La primera toma de contacto habitual con una serie es su piloto. En ese primer capítulo se presentan los personajes, las situaciones de partida y las líneas básicas de la trama y nos sirve para hacernos una idea muy general de cómo puede ser la serie. Sin embargo, ya sabéis que, hasta que no llevan cinco o seis capítulos, no hay modo de ver por dónde va a ir todo y si de verdad nos convence para seguir adelante. De hecho, en algunas series el piloto no es la mejor muestra de cómo son y de las cosas que les otorgan su personalidad propia. Cuando la NBC emitía Life, no era raro leer que el octavo episodio de aquella primera temporada, FARTHINGALE, era mucho más representativo de por qué Life merecía la pena que el piloto, por ejemplo (también podría servir el cuarto, WHAT THEY SAW, sobre todo por el sin techo del que Crews y Reese deben encargarse).
Si alguien pregunta si le merece la pena ver Battlestar Galactica, lo más habitual es que le diga, si no quiere ver una miniserie de tres horas para decidirlo, que le dé una oportunidad a 33, el primer capítulo de la primera temporada. Es una especie de segundo piloto que, sobre todo, presenta perfectamente la tensión y el ambiente que la Flota Colonial vive en esos primeros episodios, y que nos muestra cómo son todos los personajes, y los dilemas a los que se enfrentan, con una pincelada. Un buen punto de entrada con Expediente X es ICE, el octavo episodio de la primera temporada, que retoma el argumento de LA COSA y lo adereza con el primer vistazo de verdad a la tensión sexual no resuelta entre Mulder y Scully.
Es muy habitual que, quien empieza a ver la resurrección
de Doctor Who de 2005, quede un poco espantado de esos maniquíes asesino del primer episodio. La ventaja de esta serie es que pueden elegirse diferentes capítulos como toma de contacto para ver si su mundo nos convence o no. Ya puede ser la intriga y el desasosiego garantizado del ARE YOU MY MOMMY? de THE EMPTY CHILD — THE DOCTOR DANCES, el ingenioso viaje en el tiempo de THE GIRL IN THE FIREPLACE (y de BLINK), o la diversión de mezclar Shakespeare y referencias actuales en THE SHAKESPEARE CODE, y esos sólo en las tres primeras temporadas. También su spin off, Torchwood, sufre de algo parecido, aunque su primera entrega es realmente irregular y, a veces, hasta de vergüenza ajena. Pero capítulos como SMALL WORLDS o RANDOM SHOES nos ofrecen un vistazo de la mejor versión de la serie, y pueden ser buenos puntos de entrada.
En las sitcoms, el piloto pocas veces muestra las cosas que hacen la serie más adelante. Generalmente, todo está aún al ralentí, encontrando lo que funciona y descartando lo que no, y hasta que no pasan varios episodios, no comenzamos a ver cómo es la serie en la realidad. A 30 ROCK, ese momento no le llegó hasta, más o menos, JACK-TOR, el quinto episodio, en el que Liz y Jack empiezan a convertirse en el centro de todo y se explota la gran química que tienen Tina Fey y Alec Baldwin. Estas tácticas de ver un capítulo suelto, y luego empezar desde el principio a veces funcionan. Mi toma de contacto más en serio con Bones, por ejemplo, fue la tercera temporada y las visitas de Booth y Brennan a la consulta de Sweets (en THE WIDOW´S SON IN THE WINDSHIELD, mismamente). Ahí, su sentido del humor está en pleno funcionamiento, y los personajes han crecido por sí mismos, lo que la convierte en punto de entrada tan bueno como cualquier otro.

