Hace algunos meses, leí un cuento de Eduardo Gallego y Guillem Sánchez, titulado COMO CAÍDO DEL CIELO. Ambientado dentro de 50 años, explica como los Estados Unidos son dominados por los fundamentalistas religiosos. Relacionado con esto, se encuentra un reciente reportaje del programa de TV3 30 minuts, dedicado precisamente a las iglesias estadounidenses, y su influencia en George Walker Bush, actual presidente de dicho país.
Comprendí que existía un gran paralelismo entre ambas situaciones, y recordé aquel dicho de La realidad siempre supera a la ficción. Hay muchos ejemplos de esto. Por ejemplo, en BÓVEDAS DE ACERO, de Isaac Asimov, que transcurre dentro de varios siglos, la población terrestre está sobre los 8.000 millones. Y las previsiones actuales dicen que se llegará a tal cantidad dentro de algunos decenios. Así que de nuevo un autor se quedó corto.
Una de las principales razones de esto es que la mayoría de escritores del género toman como punto de partida la tecnología y sociedad del momento en que escriben, y hacen una extrapolación lógica de la situación en un futuro más o menos cercano. El principal problema de esto es que no tienen en cuenta posibles cambios bruscos que deshagan la predicción. Un caso es aquel famoso estudio de prospectiva que se hizo a finales de los años 60, y que no contó con la crisis del petróleo de 1973.
Tampoco podemos olvidarnos de todas aquellas novelas escritas en la atmósfera optimista de los años posteriores a la llegada de la humanidad a la Luna, y donde se daba por supuesta la colonización del Sistema Solar Interior antes del tercer milenio. Pero llegó la Guerra del Vietnam, que produjo una disminución del presupuesto de la NASA. Así, mientras algunos proyectos, como el de un motor nuclear, fueron cancelados, otros, como el del Transbordador Espacial, fueron retrasados. Resultado: aún no hemos colonizado Marte ni podemos ir de vacaciones a la Luna.
Ya que se ha mencionado la energía atómica, señalaré el caso de algunas novelas de La Saga de los Aznar, de Pascual Enguídanos Usach. Ahí se habla de que alrededor del año 2000, todas las embarcaciones civiles llevarían propulsión nuclear. Y en nuestra historia, después de los experimentos del Lenin soviético y el Savannah estadounidense, no se ha vuelto a saber nada más del tema. Aun más, las centrales nucleares tienen una prensa mucho peor de lo previsto por los escritores.
Pero hay casos donde hemos superado las mejores expectativas de los autores. Por ejemplo, excepto algunos pocos, como J. J. Benítez en CABALLO DE TROYA, con el ordenador cuántico colocado dentro de una vara de madera, nadie pudo imaginar la importancia que tienen los ordenadores e internet actualmente. Y que tal si comparamos los actuales teléfonos móviles, cada vez menores, con los intercomunicadores de pecho de Star Trek.
Y esto no se ha acabado aquí, ni de lejos. Estoy convencido que en un futuro más o menos próximo, aparecerá otra tecnología revolucionaria que ahora no podemos ni imaginar, y de nuevo se producirá algún cambio en la sociedad, que dejará obsoletas todas las obras literarias de ciencia-ficción situadas en el futuro que se están escribiendo en estos momentos.
Finalmente, me gustaría hacer mención de que cronológicamente, muchas películas del género ya han tenido lugar. Por ejemplo, BATALLA POR EL PLANETA DE LOS SIMIOS, la cuarta de la serie, se sitúa en 1991. La pandemia de 12 MONOS se desencadena a finales de 1996, y ahí está 2001, que no necesita de ningún comentario. Y no nos olvidemos de CÁNTICO POR SAN LEIBOWITZ, y muchas otras obras de temática posterior a un cataclismo nuclear que gracias a Dios no ha tenido lugar.
