Soy un híbrido que algunos pueden considerar tan curioso o llamativo como ciertos productos de la literatura ciborg, diplomático y escritor de ciencia-ficción, esta doble condición me impone y me invita a resaltar algunos elementos en común entre la política exterior y este género literario y audiovisual.
Mientras la política puede tener muchas definiciones y en sentido amplio se refiere prácticamente a toda actividad social y no se restringe necesariamente a los asuntos de gobierno, la política exterior se constriñe a la figura del Estado, en particular a la defensa de los intereses nacionales y la forma de relacionarse en el plano internacional con otros Estados u otro tipo de actores trascendentales como corporaciones, organismos no gubernamentales e incluso individuos.
La ciencia-ficción ha llevado a la política exterior a un límite que trasciende su propia definición, pues ha llegado a concebir la posibilidad de civilizaciones extraterrestres, no solo vida alienígena que como se espera en el caso del planeta Marte sea de orden microscópica. Algunos autores han creado mundos sofisticados y en ese punto, la política exterior ya no es patrimonio de un país determinado, sino que se convierte en la política exterior mundial o planetaria. Ahora bien, eso implica que los conflictos de las naciones ya se hubieran solucionado, que se tuviera una especie de gobierno mundial o que la potencia con supremacía tome la vocería de todo el planeta.
H. G. Wells, uno de los padres indiscutidos de la ciencia-ficción, resolvió el tema de la manera más contundente en LA GUERRA DE LOS MUNDOS, al imaginar una invasión sin mediar palabra, sin conflicto previo ni posibilidad de comunicación. La diplomacia, herramienta de la política exterior, que busca entre otras cosas resolver los conflictos con las palabras y sin el uso de las armas, en este caso no tiene cabida. Algo similar a lo que ocurre con Robert A. Heinlein y sus TROPAS DEL ESPACIO (STARSHIP TROOPERS), una novela de marcada naturaleza militarista.
En otro plano, se encuentran autores y guionistas que le han dado protagonismo a la diplomacia en sus obras. Gene Roddenberry, creador de la legendaria franquicia audiovisual Viaje a las Estrellas (Star Trek) le confirió suprema importancia a la labor diplomática en la serie de televisión original, en un mensaje claramente antibélico. La nave Enterprise no es una nave de guerra, es una embarcación cósmica de carácter científico y diplomático que indaga sobre nuevas culturas alienígenas. Utiliza la fuerza militar solo en caso de extrema necesidad o bajo el principio de la defensa legítima, pero intenta al máximo no intervenir en los asuntos internos de los mundos que visita.
Esta serie parte de una base que resulta alentadora para la humanidad, en el planeta Tierra se han superado las diferencias entre los países, hay una paz universal y parecería que se han alcanzado lo que hoy llamaríamos los Objetivos de Desarrollo Sostenible que impulsa la ONU (que reemplazaron los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio). La conformación internacional del personal de la cosmonave demuestra la fraternidad e incluso va más allá, pues esta tripulación obedece las directrices de la Federación de Planetas Unidos, versión intergaláctica de las Naciones Unidas, que integra tanto a humanos como a extraterrestres aliados.
Cómo olvidar que la otra gran saga cinematográfica espacial, LA GUERRA DE LAS GALAXIAS (Star Wars) se inicia en su primer capítulo que terminó siendo el cuarto, con la interceptación de la nave con inmunidad diplomática que transporta a la princesa Leia, enviada especial de la República. Esta historia que se ha puesto de moda una vez más, narra la lucha entre dos formas de gobierno estelar, uno despótico al mando de un autonombrado emperador
, mientras la resistencia apoya la república, en su carácter democrático. Sin olvidar que el malvado Emperador Palpatine, otrora fue el Canciller de la República, quien desarrolló una política exterior oculta, beneficiando su agenda personal, promoviendo conflictos en secreto, para obtener todo el poder político. Cosas que se ven, incluso en galaxias muy, pero muy lejanas.
