Hace un par de semanas, tuve la oportunidad de comprobar como, en una lista de correo, un contertulio reconvenía a otro su poco afortunada utilización del término ciencia-ficción para hacer referencia al esperpéntico espectáculo ofrecido por la esposa de un conocido político español.
La cuestión está clara; resulta tristemente frecuente el uso de la expresión ciencia-ficción para hacer referencia a situaciones o espectáculos como el mencionado; extraños, patéticos, ridículos o absurdos. Y si ya es triste que lo usen de esta manera gentes a las que el género ni les va ni les viene, más aún lo es que los propios aficionados tengamos, en más ocasiones de la cuenta, la poca cabeza de hacerlo.
Hay quien se queja amargamente de lo poco considerado que está el género; que si los editores lo ignoran, que si la calidad de lo que se escribe es ínfima, que si los intelectuales lo desprecian, que si la endogamia fandomítica acabará con el género antes que todos los condicionantes externos... Argumentos siempre razonados con argumentos muy sesudos, pero que nunca acaban por hurgar en el verdadero problema; a la ciencia-ficción se le tiene muy poco respeto, lo malo no es que no se le tenga, como digo, por gentes ajenas e indiferentes al mismo, lo malo es que los propios aficionados pierdan la compostura y hablen de espectáculos de ciencia-ficción cuando el espectáculo en cuestión ha caído bajo mínimos.
No voy a sugerir una reacción exaltada de proselitismo de género, eso resulta hasta contraproducente, pero si que sea el propio aficionado el que se conciencie de que la ciencia-ficción tiene otras virtudes más allá de la simple descripción de exhibiciones asombrosas, que la ciencia-ficción es capaz de extrapolar situaciones complejas, y efectuar análisis sociales y tecnológicos de una forma como ningún otro género literario es capaz de hacer. Que la ciencia-ficción, en definitiva, no es en modo alguno un esperpento.
Entonces, cuando los propios aficionados la respeten sin complejos, la ciencia-ficción estará más cerca de alcanzar ese reconocimiento desde fuera del que ahora parece carecer.

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Publicado originalmente el 24 de junio de 2001 en www.ciencia-ficcion.com