Recuerdo, de hace muchos años, un programa de televisión en que un personaje famoso se sometía a una serie de situaciones y tenía que escoger entre dos opciones. El programa se llamaba Blanco o negro y se emitió por TV3 en sus primeros tiempos. En esta ocasión, le tocó el turno a un escritor catalán muy conocido llamado Pere Calders quien, por cierto, tiene relatos que se parecen mucho a los de Isaac Asimov.
En el caso que recuerdo, le explicaban al escritor que una raza de seres inteligentes tenían que escoger entre ser libres y apañárselas como pudieran o ser esclavos y eso sí, serían siempre felices. Un buen argumento para un relato de ciencia-ficción.
Hoy toca hablar de utopías. Lo cierto es que siempre he sido de la opinión que las utopías son la otra cara de las distopías. Existe una cierta idea romántica sobre ellas, pero en el fondo, siempre esconden algún aspecto oscuro o incluso abyecto que las desacredita.
Porque, ¿pueden existir las utopías? El término utopía
deriva del griego. Según la teoría más aceptada, deriva de eu topós
, es decir, el buen lugar. Pero hay otra teoría que afirma que proviene de u topós
, esto es, el no lugar. Creo que tienen algo de ambos significados.
La utopía es una idealización, claro. Es algo fantástico y precioso en teoría y como casi todas las ideas filosóficas, falla estrepitosamente cuando se lleva a la práctica. El demonio está en los detalles y el camino hacia el infierno está empedrado de buenas intenciones.
La literatura en general y la ciencia-ficción en particular nos han presentado muchas utopías. La más conocida es la que lleva precisamente ese título: UTOPÍA, de Tomás Moro (o Thomas Moore, si preferís el original).
La utopía de Moro se desarrolla en una isla y hace referencia a la situación de por aquel entonces (1516), en Inglaterra. Describe una sociedad igualitaria, sin muros, en un régimen de bienes comunales. Recuerda mucho al socialismo, aunque bebe más bien de otra de las grandes utopías históricas: LA REPÚBLICA de Platón, un mundo ideal gobernado por filósofos, en el que todo el mundo tiene asignado su lugar en la sociedad.
Estas sociedades, especialmente la platónica, nos dan bastante repelús. Especialmente a aquellos que vivimos en estados más o menos libres y democráticos, aunque tal vez a un chino moderno le pareciese algo bastante aceptable.
La utopía de Moro no es tan perfecta. Describe un sistema patriarcal, más o menos democrático, pero patriarcal a fin de cuentas.
En la línea dEl No-lugar, tenemos EREWHON (No Where
al revés, más o menos), de Samuel Butler. Publicada por vez primera en 1872, de forma anónima, también describe un país imaginario y en esta obra se critica la sociedad victoriana. Influenciada por la revolución industrial y por las teorías darwinistas, explora ideas tan avanzadas a su época como la inteligencia artificial y las máquinas autorreplicantes.
Aunque está claro que EREWHON no es una utopía perfecta, tampoco acaba de ser una distopía. Más bien es una sátira al estilo de LOS VIAJES DE GULLIVER, de Jonathan Swift y esta característica la encontraremos en la mayor parte de las utopías posteriores.
Por ejemplo, en: ¿UN MUNDO FELIZ? de Aldous Huxley, ya los propios interrogantes del título cuestionan la idea de utopía que trata de vendérsenos: una sociedad basada en la selección genética y en las drogas.
El uso de drogas para producir la felicidad es bastante común en este tipo de literatura. Hay una novela de Jack Williamson, titulada: LOS HUMANOIDES, en que unos robots inteligentes tratan de servir al hombre hasta sus últimas consecuencias, forzándolo por todos los medios a que sea feliz. Aparentemente se trata de una parodia, pero cuando lo leí, a mí me produjo bastante desasosiego.
Y es que las sociedades robóticas, con finalidades utópicas de servir al hombre y hacerle la vida más sencilla, no siempre acaban como en Galáctica, con la rebelión de las máquinas. A veces es mucho peor: las máquinas nos sirven realmente y las sociedades humanas se estancan y decaen. Este es el argumento de los Mundos Espaciales descritos en las novelas de robots de Isaac Asimov. Mundos como Aurora o el caso extremo, Solaria, muy poco poblados, llenos de robots que satisfacen todas nuestras necesidades, en los que se practica la eugenesia y la enfermedad es muy rara, lo que hace que los humanos vivan unas largas vidas grises y aburridas y en los que hasta el contacto físico es poco menos de tabú.
Hay muchos tipos de utopía, según se haga énfasis en algún aspecto específico. Por ejemplo, en LA FUGA DE LOGAN, los humanos viven en unas cúpulas, aislados del mundo exterior. Son todos jóvenes, pues cuando alcazan una cierta edad, son desintegrados en el carrusel, donde teóricamente se reencarnan. En esta utopía se remarca la juventud como ideal.
