
EL PLANETA DE SHAKESPEARE es una de esas novelas fallidas que afortunadamente descansan en el limbo de los justos, sin que nadie reclame reediciones, sin la pirateé salvajemente vía electrónica. Ha caído en el olvido. Tranquilo y afortunado olvido.
No se puede decir, obviamente, que sea una buena novela. Como tantos otros proyectos a medio rematar arranca con la acumulación de una buena cantidad de interesantes ideas pendientes de desarrollar, ideas que finalmente ni se desarrollan, ni se desenrrollan, ni siquiera se retuercen, sólo se desplazan en el tiempo y el espacio de las hojas del libro muriendo de puro aburrimiento.
Sorprendentemente, en éste libro se encuentran varios lugares comunes que posteriormente sí serán plenamente perfeccionados. Carnívoro, uno de los personajes centrales, es digno ancestro de los Pedrators posteriores. Más sociable que sus futuros nietos tiene como, ellos, una Misión; la caza. Ha de ser el mayor y mejor cazador del universo, y en ello invierte toda su vida, en la caza y la lucha. No es, pese a todo, un mal compañero, tiene conciencia clara de lo que se debe cazar y lo que no, de lo que es una presa que dará gloria y lo que sólo será simple comida.
Por otro lado está la puerta por la que llegó Carnívoro (y el propio Shakespeare) al planeta. Nodo de un sistema casi infinito de puertas, se revela como inspiradora de las puertas de STARGATE, e incluso como ellas tiene su propio sistema de elección de destino, en el caso del planeta de Shakespeare, prudentemente sellado para evitar una amenaza que va más allá de lo imaginable.
Y es ahí donde naufraga el libro, en el intento de ilustrar esa amenaza tan aparentemente terrible como finalmente endeble. El relato empieza cuando la nave en la que viaja hibernado Carter Horton llega al planeta de Shakespeare. Con él viajan tres compañeros que, debido a un fallo del sistema de soporte, han perecido en sus cubículos (otro lugar común). El viaje no dejaba de ser una expedición sin retorno en busca de nuevos mundos, pero como todo viaje de tal duración no deja de ser un fracaso desde su partida, nada garantiza el encuentro de esos mundos habitables, ni que los expedicionarios puedan volver para comunicarlo, ni que futuros avances tecnológicos conviertan las expediciones en esfuerzos estériles superados por las circunstancias.
Así parece ser cuando Horton, en compañía del robot Nicodemos (más lugares comunes: el típico robot impertinente y lenguaraz) desembarcan en el planeta de Shakespeare siendo recibidos sin mayor ceremonia por Carnívoro. Es el planeta de Shakesperare porque otro humano, llegado por la puerta y se presentó como tal, y así lo conoce Carnívoro. Sigue una medianamente entretenida exploración del planeta y la inútil puerta pero según avanza, la novela se espesa, pierde el rumbo y finalmente acaba en una serie de sucesos sin sentido y muy poco interés.
Resulta obvio que a Simak las ideas sobre Carnívoro, la puerta y algunas otras que destacan en la novela le quemaban y quería darles salida cuanto antes, pero cometió el error de no preparar una sólida estructura narrativa sobre las que organizarlas, con lo que únicamente consiguió escribir una de las novelas más lamentablemente rematadas y más olvidables de la historia de la ciencia-ficción.
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Publicado originalmente el 5 de septiembre de 2004 en www.ciencia-ficcion.com