Otra serie de televisión Babylon 5, recreaba una base espacial, dedicada a la diplomacia, al comercio y lugar de encuentro de diversas culturas alienígenas y humanas. En cierta forma otra alegoría de la sede de Naciones Unidas, un sitio neutral en donde tanto aliados como enemigos pueden reunirse para discutir sus intereses. La serie que mostraba episodios desarrollados durante 5 años consecutivos a partir del año 2258, se consideró una aproximación madura al género de ciencia-ficción, pues su punto de interés no era la aventura ligera, sino el desarrollo de dramas personales y políticos al interior de aquella ficticia base.
Keith Laumer (1925-1993), fue un autor estadounidense de ciencia-ficción quien también fue diplomático y plasmó en una serie de relatos futuristas, su propia experiencia en el servicio exterior de su país. Dentro de su dilatada obra se destaca la serie dedicada a Jame Retief, un diplomático cínico e inteligente perteneciente al Cuerpo Diplomático Terrícola (C. D. T.), que no solo debe enfrentar los riesgos de su oficio al entrar en contacto con diversas culturas extraterrestres, sino con la envidia de algunos colegas y los hábitos corruptos e incapacidad mental de sus jefes.
Pero sin salir de nuestro mundo y sin acudir a los alienígenas, el futuro deja abiertos muchos caminos y también interrogantes sobre lo que podría ser la política exterior de los Estados, con la irrupción de la tecnología y la inteligencia artificial.
Hoy por hoy, algunos estadistas y funcionarios participan más frecuentemente en conferencias virtuales aprovechando los desarrollos tecnológicos en comunicación, lo cual en época de crisis y austeridad, la opinión pública lo agradece. La pregunta es si esa tendencia podría alcanzar a las embajadas y delegaciones permanentes de los países ante otros Estados y organismos internacionales.
En el futuro, ¿se designarían embajadores virtuales? ¿Conferencias internacionales efectuadas con hologramas? ¿Robots encargados del tema del ceremonial y protocolo, reemplazando a cansados funcionarios, siempre falibles? ¿Organismos internacionales como la ONU, podrían convertirse en centros ubicados en el mundo digital que no requieran de sedes fìsicas, ni una excesiva burocracia?
El trabajo consular permite el acercamiento permanente entre las comunidades y sus representantes diplomáticos, pues estos últimos se encargan de atender sus trámites de documentación. En algunos países, ciertos servicios consulares se han tercerizado con entidades privadas como las visas, otros se realizan en línea para mayor comodidad. La figura consular podría transformarse en el futuro para concentrarse en temas como la asistencia a compatriotas en problemas o especializarse aspectos comerciales, como lo fueron los originales cónsules de la antigüedad, eso o simplemente desaparecer.
El ingreso de los aspirantes a la carrera diplomática en Colombia, se hace mediante un concurso de méritos, siendo una convocatoria abierta a todas las profesiones, no solo a internacionalistas o politólogos. Eso permite tener una mirada multidisciplinaria que es muy importante en el manejo de las relaciones internacionales. La ciencia-ficción y sus interpretaciones sobre la política exterior, igualmente permiten una diversidad de miradas que aunque hablen de mundos futuros pueden dar lecciones a la comunidad internacional del presente.
En conclusión, las posibilidades al mezclar dos elementos que parecerían incompatibles como la ciencia-ficción y la política exterior, son variadas y ricas. Al hablar de política exterior, de política en general y las disciplinas humanas que la estudian, algunos autores prefieren suprimir la parte tecnológica de la ciencia-ficción (lo que solía llamarse la ciencia-ficción dura) y en cambio utilizan el concepto de ficción especulativa, para enfatizar en la parte humana, social y política. Si hacemos esta concesión, la ficción especulativa en la literatura y los medios audiovisuales, cuenta con un espectro amplío de trabajo, como es el caso de un subgénero que gana terreno, el llamado clima-ficción, que va de la mano de fenómenos como el calentamiento global y el cambio climático.
Al final, no debería ser extraño que un diplomático se interese por la ciencia-ficción, porque esta se ocupa de lo mismo en lo que trabajan los profesionales de las relaciones internacionales y quienes ejercemos la diplomacia, hacerse preguntas sobre el futuro de la humanidad, especular con diferentes escenarios y en ocasiones, presentar propuestas que la salven de la catástrofe.
