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EL DIA DE LOS TRÍFIDOS
EL DIA DE LOS TRÍFIDOS John Wyndham
Título original: The Day of the Trifids
Año de publicación: 1951
Editorial: Minotauro
Colección: ---
Traducción: José Valdivieso
Edición: 1991
Páginas: 316
ISBN: 978-84-450-7046-8 
Precio: 11,42 EUR

Tiempo estimado de lectura: 2 min 17 seg

José Carlos Canalda

Antes de comenzar, he de confesar dos cosas. Primero, que no soy nada entusiasta, quizá por la redundancia de la misma, de la ciencia-ficción post-apocalíptica. Y segundo, que no había leído hasta ahora la novela de John Wyndham a pesar de ser uno de los clásicos indiscutidos del género. Sí había visto la película (que a mí me pareció mediocre) LA SEMILLA DEL ESPACIO, basada en esta novela y rodada a principios de los años sesenta, unos diez años después de escrita ésta; pero por tratarse de una clara obra de serie B no puede ser considerada como demasiado representativa.

Sin embargo, EL DÍA DE LOS TRÍFIDOS cuenta con méritos propios en relación con el conjunto del subgénero de la ciencia-ficción catastrofista, siendo el más inmediato de ellos el de ser una de las primeras novelas que abordaron el tema, interesante hasta que el abuso de los autores lo saturó, del colapso de la civilización, y aun de la propia especie humana, tras un acontecimiento apocalíptico e inesperado. Original es asimismo el leit motiv utilizado por Wyndham para plantearlo; mientras el recurso más habitual suele ser el de la manida guerra nuclear, o el de la no menos sobada catástrofe astronómica con caída de cometa o asteroide incluida, aquí nos encontramos con algo más simple y no demasiado más inverosímil, la aparición de unos extraños fenómenos luminosos que dejan ciegos a todos aquellos que tuvieron la desgracia de contemplarlos, que es lo mismo que decir la inmensa mayoría de la humanidad. El origen de estas luces es algo totalmente accesorio para el autor, que da razones ambiguas y casi a regañadientes para explicarlo: al principio se atribuyen al paso de la Tierra a través de la cola de un cometa, pero más adelante el protagonista reflexionará (la novela fue publicada a principios de los años cincuenta, en plena Guerra Fría) sobre la posibilidad de que fueran el resultado de un arma secreta, desplegada sobre los satélites artificiales, que por alguna razón habría quedado sin control. Tanto da, pues lo que le interesa en realidad a Wyndham no es la causa, sino los efectos ocasionados por la catástrofe.

Pero no quedan ahí las cosas, puesto que Wyndham introduce un nuevo elemento para llevar todavía más al límite la situación: los trífidos. Estas plantas, llamadas así porque se soportan sobre tres raíces, o piernas, son el resultado de manipulaciones genéticas poco escrupulosas a partir de vegetales inofensivos, con objeto de conseguir variedades de alto valor económico. El problema es que el experimento se les va de las manos a sus promotores, que acaban creando unos vegetales capaces de moverse por sí mismos y dotados además de un aguijón extremadamente venenoso capaz de matar en minutos a una persona. Por si fuera poco los trífidos demuestran poseer algún tipo de inteligencia, si no individual, sí colectiva a la manera de los insectos sociales, lo que les hace ser todavía más potencialmente peligrosos.

El asunto de los trífidos es, en la cronología de la novela, bastante anterior al de la ceguera, lo que le permite al autor describir una situación en la que, pese a su peligrosidad, la codicia empresarial hace que estos seres sean explotados de forma intensiva... con las debidas precauciones, por supuesto. Claro está que, cuando la mayor parte de la humanidad se encuentra inerme a causa de la ceguera y los trífidos no tienen ya a quien les vigile, éstos comienzan a campar por sus respetos, convirtiéndose en un peligro mortal para los ciegos y en una grave amenaza para los pocos que conservan la vista.

Por si fuera poco con esta doble catástrofe, Wyndham da una nueva vuelta de tuerca planteando la forma en la que, sometidos a una situación extrema, en los escasos supervivientes comienzan a aflorar los peores defectos del alma humana, corroborando el viejo aforismo latino de Homo homini lupus. No se crea, no obstante, que pese a todo lo expuesto nos encontramos frente a un relato pesimista; muy al contrario, el espíritu emprendedor del protagonista le hace vencer todos los obstáculos que el destino ha ido interponiendo en su camino. Concluye finalmente la novela con un canto de esperanza: la civilización se salvará pese a la tragedia, y disputará a los trífidos la hegemonía sobre el planeta que nunca debió haber perdido.

Un análisis en profundidad de EL DÍA DE LOS TRÍFIDOS muestra palpablemente que, pese a cierto envejecimiento en las formas narrativas producto quizá de su origen en plena Guerra Fría, sigue siendo plenamente vigente gracias a la denuncia clara y rotunda de ciertos comportamientos humanos que, por desgracia, continúan estando en vigor: la agresividad homicida, la ambición sin límites, la insolidaridad, las conductas imprudentes cuando no temerarias... todo cuanto de malo hay en nuestro interior, compensado eso sí con las virtudes que, aunque escasas y mal repartidas, nos permiten tener fe, pese a todo, en la humanidad.

