El primer contacto
que tuve con los robots fue viendo una película en los años 1940, EL MISTERIOSO DR. SATÁN, que se refería al famoso Tanque Humano
, del Dr. Satan, hace ya de eso unos 80 años. Eso excitó mi imaginación juvenil y desde entonces les he tenido simpatía. Luego, muchos años más tarde, me encontré de nuevo con los robots positrónicos del doctor Asimov, y su inefable Elias, que me hicieron recordar mi juventud. Quizá por eso me apeteció desarrollar, a mi vez, mi serie de robots, publicada en El Sitio de Ciencia-Ficción, aunque ya con cierto tinte irónico por darle otra visión al tema.
Estoy seguro que llegarán para quedarse, aunque no sé si será para 2050 como se viene anunciando. De hecho, aunque no con forma humanizada, ya los tenemos en lavadoras y demás artilugios de la cocina, pero sobretodo en la construcción de automóviles, como se podía ver en los anuncios del montaje del Citroën Picasso. De hecho, un robot
no tiene porqué ser antropomorfo, pero algo hay en nuestra neuronas para que el simple nombre de robot
nos sugiera esa figura.
Además de los citados (El Tanque humano o R. Daneel Olivaw), esté al famoso Robie, de la doctora Susan Calvin, o la pareja de la película de STAR WARS (R2D2 y C-3PO). O los terroríficos de la serie Terminator, o el cerebral HAL 9000. Todos ellos nos han deleitado a los amantes de esta tecnología, al menos en las novelas o películas denominadas de anticipación
.
Creo que existe el llamado complejo de Frankenstein que nos hace recelar de estas cosas, aunque, subconscientemente, tenemos la necesidad de crearlas. Y es que los condicionantes psicológicos trasmitidos por los genes desde los primeros Primates ya desde hace 65 millones de años (curiosidad permanente, posesión absoluta y orgullo desmedido) nos hace querer ser como dioses
y tener nuestro Olimpo
particular, aunque sea solo en la imaginación
, último desarrollo de la evolución de la corteza cerebral que han tenido los seres vivos hasta la aparición del Homo sapiens, que somos nosotros.
Y así, balanceado entre las dos columnas que sostienen el conocimiento humano (la de las creencias
—la más antigua— y la de las ciencias
—la más moderna) nos han ido llevando a través de todo un largo proceso de miles y miles de años (quizá millones desde las primeras células eucariotas) cuyo final no se nos alcanza y que quizá, como gloso en otro cuento mío (EL MENSAJE) en donde los Robots
son la especie que nos continúa (la fantasía no tiene límites), aunque tal vez, en un plano más real, sean los ciborg
.
El tema da para mucho más, tanto en su parte fantástica como en la científica, pero ya excede de mis conocimientos, al menos en esta última parte. Espero que a sus amantes literarios
nos siga deleitando por muchos años, hasta que nuestros descendientes se tengan que enfrentar con la realidad
, que sin duda llegará. Y si no, al tiempo.
