He empezado a leer THE HARD SF RENNAISANCE, una gigantesca recopilación de relatos breves de ciencia-ficción hard (la que está sólidamente basada en la ciencia y/o la ciencia juega un papel fundamental en la historia). El volumen consta de alrededor de mil páginas y está editado por dos importantes figuras del género como son Kathryn Cramer y David G. Hartwell. Se compone de historias escritas desde finales de los ochenta hasta los primeros dos mil, donde los editores, con buen criterio, afirman que hubo una explosión en calidad y cantidad del género.
Los motivos del renacer del hard son probablemente complejos y variados, y en un magnífico prólogo, Cramer y Hartwell dan su opinión de cómo se fraguó este proceso. Si hubiera que simplificarlo todo a una mera frase (lo cual sin duda es un error) se diría que el péndulo de la historia se desplazó de un cierto extremo a otro. Quiero decir con esto que la ciencia-ficción en la que la ciencia jugaba un papel clave, la que practicaron autores como Arthur C. Clarke, Isaac Asimov o Robert Heinlein desde los años cincuenta, empezó a ser percibida por las jóvenes generaciones de autores y lectores como una fórmula un tanto agotada. En los años setenta, la New Wave comenzó a explorar nuevas formas, más experimentales, o en las que las ciencias sociales, la lingüística y otras ramas de la ciencia jugaban un papel importantes, no solo la física y la astronomía. De la New Wave se desembocó en los ochenta en el cyberpunk, género distópico como pocos, quizá la culminación del cansancio por la ciencia-ficción más optimista, que no había cumplido sus promesas. Y no solo la ciencia-ficción no había cumplido las promesas de un futuro brillante y de colonización espacial de otros mundos, también en el mundo real los sueños espaciales se habían detenido, la exploración era mucho más modesta, las estrellas parecían más lejanas que nunca.
Y sin embargo, la distopía y el pesimismo del cyberpunk (género, por cierto, con el que nunca he conectado demasiado) también acabaron produciendo cierto hastío, y una joven generación de autores y lectores pedía de nuevo el sense of wonder que siempre caracterizó a la ciencia-ficción desde sus inicios. En realidad, no es que el hard hubiera desaparecido. Como explican Cramer y Hartwell en su prólogo, durante los años ochenta el hard quedó suscrito sobre todo a un subgrupo de escritores situados muy a la derecha ideológicamente, algunos incluso asesoraron al entonces presidente Ronald Reagan en su programa de la Guerra de las Galaxias
. Pero la joven generación rompió este molde: algunos de ellos eran abiertamente de izquierdas (Kim Stanley Robinson, Ken MacLeod...) y otros más transversales (Greg Egan, David Brin, Stephen Baxter...)
Como señalan Cramer y Hartwell, dos acontecimientos clave tuvieron lugar a finales de los ochenta y primeros noventa. Por un lado, la llamada desde la revista Interzone en favor de la creación de la Radical Hard SF, que pretendía liberar al hard de su sesgo muy a la derecha e incluir, junto a la física y la exploración espacial, otras disciplinas más emergentes del momento, como la nanotecnología o la neurociencia. Por otro lado, la llegada de una generación de escritores, todos ellos británicos, que remodelaron el subgénero de la space-opera, transformándolo de una epopeya espacial a unas historias que, sin perder su componente de aventura, calaban más hondo en cuestiones sociales, y donde la ciencia era tratada con más rigor; esta nueva space opera rozaba, y en muchos casos alcanzaba, la categoría de ciencia-ficción hard.
Pues aún estoy en medio de este recopilatorio y debo decir que hay algunas historias muy potentes, algunas de las cuales desconocía totalmente. (Supongo que ahora tendría que decir aquello de cuidado, spoilers
). El relato de Greg Egan WANG ´S CARPETS está entre lo mejor de la producción de este gigante de la ciencia-ficción: el encuentro con lo que parecen peces en un planeta acuático, que resultan ser máquinas de Turing biológicas que simulan mundos enteros, usando patrones de teselado del espacio, como sugirió hace tiempo el matemático Hao Wang. La simulación y el simulador tienen el mismo estatus ontológico, argumento recurrente en algunas de las historias de Egan. ON THE ORION LINE, de Stephen Baxter, especula con una raza tan avanzada que consigue cambiar las constantes del propio universo y que bloquea el avance de la humanidad en la colonización espacial. BEGGARS IN SPAIN, de Nancy Kress, aborda la vida de unos niños que, debido a la manipulación genética, son capaces de no necesitar dormir, y que pronto se ponen muy por delante de sus congéneres durmientes
, lo que se traduce en toda una serie de conflictos sociales que la humanidad debe abordar. A WALK IN THE SUN, de Geoffrey A. Landis, narra el esfuerzo de una astronauta varada en la Luna por permanecer en todo momento recibiendo la luz del Sol, para hacer funcionar las baterías fotoeléctricas de su traje, mientras la noche lunar se le echa encima. O UNDERSTAND, de Ted Chiang, que ha sido traducido al español dentro del recopilatorio LA HISTORIA DE TU VIDA, y que cuenta la búsqueda, el encuentro y la batalla final entre dos humanos cuyos poderes intelectuales han sido aumentados sin medida. Y muchos más títulos que el recopilatorio contiene, casi todos ellos considerados esenciales dentro del hard.
Pienso que sí, que probablemente los noventa y primeros dos mil fueron unos años buenos para la ciencia-ficción hard, y creo que este recopilatorio lo demuestra. A partir de los dos mil, la producción hard ha sido constante, sobre todo por los autores que siempre la han practicado (Egan, Baxter, Robinson...), aunque tengo la sospecha de que el público tiene algo menos de interés en el género. Como el interés de la gente es como el flujo y reflujo de la marea, sospecho que esto puede cambiar en cualquier momento. También creo que los nuevos autores que han surgido no escriben mucha ciencia-ficción hard, con excepciones (Cixin Liu, algunas historias breves de Ken Liu), pero de nuevo esto puede cambiar en cualquier momento. El hard ha pasado momentos de mayor y menor éxito, pero ha sido una constante, siempre ha estado presente, y así tiene que ser, puesto que es el verdadero corazón del género de la ciencia-ficción.