La organización social, ya lo hemos visto en las utopía de Moro o de Platón, son otra posibilidad. Un caso bastante curioso es PARADISE LOST (PARAÍSO PERDIDO), de John Milton, en el que el Infierno tiene mucho mejor aspecto que el Cielo y es mucho más democrático e interesante.
Si entramos en consideraciones políticas, tenemos la excelente LOS DESPOSEÍDOS, de Ursula K. Le Guin, donde se exponen con mucho detalle las ventajas e inconvenientes de una sociedad anarquista de Anarres, en apariencia perfecta, en contraposición con el mundo salvajemente capitalista de Urras.
En un concepto cercano a la lucha de clases, tenemos METRÓPOLIS, de Fritz Lang, en el que los trabajadores viven en el subsuelo esclavizados, mientras que los ociosos aristócratas viven en la superficie (y tienen una pinta sospechosamente aria). Esta idea también será explotada en LA MÁQUINA DEL TIEMPO, de H. G. Wells, en clave metafórica, entre los ociosos y tontos elois y los laboriosos y malvados morlocks, en un futuro remoto.
Sobre seres ociosos que viven al borde del abismo, tenemos un par de buenos ejemplos: uno de la preciosa película de animación WALL-E. La otra es una parodia corrosiva sobre la degeneración de la inteligencia como especie, con muy mala leche: IDIOCRACIA.
Otra aparente utopía, poco conocida, la encontramos en ESTE DÍA PERFECTO, de Ira Levin, en el que una dictadura mundial convive con unos remansos de paz situados en islas que han desaparecido de los mapas oficiales.
Y aunque es claramente una distopía, EL CARTERO, de David Brin, está narrado con tanto optimismo en la fe sobre el renacer de la humanidad, que no podemos sino preguntarnos si realmente es propiamente una distopía o un mundo futuro mejor renacido de las cenizas de un conflicto exterminador.
En EL CARTERO, debemos alejarnos de las grandes ciudades para encontrar un rincón agreste en el que poder empezar de nuevo. La idea del paraíso en un lugar remoto quizá se nos presenta en su más claro exponente en la Shangri-La, de HORIZONTES PERDIDOS, de James Hilton. ¿Quién no ha soñado alguna vez con ese paraíso en medio de montañas casi inaccesibles?
Volviendo a la ciencia-ficción más clásica, tenemos a un escritor que ha tratado el tema del utopismo en múltiples ocasiones. Se trata del británico Arthur C. Clarke. En LA CIUDAD Y LAS ESTRELLAS, la Humanidad ha llegado al máximo nivel tecnológico, para acabar replegándose en una ciudad prácticamente perfecta —Diaspar— en la que, sin embargo, hace incontable tiempo que no nace ningún nuevo ser humano.
Desde un punto de vista evolutivo, en EL FIN DE LA INFANCIA, también de Clarke, la Humanidad alcanza la trascendencia, hacia un nuevo estado evolutivo, gracias a la intervención de una curiosa raza alienígena que nos sirve de guía. Otra manera de llegar a la U-topía.
Para ciudades perfectas, también tenemos San Ángeles, la metrópoli cristalina y perfecta de DEMOLITION MAN, en donde decir tacos conlleva una multa automática y donde no existe la violencia, lo que origina una serie de problemas que conllevan tener que reinventar seres violentos de algún tipo.
Si lo que queremos es seres perfectos genéticamente, podemos inspirarnos en GATTACA, una película que trata precisamente este tema, con una sociedad en la que la clase superior ha sido diseñada genéticamente y en la que, aparentemente, no hay sitio para los hijos de Dios
que tienen algún tipo de tara
genética.
Algo parecido lo encontramos en la novela juvenil EL DADOR, de Lois Lowry, con un mundo literalmente plano y gris en el que cualquier anomalía es severamente rechazada y eliminada.
O si preferimos una utopía judicial, en la que el crimen prácticamente es imposible, hallamos un par de ejemplos: EL HOMBRE DEMOLIDO, de Alfred Bester, en donde el crimen es imposible debido a la existencia de telépatas y MINORITY REPORT, en el que unos humanos especialmente dotados, los precog, son capaces de predecir un crimen antes de que este se cometa.
En ambos casos hay excepciones y fallos, lo que naturalmente constituye el intríngulis del hilo argumental, pero en ambos casos se nos plantean dudas muy poderosas sobre el libre albedrío y las consecuencias de saber demasiado o de realizar detenciones preventivas.
Para acabar, como gran fan que soy de los relatos, creo que una de las utopías más claramente definitorias de nuestros tiempos lo podemos encontrar en el cuento de Ursula K. Le Guin, LOS QUE SE ALEJAN DE OMELAS. En él, se describe un mundo prácticamente perfecto. ¿El defecto? Para que todo el mundo sea feliz y viva una vida próspera, una persona debe ser tremendamente infeliz.
¿Compensa el sufrimiento de uno la felicidad de los demás? O como se nos cuenta en una de las películas de Star Trek: ¿el bienestar de la mayoría supera al bienestar de la minoría? Que cada cual responda a la pregunta.