En resumen, nos encontramos frente a una novela muy recomendable.

© José Carlos Canalda,
(827 palabras) Créditos Créditos
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Manuel Nicolás Cuadrado

Este libro es uno de los exponentes de la literatura catastrofista propia de los tiempos de la guerra fría.

En él se nos relata de manera sencilla, sin aspavientos, como después de una catástrofe mundial los habitantes de nuestro planeta se quedan totalmente ciegos. La causa es desconocida, pero en una sola noche se pudieron observar unas extrañas luces verdes en el cielo. Al día siguiente el mundo se había transformado en una pesadilla invidente.

En la ciudad de Londres, nuestro protagonista despierta en un hospital donde ha sido curado de un accidente que le ha tenido con toda la cara vendada durante meses. Cuando consigue quitarse el vendaje se da cuenta de que el único que puede ver es él. Este personaje no es ningún superhombre, ni tiene ningún pasado con entrenamiento militar para salir del paso. Es un tipo normal, un tanto anodino y en absoluto preparado para la odisea que le espera. Sin embargo y gracias a su profesión de biólogo, vamos sonsacando hipótesis sobre la posible explicación de esta catástrofe.

Aún sin responsabilizar del todo (en realidad no lo hace claramente en la totalidad de la novela) a los trífidos, nuestro protagonista se interroga acerca de su curiosa procedencia. Los trífidos son un híbrido entre planta y animal. Pueden caminar lentamente y son muy agresivas. Se descubrieron bastante antes del desastre, pero nadie sabe su verdadero origen. No se aclara si es extraterrestre o un experimento humano, aunque por las pistas del argumento, parece lo segundo.

El caso es que las plantas se propagaron por todo el globo de manera asombrosa y en cuanto veían a un ser humano le atacaban con una especie de aguijón venenoso que producía la muerte en la mayoría de los casos. Las autoridades se proponen exterminarlas aunque al final deciden controlar su población. ¿La razón? La avaricia humana. Al estudiar su morfología descubren que se puede obtener de la planta un aceite con unas extraordinarias propiedades alimenticias, mejores y a más bajo costo que cualquier aceite para el consumo humano.

Así, reducen a los trífidos a granjas de seguridad, para su explotación por empresas privadas. En una de esas empresas trabajaba nuestro héroe.

Después del apocalipsis, no hay casi nadie que pueda ver a los trífidos y estos escapan. El protagonista principal se encuentra de golpe con un Londres caótico y aterrorizado, con gente chocándose unos contra otros, gritándose para poder orientarse y tirándose por las ventanas cuando se hacían conscientes de su incurable cegera y eso cuando no había un trífido cerca para aguijonearles.

El resto de la novela lo forman las extravagantes aventuras de los pocos seres humanos videntes (quiero expresar esta palabra en su sentido literal, y no como actualmente se llama a los adivinos) que quedan localizados en Inglaterra y su lucha contra los terribles trífidos. El acierto del relato resalta sobre todo en su sencillez narrativa, en su socarronería británica y en el acierto de escoger a un protagonista del que no conocemos ni el nombre hasta muy avanzado el argumento (en realidad, no importa, lo cual agudiza su anonimato y su falta de cualidades extraordinarias).

También hay que resaltar la inteligencia de no dar demasiadas explicaciones sobre la tragedia, aunque sí pistas para su comprensión. Y eso es posiblemente lo que ocurriría en la realidad, nadie sabría realmente qué es lo que hubiera pasado, solo habría perplejidad y especulaciones sin demasiado sentido. También hay que mencionar el papel de los trífidos que, más que causantes del desastre, son unos oportunistas que no pueden dejar pasar su día de suerte para desplazar de la pirámide evolutiva al hombre y suplantarle.

Realmente un libro inquietante y entretenido, fuera de las aventuras de las space-operas habituales, se trata de un homenaje a la novela de Wells LA GUERRA DE LOS MUNDOS, aunque en un tono mucho más cínico.

Sugerencias: No se pierdan los consiguientes grupos sociales que nacen en los supervivientes humanos de la hecatombe, en donde se hace realidad el dicho de: En el país de los ciegos el tuerto es el rey. También es mencionable la ingenua reflexión de algunos británicos ante la tragedia, en donde se decide no hacer nada hasta que lleguen los americanos a salvarlos, a los que sin duda no puede haber pasado nada de esta catástrofe.

En mi tabla mágica de los cinco elementos: Inteligencia (I), Curiosidad (C), Lenguaje (L), Imaginación (II) y trato de lo desconocido (D), la puntuación es:

EL DÍA DE LOS TRÍFIDOS: I (7), C (7), L (8), II (8), D(8).

© Manuel Nicolás Cuadrado, (757 palabras) Créditos Créditos
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