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13 de mayo de 2018


Do not bring him home = ¡No lo traigan a casa!
Do not bring him home = ¡No lo traigan a casa!
por Héctor Horacio Otero

Tiempo estimado de lectura: 1 min 29 seg

Escribo estas líneas deliberadamente antes de ir al cine a ver THE MARTIAN, tratando de ser lo más objetivo posible, y dejando de lado la valoración sobre la calidad de ésta.

El autor

Ese mundo está compuesto, en efecto, de café sin cafeína, nata sin grasa, guerra sin bajas (propias), política sin política, es decir, se nos ofrece una existencia desprovista de substancia por lo que ésta tiene de conflictiva y amarga.

Slavoj Zizek

Hubo un mundo (que no es el nuestro) en el cual la gente aceptaba que todo en la vida tenía un costo. Lo bueno de esto era que había una concordancia entre el imaginario y la realidad (porque todo tiene un costo). Ahora estamos en una cultura freebie donde creemos (nos hacen creer) que hay logros gratuitos y que se pueden llevar a cabo empresas desprovistas de riesgos.

Me pregunto, los hombres y mujeres que cruzaron el estrecho de Bering hace miles de años; ¿que seguridad tenían? Los puritanos a principios del siglo XVII cruzaron un océano; ¿con qué certezas? Cortes quemó sus naves; ¿no tuvo ninguna duda cuando lo hizo? ¿Qué decir de los balseros? Podría seguir ejemplificando acerca de la gente que arriesgó sus vidas (y en muchos casos las perdió) en base a sus ideas, por ambición (o en menor medida, por puro altruismo). Tomar riesgos está en la naturaleza de lo humano; caso contrario nos hubiésemos quedado resguardados en las cuevas.

Ya estoy escuchando a los abogados del diablo. En esos casos, en esos lugares, había aire, no había niveles nocivos de radiación, etc. La situación era diferente; OK. Muertes en la carrera espacial: 22 (incluyendo a Laika, obviamente). Esas muertes no son tan diferentes a lo planteado en THE MARTIAN... Que no haya más carrera en este caso tiene bastante que ver, pero no me voy a extender sobre el particular. Se produjo un antes y un después de la tragedia del Challenger y especialmente de la muerte de la maestra Christa Corrigan McAuliffe (1986). Lo impensable poco tiempo antes; el programa de misiones tripuladas se detuvo en seco.

Siglo XX, muertos en la segunda guerra mundial: entre 40 y 70 millones. Soldados estadounidenses: 220.000. Comparemos con la guerra siglo XXI, transmitida por los medios, con drones y misiles teledirigidos que en teoría sólo ocasionan daños colaterales (ajenos). Algo evidentemente cambió en relación a lo que la gente (el electorado) es capaz de soportar (y lo que los políticos arriesgan a informarles —para evitar sus propios costos—).

Que un astronauta pise Marte (correspondería que fuera una mujer) podría llegar a costar medio billón de dólares e implicar en la hazaña diversos desarrollos científicos cuyas repercusiones en nuestra sociedad no podríamos estimar (y mucho menos lo que significaría para nuestra supervivencia una colonización). Pero los políticos recurren a la ética (¡Qué tarde que se acordaron en la historia de la humanidad!) para retrasar el tema hasta obtener garantías que jamás obtendrán porque esta aventura tendría riesgos intrínsecos, inevitables. Sí los políticos no se atreven a tomar el riesgo, más de 200.000 personas de todo el mundo (los postulantes iniciales de Mars One) sí se animan.

Si alguien se queda varado en Marte, déjenlo allí, hónrenlo como héroe y sigamos adelante.

© Héctor Horacio Otero
(536 palabras) Créditos
Publicado originalmente en Ficción científica el 30 de octubre de 2015
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