El concepto actual de trilogía está infectado por los émulos de Tolkien que, interpretando que EL SEÑOR DE LOS ANILLOS es una trilogía por el mero hecho de estar dividido en tres libros, se han dedicado durante estas dos últimas décadas a inundar el mercado editorial de trilogías más falsas que la teta momificada de Santa Teresa. Todo para dar a las obras una cierta aureola de respetabilidad y, por supuesto a mayor beneficio de los bolsillos de autores y editores, pero ya a estas alturas a nadie le engaña que una novela en la que sus tres partes canónicas (aquello del planteamiento, nudo y desenlace) se divide en tres libros que irán apareciendo poco a poco con un precio total muy superior a lo que hubiera resultado de haber sido publicados en un único volumen.

Distinguir una falsa trilogía de una trilogía verdadera es la mar de sencillo. Los libros de las falsas trilogías no tienen ni pies ni cabeza por si solos, el primero no acaba, el segundo ni empieza ni acaba y el tercero no empieza... y está dentro de lo posible que tampoco acabe porque ya se está pensando en una segunda trilogía a la que seguirá una tercera y... a saber. Incluso hasta se ha prescindido del concepto trilogía, para pasar al más extenso de saga. La aventura se sabe cuando empieza, pero no cuantos volúmenes redactará el autor antes de pasar a mejor vida, y ni siquiera si la editorial se ha hecho con los derechos de la obra ad eternum para continuar una vez dicho adiós al autor original.

Las trilogías verdaderas, sólo suelen considerarse trilogías una vez publicado el último volumen. Por las causas que sean (tampoco se excluyen la pecuniarias) el autor ha sentido la necesidad de desarrollar personajes o universos en varios volúmenes; el despertar, la madurez y la decadencia, por ejemplo, y no necesariamente por ese orden ni con esas premisas. El caso es que los libros pueden ser leídos independientemente, e incluso se puede vivir sabiendo que existen los otros dos sin necesidad de echárselos al coleto. Si la cosa tiene éxito acaba convertida en una serie más allá de la mera trilogía.

En esto nos encontramos con estos tres libros, trilogía por si misma, puesto que parece que Bear no tenía intención más que de escribir EÓN y una vez que se demostró que aquello vendía, y sobre todo había creado un universo espectacular, continuó con ETERNIDAD para finalmente producir LEGADO.

En palabras de Miquel Barceló en la presentación de EÓN

EÓN es el inicio de una curiosa trilogía [...] En realidad fue LEGADO (1995, Nova Éxito, número 10), [...] la que me llevó de nuevo hasta EÓN [...]. La historia de la serie es sencilla, aunque un tanto original. Primero se publicó EÓN (1985), [...]. Algo más tarde, Bear escribió una interesantísima continuación que poco tiene que envidiar al original. Se trata de ETERNIDAD (1988, prevista en Nova Éxito, número 12). Los ingleses lo llaman una sequel.

Pero en 1995, Bear rizó el rizo y publicó lo que se ha etiquetado en el mundo anglosajón como una prequel de EÓN. Se trata de LEGADO (1995), una novela que recupera elementos de EÓN y ETERNIDAD pero que se quiere ambientar en un tiempo previo. En cierta forma, aunque escrita después, ocurre antes[...].

Si esto fuera así de sencillo no habría mayor problema, pero es que en el mercado español la trilogía se publicó completamente descabalada. En 1988 Ultramar publicó EÓN en la siempre añorada colección Ciencia-Ficción, pero hete aquí en Ediciones B lanzó LEGADO en 1996, para al año siguiente publicar ETERNIDAD, ambas en Nova Éxito, intercalando EÓN, dentro de la colección Nova Ciencia-Ficción entre la salida al mercado de ambas. Para enredar más el asunto LEGADO y ETERNIDAD fueron traducidas por Carlos Gardini, mientras que Ediciones B mantuvo la traducción de EÓN que Roger Vázquez de Parga había realizado para Ultramar. Cada traductor tuvo sus razones para bautizar tal o cual aparato y/o lugar a su conveniencia, con lo que la desorientación al pasar de EÓN a ETERNIDAD es bastante considerable.

De ese modo, es posible que el lector no avisado se encuentre la trilogía ordenada por LEGADO, EÓN y ETERNIDAD. Estrictamente hablando es el orden de la cronología interna de la serie, pero leerlos de esa forma supondría un desastre total. El orden de lectura adecuada es EÓN, ETERNIDAD y LEGADO. En incluso desde mi punto de vista se puede prescindir de ETERNIDAD y LEGADO sin problemas. EÓN, sin embargo, es una de esas lecturas casi obligadas para el buen aficionado.

En resumen, un lío bastante considerable.

Pero pensemos en positivo. Una de las cosas que hacen fascinante la ciencia-ficción es que es posible situar a los personajes en un escenario de dimensiones ciclópeas... y dejarlo pequeño en pocas páginas. No hay límites, el Universo es el que acota las lindes y el Universo es lo suficientemente grande como para contener todo lo imaginable, pero si aún así hubiera estrecheces, se crea otro Universo anejo para dar cabida a la, esta si, infinita imaginación de los autores.

