Leyéndola desde la distancia de 2020 LUZ VIRTUAL se convierte en un extraño refrito de aciertos y errores. Por supuesto, no podemos exigir a Gibson unas capacidades predictivas a prueba de Mulos, pero no deja de ser curioso como supo ver
algunos de los problemas a los que nos enfrentamos en este siglo XXI mientras que dejaba que tecnologías obsoletas, o al menos cada vez menos importantes, seguían teniendo su papel casi sin transformarse.
Es un problema común a la ciencia-ficción de pasado mañana
. Es posible imaginar como será la vida a cinco años vista, porque los cambios no serán radicales, pero a diez, quince, veinte, como apunta esta novela, es un ejercicio muy arriesgado porque las divergencias entre lo imaginado y la realidad se hacen cada vez más patentes, sobre todo en términos tecnológicos. Ya no estamos en el siglo XV en el que un burgués podía pasarse toda la vida sin percibir el menor cambio tecnológico a su alrededor, y hablamos de alguien que podía permitírselos, incluso en el siglo XIX esos cambios eran enormemente lentos.
Ahora, nuestros aparatos se hacen obsoletos en pocos años, y con ellos nuestro estilo de vida.
No obstante, más que fijarnos en la tecnología que precide
Gibson, hay que ahondar en los problemas que ésta causa. Como siempre, uno de sus temas más queridos son los hackers, y los problemas que éstos crean. En el momento de escribir esta novela, 1993, las redes de datos de ámbito profesional (bancos, compañías aéreas, y de forma incipiente la industria en general) ya eran algo común, e intentando penetrar en ellas los hackers, que con sus sofisticados modems buscaban huecos por los que colarse, casi por pura diversión. Uno de los protagonistas, Berry Rydell es víctima lateral de uno de esos asaltos, que le deja sin trabajo y en una situación precaria, debiendo aceptar empleos bastante cuestionables. Eso le lleva a conocer a Chevette, una mensajera (eso que ahora se ha dado por llamar rider) que transporta paquetes en bicicleta por San Francisco. Nótese la paradoja, Berry es víctima de un ataque informático mientras que Chevette lleva notitas de mano en mano.
Lo que complica las cosas es que Chevette roba una importante pieza de tecnología, la Luz Virtual del título, en forma de gafas, y se desencadena una sucesión de persecuciones y alianzas con los elementos más variopintos de una ciudad bastante desquiciada.
Como marco y gran escenario está el Puente de la Bahía en San Francisco (que no es el Golden Gate) que se ha convertido en una especie de suburbio lleno de infraviviendas en las que sobrevive una fauna de lo más variopinta y en la que es posible encontrar de todo. Paradójicamente, éste puente fue reemplazado y reconstruido a principios del siglo XXI. Para cuando Gibson lo reimagino
el original había dejado de existir.
Por si misma la novela no me parece gran cosa, arranca de forma bastante confusa, sin un rumbo claro. Las intenciones de Gibson tardan en salir a la luz. Perdón por el chiste.
Las motivaciones de los personajes tampoco se concretan. Todo ocurre como por casualidad, Chevette roba las gafas por capricho, Rydell es víctima de un complot que no iba con él. Sin embargo, a partir de cierto momento, cuando la dinámica de la narración se centra en las peripecias de ambos, se asienta como una historia no especialmente original, pero si con ritmo y cierto sentido del humor.
Como diría Max Headroom: bienvenidos a 20 minutos en el futuro
. El problema es que, a día de hoy, LUZ VIRTUAL se concibió con quince años de retraso
.
Pablo Concha en Árbol de tinta libros (rv. 2025-01-12)
Sergio Mars en Rescepto (rv. 2025-01-12)
Más de William Gibson en SdCF.com
CONDE CERO en N/A
HISTORIA CERO en N/A
IDORU en N/A
LUZ VIRTUAL en N/A
LA MÁQUINA DIFERENCIAL en N/A
MONA LISA ACELERADA en N/A
MUNDO ESPEJO en N/A
NEUROMANTE en N/A
PAÍS DE ESPÍAS en N/A
QUEMANDO CROMO en N/A
TODAS LAS FIESTAS DE MAÑANA en N/A