos infantiles y socarronas observaciones robóticas.
Esto da oportunidad a Mario Guinea para demostrar que es capaz de escribir en varios registros, por un lado el estilo de EL PASO DEL CANGREJO es, como digo, socarrón y descarnado, con una narrativa algo vacilante puesto que se trata de un cuento, un monólogo con continuas interrupciones de las que el lector solo tiene noticia a través de las digresiones del narrador.
En TESAI el discurso es más fluido, no obstante, el arranque despierta ciertas dudas puesto que el sobreadjetivado y cierta vocación literaturista hace pensar lo peor, pero en cuanto el autor se suelta, y encarrila el relato de los apuros de los farasi, la narración mejora enormemente.
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Publicado originalmente el 15 de noviembre de 2020 en www.ciencia-ficcion.com
