Opereta bufa de los amoríos
De su lectura, extraigo la impresión de que, a estas alturas de la saga, Edgar Rice Burroughs estaba cansado de Barsoom, de John Carter, y cuanto le rodeaba, y eso que, si comprobamos el arco que se extiende desde UNA PRINCESA DE MARTE a este título, el hombre no podía quejarse (por acuciantes fechas mensuales de entrega). No obstante, pese a ese aparente hastío, esta novela es de las mejores de la serie, de las más imaginativas y sarcásticas. También muestra un claro intento de refrescarla permitiendo que el relato lo protagonice (y cuente) un ayudante del virginiano invicto.
Especulando ociosamente, podemos apreciar que un problema que arrastra la saga de Barsoom es su rigor; Burroughs la concibió con excesiva rigidez e improvisación (que sugiere sospechar que no tenía gran fe en su continuidad), defectos que, conforme la historia gustaba, medraba, avanzaba, se fueron acusando y envolvieron a John Carter de elementos que, más que ayudarle, le entorpecían. Pero si Burroughs flexionaba demasiado la cosa, podría acabar astillándola. (Como muestra quizás la peor de todas, ESPADAS DE MARTE).
Además, el autor se apoderaba de ideas que leía por ahí
y las incorporaba a su saga de inmediato, como si estuviera en una especie de extraña competición, en un Este tío ha sacado esto en tal obra, pero ¡ahora verá cómo yo, con sus elementos, lo mejoro!
, lo cual podía dar extraños (y no buenos) resultados (otra vez, ESPADAS DE MARTE).
No obstante, LOS HOMBRES SINTÉTICOS DE MARTE es relato elaborado e irónico, un pretexto para que Burroughs parodie los complicados amoríos victorianos (empezando por los de su propia saga, llena de romances imposibles y desplantes equívocos, frías miradas de la amada que hielan el exaltado corazón del héroe). Bajo este prisma, la novela es cojonuda; su final peca de rutinario; es uno de acaba así porque los buenos siempre ganan
, aunque deje qué desear. El mismo epítome de los dos mundos, John Carter, está por estar, porque, para lo que hace, podía haberse quedado en la cabecera de la cama cuidando de la incomparable Dejah Thoris. (Inciso: me pregunto qué novela habrían escrito Lester Dent, Burroughs, o robert e. Howard, si hubieran tenido la oportunidad —y el dinero que lo permitiera— de haberse puesto; qué maravilla —o bodrio— podrían habernos legado.).
Tras conciso preámbulo, y ajustado a los cánones del pulp (empezando por el viaje de las tres mil millas), John Carter emprende la búsqueda de (atención, que en esto supera a Doc Savage) Ras Tavhas, el cerebro supremo de marte (ahí, nada), que reside en las Marismas Toonolianas, resto de los océanos de Barsoom, junto al bravo, recto/honesto Vor Daj. La esplendente Dejah Thoris sufrió un percance y sólo Ras Tavhas puede curarla, pues es cirujano sin par (esto, ¿no recuerda a cierto héroe broncíneo pulp, también excelso médico?), y trasplanta con rapidez y limpieza cerebros de un cuerpo a otro (así es como Ras Tavhas se inmortaliza).
En seguida, dificultades. Así, Burroughs introduce el motor del relato, encarnado en la sugerente JANAI, linda chica con cierto pasado (y, siendo de Barsoom, playmate de primera) secuestrada por los Hormads, espantosos engendros artificialmente creados, que cabalgan unas monstruosas aves que se creían ya extintas.
LOS HOMBRES SINTÉTICOS DE MARTE es interesante pues plantea, sui géneris, los problemas éticos y prácticos que arrastra la clonación (de eso va, una vez desvinculada de los elementos de aventura, romance y ciencia que posee). Ras Tavhas, con motivo de recuperar un predio que le pertenecía, creó guerreros a partir de materia biológica de unos tanques de cultivos: los hormads, que son designados por números, no nombres, pues no son más que meros utensilios destinados a morir en combate, y que, a modo, replican personalidades.
Pero Ras Thavas los subestimó (aquí, apreciamos la sombra de FRANKENSTEIN, la relación entre creador-creado y sus secuelas) y éstos lo han recluido en su laboratorio, exigiéndole cosechas ingentes de hormads para conquistar Barsoom.
Ras Thavas había trasplantado cerebros de hormads a cuerpos (metrosexuales) de hombres rojos, lo cual les fue dando conciencia de clase y de sí mismos. Gracias a esto, y una vez presos de los hormads John Carter, Vor Daj y Janai, urden una estratagema por la cual Vor Daj ocupará el cuerpo, singularmente poderoso, de Tor-Dur-Bar, para así moverse a capricho por la fortaleza de los deformes seres y beneficiar los planes de fuga de John Carter y Ras Thavas, así como la protección de Janai.
Burroughs aprovecha las secuelas de este plan para burlarse tanto de la idiosincrasia con la que dotó a su Barsoom (con respecto a las tortuosas relaciones sentimentales de los nativos) como de las novelas, o romances, donde los galantes caballeros cortejan sin cortejar a la bella de ese reino y la sucesión de dolorosos desencuentros, engaños, equívocos y pasiones soterradas que atormentan al héroe.
Janai llega a expresar más cariño por el hórrido Tor-Dur-Bar que por el plantel de virtudes, morales y físicas, que encarna Vor Daj, cosa incongruente dada la espantosa apariencia del hormad. Y, para no defraudar a los fieles, Burroughs impregna la obra de considerables aventuras y lances, criaturas fabulosas (o grotescas, —los Goolianos: ¡hombres canguro!—), y cuitas que afligen a Vor Daj sin fin-sin fin, como ¿qué será de su espléndido cuerpo, abandonado en una celda de la ciudad-fortaleza de los hormads, a merced de una masa desbocada de carne, resultado de un experimento fallido, y que amenaza con devorar todo Barsoom? y otras afines (como: ¿Me quiere ella?
).
Otra cosa a resaltar de este relato es la descripción, continuada, que hace John Carter de los barsoomianos: las mujeres oscilan entre la castidad absoluta y el salvajismo sexual dionisíaco, y los hombres son caballeros apócrifos de Camelot. Sin excepción. Empero, el villano de turno es compendio de miserias morales, tiranías y arruinado físico, lo cual contradice la excelencia que predica, universalmente, John Carter de los nativos de Barsoom.
Aunque a situar entre las mejores de la saga, LOS HOMBRES SINTÉTICOS DE MARTE también incluye los defectos que Burroughs amontonaba en sus relatos. Apenas se esforzaba por darles fondo, un cierto bagaje psicológico, a sus personajes. Eran clichés, de virtud o maldad. Y esto, junto con ese afán por añadir ocurrencias leías y que lograron seducirle, ayuda a deslucir estas obras, cosa a lamentar, pues, con muy poco esfuerzo, Burroughs pudo habernos dejado pequeñas maravillas de la gran literatura en estas novelas.
Vuestro Scriptor.
