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12 de noviembre de 2017


Isaac Asimov y los computadores
Isaac Asimov y los computadores
por Félix Capitán

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Como es bien sabido, Isaac Asimov es el famoso autor de ciencia-ficción que escribió la saga de Las Fundaciones (los tomos originales, al menos, que después de su muerte los herederos no se cortaron por arrendar la franquicia a terceros escritores, y no por el honor precisamente). Por eso podría parecer un tanto extraño que tuviera una relación muy distante con los computadores. En su cuento de 1940 HOMO SOL, por ejemplo, se ve a una alianza galáctica de especies que han conseguido transformar la psicología en una ciencia exacta y matemática (casi como una pista de lo que después va a ser la psicohistoria asimoviana)... y en la cual uno de sus científicos galácticos usa ¡una regla de cálculo! En la trilogía original de la Fundación, publicada en los 50, Isaac Asimov no incluyó computadoras, y cuando escribió una secuela (LOS LÍMITES DE LA FUNDACIÓN, 1982), descubrió desconcertado que no podía explicar cómo un universo tan futurista que había sido capaz de crear un Imperio Galáctico, no poseía computadoras. En sus Memorias anota: No intenté explicarlo. Me limité a poner ordenadores muy avanzados en la nueva novela de la Fundación y esperé que nadie notara la inconsecuencia. Por raro que parezca, nadie lo hizo... En defensa de Asimov, digamos que en general, si bien profética en muchos respectos, la generalidad de los escritores de ciencia-ficción del siglo XX se mostraron un tanto lerdos a la hora de especular sobre hasta dónde llegarían a evolucionar los cerebros electrónicos.

Pero más tarde o más temprano, el bueno de Asimov tenía que chocar con la computación. Ocurrió en 1981 (un año antes de que se publicara la mencionada LOS LÍMITES DE LA FUNDACIÓN). Una revista de computadoras le pidió a Asimov un artículo sobre sus experiencias en el mundo informático. La respuesta de Asimov fue que escribía todos sus textos en una máquina de escribir IBM Selectric III. El asunto hubiera muerto ahí, pero a la revista le pareció curioso, o quizás alarmante, que una ciclópea celebridad de la ciencia-ficción no tuviera un computador, de manera que le enviaron como un regalo directamente a domicilio, un microprocesador TRS-80 Model II. Lo que originó la situación según la cual, cuando Asimov era consultado acerca de las razones por las cuales se había inclinado por ese modelo (siendo divulgador científico y escritor de ciencia-ficción, podría presumirse que había tenido muy buenas razones), invariablemente respondía: Porque es el que me dieron, ¿hay otros más...?.

Adaptarse a la tecnología nueva tampoco fue fácil, en particular considerando que a esas alturas, Asimov era ya un sexagenario. No tener idea en aquellos años sobre cómo preparar una página y cosas así era un pecado venial, pero más interesante aún es que no dejó la máquina de escribir. No sólo la siguió usando para la correspondencia y los catálogos de fichas, sino además para cualquier texto largo (2000 palabras o más). La mecánica era escribir primero el texto largo a máquina, y después traspasarlo a computador para las correcciones. Stan Asimov, el desconcertado hermano del escritor, le reponía: ¿Por qué haces eso? Tienes que teclear todo dos veces. La respuesta era que Isaac Asimov prefería tener la obra completa a máquina para recordar los detalles hojeando el texto mecanografiado, en vez de tener que estar nadando en una nube de disquetes (recordemos que en esos tiempos primitivos y heroicos de la computación, la información debía almacenarse en disquetes con una capacidad de almacenamiento que competía en pequeñez con el cerebro de una abeja melífera). Pero por otra parte, Asimov prefería la edición final en computador para que las correcciones fueran invisibles, y enviar a la editorial después un texto limpio y sin tachaduras.

El computador se quedó en la casa de Isaac Asimov durante todo 1981 a prueba. Pero cuando llegó el momento de pagar por la instalación, en vez de pedirle el pago, la tienda prefirió solicitarle a Asimov convertirse en su portavoz. De manera que en vez de pagar por el computador, al final acabó recibiendo dinero de la firma, por concepto de publicidad (a cambio de padecer una sesión fotográfica al mes, eso sí). Posteriormente, por una reestructuración interna de la empresa, el acuerdo acabó en 1987. Pero no fue el final de la historia. Como escribe Asimov, con una desarmante ingenuidad sólo disculpable porque escribió sus Memorias poco antes de morirse en 1992: Puede que el lector piense que, ahora que tengo un ordenador y que estoy al corriente con los tiempos modernos, la gente ya me deja en paz, pues no. A la velocidad que progresan estos aparatos, el mío, que tiene nueve años, resulta medieval. De hecho, ya no se fabrica.

© Félix Capitán
(783 palabras) Créditos
Publicado originalmente en Siglos curiosos el 3 de febrero de 2011
CC by-nc-nd 2.0
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