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24 de enero de 2016


Cuando fui al estreno de Avatar
Cuando fui al estreno de Avatar
por Héctor Horacio Otero

Tiempo estimado de lectura: 3 min 19 seg

The best 3D movie ever, sin duda. Tibios aplausos al final. Adriana dijo que la primera parte la aburrió con las explicaciones (inevitables) pero que luego de volver del baño le pareció entretenida. Los nenes dijeron que les gustó. En inglés, uno de los usos de deliver es algo así como cumplir con las expectativas (que se puedan haber generado deliberadamente o no, a quién le importa, da igual). ¿Cumple AVATAR? Y sobre todo (no quiero escurrir el bulto del asunto): ¿Me gustó?

Permítanme una digresión, a mi juicio insoslayable (por otra parte, ¿hay algo mejor que una buena pausa dramática?): el contexto en el que vi la película. Resumiendo: terminamos de almorzar en casa de mi hermano, nos dimos cuenta que era conveniente que mi mamá (72 años) viniera con nosotros, no había tiempo ya y teníamos sólo cuatro entradas, así que fuimos en busca de una improbable quinta. Llegamos 17:15 y el Norcenter estaba cerrado y con una aglomeración y una cola que rodeaba media manzana, tanto de gente como de autos: Adri subió a un boulevard y dejó el auto allí, en medio de la nada. La tensión iba en aumento, la gente se agolpaba frente a las puertas y personal de seguridad en insólitos uniformes símil marina y con alguna especie de walkie talkie (que antiguo soy) ponían cara de preocupación (en su lugar yo hubiera hecho lo mismo).

Mi mamá camina muy lentamente y la sala está dos pisos arriba, por lo cual nos dividimos en dos grupos: yo iría con ella y Lucio con dos objetivos contrapuestos (llegar lo antes posible a la cola de entrada y lograr que no la tumbara y aplastara la horda de freaks cinéfilos, con remeras de demasiadocine.com). Adriana y Sofía formaban el segundo escuadrón, con la misión de llegar a la boletería para obtener la elusiva quinta entrada.

La tensión alcanzó su climax a las 17:59 En vez de abrir todas las puertas simultáneamente, abrieron sólo una (no podía evitar pensar puerta doce, puerta doce como la propaganda esa del pájaro carpintero). Pueden imaginarse lo que pasó: cuando los dos escuadrones alcanzamos el objetivo ambos lugares estaban llenos. Cada consulta en boletería tardaba una eternidad, grupos de ocho llamando por celulares a todos sus amigos (¿para la función de la una de la mañana está bien, boluda?). Adriana llegó finalmente para recibir por respuesta, crónica de un rechazo anunciado, las entradas para la primera función están agotadas desde hace tres días. Mientras tanto mi mamá pudo sentarse en un puf y Lucio me hizo alzarlo para ver el tumulto de los que se encontraban en primer término.

Había hecho dos filas con esos separadores negros de cintas, pero cincuenta personas que quedaron fuera decían que no se iban a mover de allí y que tenían el mismo derecho de los que quedaron dentro. Las voces comenzaron a elevarse en volumen y tono y los implicados empezaron a revolear las manos, hombres y mujeres, un caos. Los nenes querían nachos, obviously y fueron para allí, mientras Adriana venía a darnos la mala nueva. ¿Y si me cuelo?, propuso. Amigos míos, saben que en mi mente yo vivo en un lugar llamado Hectorlandia, mezcla de Finlandia y Suiza, donde propuestas de este tipo son completamente inaceptables. Adriana se llevó un billete de cincuenta (¿soborno en puerta?) y la intención de rogarle a cajera, con el argumento de tengo cuatro y me falta una. Mi mamá, que seguía sentada en el puf azorada y agotada por la carrera, proponía revender la entrada de Adri y que se quedaran afuera las dos tres horas; Adri tenía un sueño que mejor hubiera preferido irse a dormir al auto. Los nenes, en la cola del Candy Bar. Y las puertas de la sala se abrieron...

No sé cómo llegamos todos juntos al umbral de la sala. La protagonista absoluta de lo que ocurrió a continuación es Adriana, pero no le quiten mérito a mi conversión en Jedy que mentalmente trataba de imponerle la fuerza a la mente de la cortadora de entradas: hay cinco entradas, no cuatro, ciiiiiiinco. De algún modo funcionó. La chica estaba tan atareada que pasamos; creo que hubiera aceptado cuatro boletos del 88. La gente se tiraba sobre los asientos como loca. No enfrentamos a nuestro segundo desafío: había un escuadrón de coreanos copando las filas, uno en cada una. Y encima con la ventaja que podían hablar en clave entre ellos, así que no podíamos reaccionar a sus movimientos y cambio de tácticas.

Uno se apropió del a última fila, pero no sabía con quiénes se metía. Ellos nos superaran en todo, pero los argentinos somos los reyes de la truchada; es más, la patentamos. Lo aprisionamos contra la columna sin que pudiera decir pío. Igual se la pasaron cambiándose de lugar, murmurando, yendo y viniendo, sentándose en la escalera, convidándose comida, llenando todo de migas (y juntándolo). Lo de la gente en la escalera fue too much, me hizo recordar a cuando nos pasó en el recital de Madonna del Girlie tour y yo había pagado las entradas más caras y casi me los morfo. Adriana empezó a quejarse de los coreanos y (con algo más de culpa) de una embarazada no coreana que se puso en medio. ¿Habrán sobrevendido la sala? Finalmente Adri se paró, desencajada, con la mandíbula batiente y los ojos abiertos como platos y empezó a gesticular y gritar en medio del gentío. ¡¡¡¿Qué quieren comer, qué quieren comer, Lucio Sofía, decidaaanse?!!!

Aspirar por nariz, expirar por boca, cerrar los ojos, contar hasta diez. Se hizo interminable, no fueron puntuales, la gente seguía entrando y saliendo, una voz nos contó lo que ibamos a presenciar, lo que podíamos o no hacer y terminó diciendo AVATAR con efecto de eco. Lástima, no hubo anticipos de otras películas, quería ver el de ALICIA de Burton. Saben que la experiencia IMAX es envolvente por sí misma, la pantalla de siete pisos, todo ese sonido, aunque no fuera 3D. Me emocioné un poco cuando comenzó, tanta espera, de algún modo mi año 2009 terminaba oficialmente en ese momento. Mi mamá con los lentes 3D, lástima que no tenían marco blanco para que pareciera Blackie.

Llegamos al punto. La peli. Tomemos la crítica mala; personajes, en particular los masculinos, mal delineados, superficiales. ¿Tengo que recordar que es una película pochoclera, un blockbuster? El héroe es héroe, el malo es malísimo. Me gusta más la space-opera o la ciencia-ficción dura, seguro. Pero también me interesa esta versión espacial de la Teoría Gaia de Lovelock. Y al rato te olvidas que son azules. Y no sabía como iba a remontarlo al final, que no me pareció tan previsible. Síntesis, muy entretenida. Como introducción, 9 puntos.

¿Es el comienzo de una saga de las buenas, con fenómeno social y cultural, seguidores, blah, blah? No quiero hacer spoiler, pero Cameron se las va a ver de perillas para pasarlos a Polifemo y otras lunas y conservar empatía entre los protagonistas y la audiencia. Pero bueno, al fin y al cabo, es el rey del mundo. ¿Quien otro con más posibilidades de lograrlo que él?

© Héctor Horacio Otero
(1.196 palabras) Créditos
Publicado originalmente en Ficción científica el 17 de julio de 2015
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