Debo decir que no he leído mucha ciencia-ficción en la que los protagonistas estén inmersos en un juego de algún tipo, excepto, claro, la gran novela que es EL JUGADOR, de Iain Banks. Esta historia forma parte de la saga la Cultura del autor, saga que no conozco del todo dado que, si bien EL JUGADOR me encantó, PENSAD EN FLEBAS me dejó frío, con lo que no me he vuelto a acercar al curioso mundo de la Cultura. Probablemente debiera remediar esto. Para quien no la conozca, la Cultura representa una civilización galáctica en una época económica de post-escasez, en la que abundan los recursos de todo tipo gracias a un inmenso desarrollo técnico y científico, la sociedad está organizada de forma cuasi anarquista, y en donde unas avanzadas inteligencias artificiales benévolas ayudan a los humanoides a gestionarlo todo.
En EL JUGADOR, Banks presenta al mejor jugador de la Cultura, una persona que se sumerge en un juego, lo estudia, profundiza en él y extrae agua de una piedra hasta convertirse en el mayor experto. Por razones de índole política, la Cultura pide al protagonista que juegue en el considerado el juego de mayor complejidad de toda la galaxia, un juego de una civilización atrasada y cruel en el que el ganador se convierte en una especie de rey del planeta. Recuerdo que la descripción de algunos detalles del juego (no se expone en toda su totalidad) me fascinaron bastante. Estaba todo muy bien explicado, se percibía riqueza de matices y era verosímil. Algo que me llamó también la atención fue lo que dice Banks a través de su personaje de considerar un juego ideal como algo que tiene un elemento de azar, como la vida misma, con lo que los juegos basados exclusivamente en el cálculo, como el ajedrez, no se acercarían a este ideal.
El caso es que creo que la ciencia-ficción y los juegos de mesa tienen un (usando un término del mundo de la gastronomía) maridaje perfecto. Si miro ahora mismo los diez juegos más valorados según el importante portal web https://boardgamegeek.com/ encuentro que hay tres juegos de ciencia-ficción claros: el Twilight Imperium, Dune: Imperium y Terraforming Mars. Y muchos otros juegos tienen una componente científica clara en una ambientación que podría considerarse ciencia-ficción.
Aunque los juegos de ordenador han crecido en calidad enormemente, los juegos de mesa no se han quedado atrás. He jugado a algunos juegos de mesa modernos y puedo atestiguar que son auténticas maravillas, ricas en posibilidades, bien pensadas y muy entretenidas. De hecho, los grandes diseñadores de juegos de mesa son figuras muy valoradas y respetadas en ese mundo. En su intento por llegar a más gente, los juegos de mesa no solo han crecido enormemente en calidad, sino que intentan resolver un problema habitual: la dificultad de reunir a otros para jugar. Muchos juegos introducen un modo para un único jugador (aunque lo más divertido sea reunir a varias personas).
El físico Richard Feynman dijo que todo es interesante cuando uno profundiza en ello lo suficiente. Quizá algunos de ustedes exploren el mundo de los juegos de mesa, les cautive y les apetezca enormemente sentarse y jugar a uno de ellos. Al fin y al cabo, jugar es algo inherente a la naturaleza de muchos animales, nosotros incluidos, aunque sea esta una parte que nuestro mundo obsesionado con la productividad prefiera olvidar. El acto de jugar es en gran parte imaginación, como la ciencia-ficción, así que, como sucede con las historias de las novelas, tiene que haber grandes escenarios y aventuras ahí fuera esperando a ser descubiertos.
