Probablemente estamos ante una de las obras más relevantes de Asimov dentro de su extensa e irregular bibliografía, dejando aparte la inclasificable Saga de las Fundaciones.
EL FIN DE LA ETERNIDAD es una incursión bastante original en el tema de los viajes en el tiempo. La Eternidad es una extraña institución que existe fuera del Tiempo, desde donde examina y analiza las diferentes Realidades posibles y realiza los cambios necesarios para reconducir el futuro de la humanidad evitando conflictos y catástrofes. Dentro de la Eternidad rigen normas de jerarquía, que dividen a los Eternos en meros empleados de mantenimiento, Aprendices (que estudian la matemática temporal mientras se acostumbran a su traumática extracción del tiempo normal), Observadores (que obtienen datos e información visitando las distintas realidades), Programadores (que dirigen los cálculos para cada Cambio) y Ejecutores (encargados de realizar los Cambios programados), entre otros.
El protagonista, Andrew Harlan, no solo es un Ejecutor (alrededor de cuya figura siempre hay superstición), si no que es el Ejecutor personal de Laban Twissell, el principal Programador de la Eternidad. Harlan, cuya función es escoger entre los distintos Cambios posibles para conseguir una determinada alteración, es encargado de educar personalmente a un Aprendiz en Historia Antigua, su rara afición.
Como Ejecutor, Harlan es considerado infalible, pero la situación se complica cuando, a causa de una modificación de los hábitos aristocráticos del siglo 482º, Finge, un superior que le guarda amargo rencor, solicita apelando a sus excelentes informes de su época de Observador que Harlan resida durante una semana en la realidad de ese siglo, en la mansión de una aristócrata que solo unos días antes había sido llevada a la Eternidad por solicitud del propio Finge.
Durante esa estancia, Harlan se enamora de Noys, la aristócrata. Descubre también el verdadero papel que él y su aprendiz representan en la Eternidad. Al saber que un Cambio alterará el siglo 482º, Harlan empieza a incumplir las normas de la Eternidad, mientras se prepara el proyecto del que dependerá la propia existencia de ésta. Lo que no sabe aún es que los habitantes de los Siglos Ocultos, más allá del 70000º, también tienen algo que decir en el futuro de la Eternidad.
La primera característica reseñable de esta novela es que pertenece a la Generación del 40, la Vieja Ola de la ciencia-ficción. Poco peso en las descripciones y en la escenificación, o la ausencia de compromisos morales de los personajes podrían ser algunos de los aspectos más reconocibles de esta tendencia, y, de hecho, incluso se pueden apreciar reminiscencias todavía anteriores (sabe a 20.000 LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO o a la predecesora de H. G. Wells).
Sin embargo, también aborda algunas propuestas interesantes. Vemos, por ejemplo, a un protagonista capaz de enamorarse y actuar de un modo impulsivo, o a un personaje femenino (en fin, al menos hay uno) con una autoridad de carácter y una posición argumental inusitadas. No obstante, en líneas generales es la posibilidad de recrearse en el juego de la lógica temporal lo que despierta en mayor medida el interés, como en EL HOMBRE MENGUANTE de Richard Matheson era ese cambio de las leyes que rigen el universo de los personajes lo que más llamaba la atención.
Hay que apuntar, por último, las referencias a esta novela que el propio autor hace en HACIA LA FUNDACIÓN, donde se mezcla con los auroranos a uno de los miembros del consejo de Programadores (depilado completamente y de forma permanente), y en FUNDACIÓN Y TIERRA, donde se menciona explícitamente la existencia de la Eternidad. Sin embargo, son referencias apuradas, y ésta novela no encaja de forma exacta en la saga. A pesar de todo, bien podría considerarse la primera novela de la larga historia de las Fundaciones.
EL FIN DE LA ETERNIDAD es una novela relevante por la claridad con que trata el tema de los viajes en el tiempo, lo que la hace uno de los clásicos más importantes. Para lectores más acostumbrados a la Nueva Ola puede, sin embargo, resultar algo insípida.
Calificación:
Narrativa: 2, Argumento: 5, Originalidad: 6, Global: 5
EL FIN DE LA ETERNIDAD una obra atípica de Isaac Asimov para aquellos que hemos seguido, más o menos, su bibliografía de Ciencia-Ficción. Se le hace a uno extraño no tropezarse con presonajes de extraordinarios poderes mentales y telepáticos, de colonias establecidas en el sistema solar o fuera de él, de viajes a través del hiperespacio y de personas mediocres que acaban convirtiendose en los salvadores de la civilización (un recurso muy utilizado sobre todo en su última época). Ninguno de estos elementos aparece en la obra.
Y es que Asimov trata aquí un tema sobre el que apenas escribió, ni en sus novelas, ni en sus relatos cortos: El viaje a través del tiempo. Todo el argumento se desarrolla en la Tierra. Toda referencia al universo y a los viajes espaciales es prácticamente inexistente hasta el final de la novela. La única vez que se habla de naves espaciales es para provocar su desaparición antes incluso de su total desarrollo. El autor hace un verdadero esfuerzo para situar al lector en una civilización totalmente atada a su planeta, que ni siquiera levanta la vista para mirar a las estrellas.
Y es esta situación la que provocará el drama final y su destrucción. Los únicos viajes que se desarrollan en esta obra son viajes en el tiempo. Y es aquí donde Asimov rompe (hasta cierto punto, obviamente) con otra de sus máximas: La de escribir sus novelas sin demasiadas pretensiones. El FIN DE LA ETERNIDAD no es una novela más. Puede leerse "de carrerilla" y entender toda la rama desarrollada, eso sí. Pero una verdadera comprensión necesita una lectura atenta, casi un estudio de sus páginas. Y es que, en esta obra, Asimov no se limita a contar una historia, sino a plantear una teoría sobre el tiempo. En ninguna de sus novelas puede verse una simbiosis autor-científico tan clara como en esta.
Aunque el viaje por el tiempo es absolutamente imposible (existen poderosísimas razones que apoyan esta afirmación y que, por desgracia, no puedo exponer aquí), Asimov resuelve de forma brillante una paradoja que ha traído de cabeza a los científicos durante decenios, a saber: ¿Qué pasaría si retrocedo al pasado y, de alguna manera, provoco la muerte de mis abuelos? ¿Cómo puedo entonces estar yo vivo?
No es fácil entender los argumentos que Asimov expone y que resuelven esta paradoja. Pero vale la pena intentarlo porque, no sólo así se llega a comprender realmente la trama argumental, sino porque muchas ideas preconcebidas que tenemos sobre el tiempo se desmoronan, dando paso a una visión más clara de esto que todo el mundo habla pero sólo unos pocos entienden.
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