Sitio de Ciencia-Ficción

13 de julio de 2014


Gene L. Coon
El otro Gene de Star Trek
por Antonio Quintana Carrandi

Tiempo estimado de lectura: 3 min 13 seg

El creador de Star Trek TOS, el indiscutible pater familias de la serie, fue Gene Roddenberry; pero hubo otro Gene que dejaría su impronta en la creación del Gran pájaro de la galaxia: Gene L. Coon (7/2/1924-8/8/1973). Sus aportaciones a la mejor serie de ciencia-ficción de la historia le sitúan tan sólo un peldaño por debajo de Roddenberry, pues fue, ciertamente, casi el segundo padre de Star Trek.

Tras un durísimo servicio en los Marines durante la II Guerra Mundial, Coon empezaría a trabajar en la naciente industria televisiva, donde no tardaría en alcanzar fama y prestigio como guionista y productor. Esto fue decisivo para que Roddenberry, que a mediados de los sesenta estaba embarcado en un proyecto que despertaba muchas reticencias entre los ejecutivos de tv, requiriese su colaboración a la hora de poner en marcha su novedosa serie. El Gran pájaro de la galaxia buscaba cierto grado de apoyo dentro de la industria, por lo que acudió a su amigo Coon, consciente de que su valía y predicamento habrían de facilitar, presumiblemente, la puesta en marcha de Star Trek. Coon estaba dispuesto a ayudarle aunque la cosa no le entusiasmara; pero cuando estuvo al tanto del asunto, se sintió fascinado por la originalidad y frescura de la idea. Sus dudas, si las tenía, desparecieron e inmediatamente se avino a colaborar con su tocayo. Ahí había algo bueno, una serie no sólo original, sino rompedora, que si tenía éxito marcaría un punto de inflexión en el modo de hacer, ver y entender la ciencia-ficción en el medio televisivo. Nada de aventuras divertidas e intrascendentes, como las narradas en las muy populares Viaje al fondo del mar y Perdidos en el espacio; Star Trek estaba concebida como una serie adulta, que trataría temas muy comprometidos incitando al espectador a reflexionar sobre ellos, pero sin dejar de tener, por otra parte, cierto aire aventurero. Sin pensarlo dos veces, Gene L. Coon se unió a Roddenberry y, juntos, pondrían TOS en la plataforma de despegue.

Roddenberry puso a Coon de productor ejecutivo, cargo que desempeñaría durante la primera temporada. De este modo, mientras su amigo controlaba ciertos aspectos de la producción, él tendría más tiempo para dedicarlo a ultimar los numerosos detalles que implicaba rodar algo que no se había hecho antes en televisión. Coon no sólo se preocupó de llevar a la pantalla las aventuras de Kirk y compañía, sino que se implicó al máximo en la serie, contribuyendo notablemente a enriquecer el universo ficticio imaginado por Roddenberry. Él creó el característico humor Trek, que acabaría impregnando casi todos los episodios, poniendo especial énfasis en que las charlas de los protagonistas fuesen a la par alegres e irónicas. Guionista excepcional, que sabía pasar de la comedia al drama con pasmosa facilidad, supo dar a los diálogos el tono adecuado a cada situación, sin excesos que habrían restado credibilidad a los personajes. Esto sería determinante para dotar a los tripulantes de la En­terprise de gran profundidad psicológica, haciendo de ellos auténticos héroes de tres dimensiones, que el público percibió como muy auténticos.

La huella de Coon en Star Trek es profunda y duradera. Suya es, por ejemplo, la idea de que en PARTE DE LA ACCIÓN Kirk condujera pésimamente un automóvil de los años 20, ante la perplejidad de un estoico Spock. En LA CIUDAD EN EL LÍMITE DE LA ETERNIDAD, episodio dramático donde los haya, Coon suavizó un tanto la situación con la escena en la que Kirk, tras robar unas ropas y ser sorprendido por la policía, tiene que explicar al agente la extraña forma de las orejas de Spock. Sus aportaciones cómicas a la serie son innumerables.

Como guionista, quizá su contribución más notable sea la de EL DIABLO EN LA OSCURIDAD, capítulo cuya idea surgió en su mente cuando le mostraron en su despacho cierto monstruo de goma-espuma, y cuyo rodaje coincidiría en el tiempo con el fallecimiento del padre de Will Shatner.

Pero serían dos sus aportaciones más significativas a Star Trek: la Primera Directriz y los Klingon. Con la introducción de su brillante idea de la Primera Directriz, Star Trek alcanzaría definitivamente el calificativo de serie adulta. La inclusión de esta norma de la Flota Estelar obligaría a los guionistas a estrujarse las meninges a la hora de buscar finales para sus historias, ya que eliminaba de un plumazo la posibilidad de resolverlas a tiros, como era habitual en la mayoría de las series. La Primera Directriz, que enunciaría por primera vez McCoy en PAN Y CIRCO, se mantendría como un hito Trek que daría lugar, con el tiempo, a todo un complejo conjunto de leyes federales. Es cierto que, a veces, Kirk y los demás capitanes han bordeado esa ley, e incluso han llegado a infringirla; pero también lo es que han sido ocasiones muy puntuales, y siempre porque la única alternativa era mucho peor. Un ejemplo magnífico de aplicación de esta norma lo tenemos en SIMBIOSIS, episodio de TNG.

La otra gran contribución de Coon a Star Trek fueron, como he dicho, los klingon, que debutaron en TENTATIVA DE SALVAMENTO de la mano de un fabuloso John Colicos. Había que crear un enemigo formidable para la Federación, y Coon se sacó de la manga a estos seres, que acabarían deviniendo en una de las razas alienígenas más populares de la franquicia, hasta el punto de tener una lengua propia, con su ortografía y reglas gramaticales, que hoy hablan miles de aficionados. Nadie estaba conforme con el nombre de Klingon, pero se aceptó porque nadie encontró otro mejor. En todo caso, la especie se convirtió en un referente Trek inevitable. Cabe preguntarse qué pensaría Coon de la apariencia de los Klingon en las películas y en TNG y series posteriores, tan diferentes de los imaginados por él para TOS.

Después de la absurda cancelación de la serie, acaecida en 1969 —curiosamente muy poco antes de que el Apollo XI llegase a la Luna—, Coon seguiría trabajando en estrecha relación con Roddenberry como guionista y productor ejecutivo, realizando pilotos como el de The Questar Tapes, cabeza de una de las muchas series que el Gran pájaro de la galaxia no podría lanzar debido a la ceguera de los jefazos de las cadenas de televisión. Para esta serie Coon imaginaría un androide muy evolucionado, construido para ayudar a la humanidad, muchas de cuyas características aprovecharía Roddenberry tiempo después, cuando perfilara el personaje de Data en TNG.

Gene L. Coon murió de cáncer de pulmón el 8 de julio de 1973, así que no pudo participar en la traslación de Star Trek a la pantalla grande, ni en la nueva serie de televisión estrenada en 1987. Pero su nombre estará asociado para siempre al de Gene Roddenberry y al de Star Trek TOS, porque sin su concurso la mítica serie podría haber sido muy distinta. Por eso todos los trekkies estaremos siempre en deuda con él.

© Antonio Quintana Carrandi
(1.158 palabras) Créditos
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