Sitio de Ciencia-Ficción

12 de enero de 2025

Algunos malos del cine de ciencia-ficción
Especial Vigesimoctavo Aniversario, 7
Algunos malos del cine de ciencia-ficción
por Antonio Quintana Carrandi

Tiempo estimado de lectura: 3 min 06 seg

El maestro Alfred Hitchcock decía que, aunque el público no fuera consciente de ello, el papel más importante en una película era el del malo. Cualquier cinéfilo que se precie sabe que el orondo cineasta británico estaba en lo cierto. De hecho, muchas producciones han destacado más por sus personajes negativos que por los heroicos. ¿Quién no recuerda la genial composición que hizo William B. Davis del fumador en Expediente X, personificación de las intrigas secretas y las manipulaciones de todo tipo a que los gobiernos someten a sus gobernados, sin que estos sean plenamente conscientes de ellos?

Los primeros villanos de la ciencia-ficción fílmica, cuyo mejor representante es el Emperador Ming el cruel de los seriales de Flash Gordon realizados en la década de 1930, eran estereotipos de la maldad pura, sin fisuras, y por eso mismo un tanto infantiloides, aunque rabiosamente divertidos. En esa época también destacó el siniestro Fu Manchu, surgido de la fecunda pluma del novelista Sax Rohmer, un científico obsesionado con la conquista del mundo, cuyas aventuras entroncaban frecuentemente con la SF, gracias a algunas de sus curiosas invenciones. Encarnado al principio por un estupendo Boris Karloff, en títulos tan entrañables como LA MÁSCARA DE FU MANCHU (THE MASK OF FU MANCHU, Charles Brabin / Charles Vidor, 1932), la Hammer Films aportó savia nueva a la obra de Rohmer con una serie de magníficas adaptaciones protagonizadas por el gran Christopher Lee, que consiguió superar con mucho la creación de Karloff. El acierto de la Hammer residió en situar la acción de las películas no en la era contemporánea (la década de 1960), sino en los años de entreguerras en los que Rohmer había ambientado sus novelas. Por otra parte, tanto Ming como Fu Manchu venían a ser una plasmación cultural del denominado peligro amarillo, el temor de occidente ante el previsible, y presumiblemente incontenible, empuje asiático. En este sentido, cabe comentar que en la actualidad estamos asistiendo a una especie de reedición, corregida y aumentada, del peligro amarillo de antaño. No hay más que observar que China es hoy el gigante comercial del mundo, además de la tercera potencia militar del globo, después de USA y la Federación Rusa. Otras naciones asiáticas, como Japón, Corea del Sur y Taiwan, están superando en varios campos a un Occidente lastrado por los efectos colaterales de la corrección política, el wokismo, y otras ideologías semejantes, que van minando poco a poco la economía y la fibra moral de una civilización occidental, cada vez más degradada.

La variedad de villanos o personajes negativos de la SF fílmica es casi inabarcable, e incluye tanto a vegetales de apariencia humanoide, como la criatura alienígena de EL ENIGMA DE OTRO MUNDO (THE THING, Christian Nyby / Howard Hawks, 1951), hasta atractivos jóvenes sin conciencia o escrúpulos, como el Francis 7 de LA FUGA DE LOGAN (LOGAN´S RUN, Michael Anderson, 1976), pasando por los fríos e inquietantes sosías humanos, surgidos de unas repugnantes vainas extraterrestres en LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS (INVASION OF THE BODY SNATCHERS, Don Siegel, 1956). Por no hablar del doctor Zaius de Maurice Evans en EL PLANETA DE LOS SIMIOS 1968 (PLANET OF THE APES, Franklin J. Schaffner, 1968), o del doctor Hans Reinhardt encarnado por Maximilian Schell en EL ABISMO NEGRO (THE BLACK HOLE, Gary Nelson, 1979). Pero, en mi opinión, el primer malo complejo del género, al menos en su vertiente cinematográfica, fue el Morbius de Walter Pidgeon en PLANETA PROHIBIDO (FORBIDDEN PLANET, Fred M. Wilcox, 1956). El considerable éxito de este film se debió a varios factores, no siendo el menos importante de ellos la matizada interpretación de Pidgeon, que supo encarnar convincentemente a un hombre que, en parte por el aislamiento de varios años y la adoración por su hija, y en parte por la nefasta influencia de la tecnología krel, acaba comportándose como un auténtico villano sin ser plenamente consciente de ello.

El que pasa por ser el mejor villano de la historia, al menos en lo que a cine de ciencia-ficción se refiere, es el Darth Vader de Dave Prowse en la trilogía clásica de STAR WARS. Puesto que el primer film de la saga, que data de 1977, era una lujosa space opera, con efectos especiales de ultimísima generación, pero con argumento típico de Serie B, en esta película Vader no era más que un tópico malo malísimo al uso. A partir de EL IMPERIO CONTRAATACA (THE EMPIRE STRIKES BACK, Irving Kershner, 1980), y la revelación del parentesco que le une con Luke (Mark Hamill), el personaje ganaría en complejidad y matices psicológicos, hasta llegar a la epifanía del clímax de EL RETORNO DEL JEDI (RETURN OF THE JEDI, Richard Marquand, 1983).

Aunque no es, ni de lejos, uno de mis títulos preferidos del género, uno de los malos más memorables del cine de ciencia-ficción siempre será para mí el Roy Batty interpretado por el holandés Rutger Hauer en BLADE RUNNER (Ídem, Ridley Scott, 1982). Percibido por los espectadores durante casi todo el metraje como un villano estereotipado, su impresionante y conmovedor monólogo ante un perplejo Rick Deckard (Harrison Ford), cuando siente la muerte cercana, sigue poniendo la carne de gallina a todo buen aficionado.

Por supuesto que, siendo yo un trekkie furibundo, no puedo olvidarme de mi amada Star Trek. Por una franquicia tan dilatada en cine y televisión han desfilado malos memorables. Pero ninguno puede hacerle sombra a Khan Nonien Shing uno de los mejores villanos de la ciencia-ficción. Un personaje que, gracias a la prodigiosa interpretación de Ricardo Montalban, cargada de matices e ironía, acabó por caernos a los fans casi (sólo casi, ¿eh?) tan bien como nuestro idolatrado Jim Kirk. SEMILLA ESPACIAL, el episodio de TOS en que apareció por primera vez el personaje, y STAR TREK II: LA IRA DE KHAN (STAR TREK II: THE WRATH OF KHAN, Nicholas Meyer, 1982), siguen siendo de lo mejorcito del universo de ficción Trek.

A todo el mundo le caen bien los personajes positivos, los buenos de la peli; el mocín, como dirían los de mi generación. A la gente le gusta identificarse con ellos, quizás porque, en general y salvo escasas y honrosas excepciones, les adorna tal cúmulo de virtudes que resultan irreales. Pero sin el contrapeso del malo, sin la inquietud y el rechazo, pero también sin la fascinación y la chispa que provoca en el espectador un personaje negativo bien construido, las vicisitudes del héroe, por muy guaperas y simpático que fuera, resultarían más plomizas que contemplar cómo crece la hierba en un prado recién segado. Por eso, para este cinéfilo, como para el maestro Hitch, una película (o serie de tv, o libro) es tan buena como bueno sea su malo.

© Antonio Quintana Carrandi
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Antonio Quintana Carrandi es colaborador habitual del Sitio
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