Saber que tu deseo sexual es un tirano ciego que nunca va a dejar de consumirte.
Gonzalo Garcés.
No sería suficiente (ni justo) decir que la serie sueca Äkta människor es excelente. Excelente es Game of Thrones. Real humans es algo más; es, entre otras cosas, meter el dedo en la llaga, revolverlo, y en el proceso mostrarnos a los humanos por entero. Es tomar un tema, llevarlo a fondo y explorarlo desde todos los ángulos concebibles, logrando al mismo tiempo reflejar momentos de profunda belleza.
A continuación, uno de mis diálogos favoritos, entre un androide (liberado de las leyes de Asimov) y la abogada que intenta que se le otorguen derechos similares a los de los humanos:
Androide: ¿Sólo porque no venimos de un útero debemos ser tratados como motocicletas? Ustedes nos crearon, nosotros no pedimos estar aquí.
Abogada: ¿Y dónde estaban ustedes antes de venir aquí?
androide (con una sonrisa): En tí.
Habría mucho para hablar respecto a este programa, pero quisiera detenerme en el tema sexual. No estoy descubriendo la pólvora, hace rato que este tema fue tratado con intenciones académicas, por ejemplo, por David Levy en AMOR Y SEXO CON ROBOTS.
Que quede claro que no estoy hablando de un fetichismo, sino de tener relaciones con alguien que asimilemos (aunque fuese efímeramente) a un ser humano y no a un objeto (sin meterme en el berenjenal de reconocer que cosificamos a la gente en muchas ocasiones). Es decir que más allá del encuentro momentáneo, hablo de una relación que intente pasar al siguiente nivel.
Lo que no pude evitar pensar al observar las relaciones de pareja mixtas androide-humano que se dan en la serie, es que en primera instancia parecen venir como anillo al dedo para estos tiempos de modernidad líquida en que se rehúyen los compromisos y responsabilidades, y todo está centrado en satisfacernos. ¿Qué más se puede desear que alguien que cumple todo lo que uno le pide sin requerir nada a cambio? Por otra parte, considero que es posible que un tiempo después se torne bastante aburrido...
Uno de los protagonistas, Tobbe, un adolescente de quince años, sale de su primera consulta con la psicóloga y sube al auto de su padre que lo espera. Le confiesa, angustiado, que ha descubierto que es THS (transhumano sexual, alguien que sólo quiere tener relaciones sexuales con androides). El padre lo mira, preocupado, y sugiere que tal vez sea de esos a los que les viene bien todo. El chico empieza a lloriquear, preguntándose por qué no lo pueden aceptar por lo que es; el padre lo contiene en un abrazo.

