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POR SENDAS ESTRELLADAS
POR SENDAS ESTRELLADAS Fredric Brown
Título original: The Lights in the Sky Are Stars
Año de publicación: 1953
Editorial: EDHASA
Colección: Nebulae 1ª época, nº 124
Traducción: Francisco Cazorla Olmo
Edición: 1966
Páginas: 234
ISBN: Ficha en La Tercera Fundación 
Precio: Descatalogado

Tiempo estimado de lectura: 1 min 04 seg

Sinopsis

Estamos en 1997 y la exploración espacial hace tiempo que se ha detenido. Max Andrews es uno de esos individuos que no se han acostumbrado a la idea, quiere que esta continúe. Sin embargo no será hasta que se asocie con la potencial senadora estadounidense Ellen Gallagher que haya una posibilidad de que se reinicie la exploración del espacio.

José Joaquín Ramos de Francisco

A pesar de que la novela se deja leer y engancha (yo me la leí de corrido en un sólo día a pesar de sus 234 páginas) debo reconocer que no es una gran novela. Carece del sentido de la maravilla que poseen otras obras de este mismo autor. Simplemente se desarrolla en un ambiente muy similar al nuestro. Vale, hay colonias en Marte y se ha visitado Venus, pero esos son detalles insignificantes ante la posibilidad de presentarnos una realidad bastante diferente a la nuestra.

Si obviamos esos detalles, y alguno otro menor, podría ser una obra costumbrista en la que el protagonista trata de que la ya mencionada exploración espacial continúe. Me refiero a que está muy apegada a lo que supongo eran los modos de hacer de los políticos de la época (1953). No, no es una novela negra en la que hay corrupción a mogollón, no. Lo que tenemos es a un soñador que desea que la humanidad viaje a las estrellas y a una senadora que se compromete a continuar los viajes intrasolares.

En ese sentido y a diferencia del protagonista de EL HOMBRE QUE VENDIÓ LA LUNA de Robert Heinlein, Max Andrews es un hombre honrado que sigue un camino casi directo hacia su objetivo. En la obra no hay más retorcimientos que los que debe aplicar la senadora Ellen Gallagher en su camino hacia la aprobación política del objetivo de ambos, el de ella y de Max.

Pecadilllos de monja en cualquier caso, ya que son habituales de toda labor política. Otro tanto debo decir de la carencia de sentido del humor de la obra. Brown tenía un fino sentido del humor que demostró en numerosas obras, salvo en esta. Ni siquiera intentó hacer sátira o parodia. Simplemente pretendió que la obra fuese seria. No todo es malo, ya he dicho que la novela engancha y se puede leer del tirón. No obstante es una novela hecha más con oficio que con arte.

© José Joaquín Ramos de Francisco, (389 palabras) Créditos
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Disponible en forma de libro electrónico en la Biblioteca SdCF como : Actualización 1083EPUB

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