El caso de EÓN es paradigmático al respecto. El escenario principal es La Piedra, un inmenso objeto que ha aparecido en el Sistema Solar causando el asombro y el miedo, a partes iguales, entre la humanidad. Los yankis, junto a sus aliados tradicionales, consiguen llegar hasta La Piedra descubriendo que es un asteroide hueco, dividido en siete cámaras llenas de maravillas, máquinas asombrosas y ciudades increíbles, pero misteriosamente desiertas, una de las cuales, Thistledown, da nombre a la trilogía. Nada hace suponer que se haya producido alguna invasión o un trágico cataclismo, simplemente no hay rastro de los constructores y habitantes de La Piedra, y todo hace suponer que se han recluido en la misteriosa séptima cámara.

Esto ya da para muchas páginas de maravilla y misterio, pero a Greg Bear le debió parecer poca cosa, así que además introduce una brutal visión de la política internacional. En este punto el libro se resiente de su antigüedad. Las tensiones entre rusos y americanos a mediados de los ochenta eran lo bastante interesantes como para elaborar cienes y cienes de previsiones paranoicas sobre el futuro de la humanidad, y Bear se aprovecha de ello introduciendo un importantísimo elemento de tensión cuando los rusos son excluidos de la investigación de La Piedra. Esto no es bien recibido, por supuesto, sobre todo cuando los rumores sobre la extraordinaria séptima cámara traen vientos de tecnología inimaginable y conocimientos más allá de la razón. Gracias a esto, es posible encontrar en EÓN uno de los asaltos paracaidista más impresionantes jamás descritos. Entre otras muchas cosas.

En términos generales EÓN está escrita con agilidad, ni siquiera su construcción coral la hace pesada en el sentido de tener que soportar más de la cuenta algún que otro personaje más bien antipático, Bear consigue diferenciarlos lo suficiente como para no hacer intercambiables sus roles, pero tampoco abusa del recurso de profundizar más de la cuenta en la psicología de los mismos, EÓN es una space opera de lujo, no un cuasi ensayo existencialista. El único pero que se le puede poner al libro es que más que una novela son dos. Por un lado, la primera parte trata de la exploración de La Piedra, los conflictos que esto provoca y sus consecuencias. La segunda parte se centra en la relación de los exploradores y los habitantes indígenas (si, finalmente se encuentran) Aunque en cierto modo la segunda es otra consecuencia de la primera, los propios conflictos y problemas de los habitantes de La Piedra dan para un buen montón de páginas que convierten EÓN en un tocho bastante considerable. Es obvio que a Bear le sobraban ideas, que las quería plasmar todas a la vez en el mismo libro y no quería dejar nada para el futuro.

Quizá de ahí, y de la buena acogida de EÓN, nace ETERNIDAD. EÓN se cierra dejando a sus protagonistas en situaciones de lo mas variopinto. ETERNIDAD los retoma décadas después para desarrollar una historia de intrigas políticas en las que los creadores de La Piedra se ven inmersos en una buena cantidad de conflictos que a punto están de llevarlos a la guerra civil, además de la amenaza que supone la presencia de unos invasores surgidos dentro de la propia Piedra. ETERNIDAD no resulta tan apasionante como EÓN, hay poco de lo que hacía apasionante la primera novela, apenas hay misterio, los motivos que mueven a los constructores de la Piedra son tan extraños como inconsistentes, por ejemplo, y pese a que Bear se empeña en presentarlos como gentes que casi ha alcanzado la divinidad y el sumun de la sabiduría, se empeñan en hacer idioteces tales como dejar abiertas de par en par las puertas interiores de la Piedra para que los invasores invadan a su conveniencia. Ese y otros detalles hacen de ETERNIDAD una novela incómoda. Hacer comportarse como perfectos idiotas a supuestos sabios puede que sea una forma de dibujar la humanidad, pero no resulta demasiado creíble.

No obstante tiene pasajes ciertamente interesantes, como la recreación de un mundo alternativo donde Alejandro Magno no hay muerto y la cultura predominante en gran parte de África y Eurasia es una mezcla entre la egipcia y la helenística.

Por último, LEGADO tiene poco o nada que ver con las dos anteriores, excepto su protagonista principal, Omly, que ya fue personaje destacada en EÓN y también en ETERNIDAD. LEGADO da la impresión de haber sido escrita aparte e incrustada en el universo de las dos anteriores para aprovechar el tirón publicitario. Se sitúa en la juventud de Omly, cuando este es enviado a un mundo al que, guiados por Jaime Carr Lenk, ha huido un nutrido grupo de descontentos con la política que se seguía en los inicios de la historia de Thistledown. A partir de ahí nada de lo que ocurre tiene que ver con el resto de los libros. LEGADO es una extraña mezcla entre los mundos de Vance y la forma de ver los extraterrestres de Lem, donde en un escenario exótico y original se desarrollan las luchas intestinas entres los desertores, muchos de ellos desengañados de las promesas de Lenk y desmoralizados ante la realidad: que Lamarckia no es el paraíso, más bien el infierno.

La originalidad de Lamarckia es su ecología. Bear imagina organismos gigantescos compuestos por miles de vástagos especializados. Estos organismos, los ecoi, cubren extensiones enormes de territorio, en ocasiones islas y continentes enteros, llegando a tener auténticas guerras allá donde se encuentran. Lamentablemente, la bioquímica de los ecoi es poco compatible con la humana, y no son una gran fuente de alimentos, lo que provoca la ambruna, el desastre y el desconcierto.

En resumen, una trilogía con un arranque espectacular que pierde fuelle libro a libro, aunque estos no carecen de sus puntos de interés, y que hay que tener cuidado para leer en el orden correcto, pues se corre el riesgo de perder el suspense que sustenta gran parte de la primera parte de EÓN.

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