La política en el mundo de la ciencia-ficción es un campo enorme sobre el que podríamos hablar largo y tendido durante un tiempo inacabable. Así que me centraré en unos pocos ejemplos, bastante conocidos y clásicos, a fin de que el lector tenga más posibilidades de haber leído los textos comentados.
Una primera aproximación al mundo de la política sería comparar cómo dos autores clásicos tratan este tema. He escogido a Isaac Asimov y sus Fundaciones y a Frank Herbert y su Dune.
La política en los mundos asimovianos, tanto en los mundos de los robots como en los mundos del Imperio Galáctico y de las Fundaciones suele ser bastante racional. Lo es tanto, que Asimov se saca de la manga la ciencia de la psicohistoria que es una especie de real torcedor que permite predecir el futuro de la Humanidad y manipularlo, de manera matemática y estadística.
Ni que decir tiene que la Psicohistoria sería el sueño húmedo de muchos gobernantes, especialmente de los dictadores, si tal cosa fuese posible. Naturalmente las predicciones nunca son exactas y pueden aparecer desviaciones importantes. En el caso del universo fundacional, el Mulo —un mutante dotado de poderes mentales— y posteriormente un mundo-mente (Gaia).
Por otro lado, la política que nos muestra Herbert en la serie de Dune es completamente diferente. Basada en la intriga y en la traición, nos recuerda más a lo que es la realidad. También aparece un ser capaz de prever el futuro, el Kwisatz Haderach, pero acaba siendo una persona muy difícil de controlar y casi imposible de manipular, que desata una guerra santa por todo el Imperio, un déspota que acaba estableciendo su propia dinastía.
Mientras que las instituciones fundacionales son relativamente sencillas, inspiradas en el modelo federal del gobierno estadounidense, las instituciones herbertianas son más de carácter medieval, con su emperador y su corte, sus consejos asesores y su nobleza esquiva y pendenciera. Son el día y la noche de las formas de gobierno.
Mientras que el mundo que nos propone Asimov suele ser optimista (si es que podemos considerar positivo el hecho de que exista una élite secreta que gobierne los designios de la Humanidad), los mundos de Herbert, primero en la serie de Dune, pero también en otras obras menores, como en la serie de la Cosintiencia (EL EXPERIMENTO DOSADI Y ESTRELLA FLAGELADA), son más bien oscuros y bastante distópicos.
La distopía parece ser en general el futuro más imaginado por los escritores de ciencia-ficción. Algunas distopías clásicas, como 1984 (George Orwell), UN MUNDO FELIZ (Aldous Huxley) o ESTE DÍA PERFECTO (Ira Levin), ponen verdaderamente los pelos de punta.
No entraré en detalles, pues mucho se ha escrito sobre este tipo de distopías, pero sí que entraré en la componente política de éstas.
En general, las distopías suelen combinar un grado de degeneración social, debido a un exceso de población, una guerra interminable con la consecuente militarización de la sociedad, o una hecatombe ecológica con lo que parece ser una consecuencia inevitable: la pérdida de las libertades individuales y el ascenso de la dictadura, del tipo que sea, más o menos benévola, más o menos rígida.
Hay poca confianza en que en el futuro, ante una situación dramática, seamos capaces de compatibilizar la democracia y un régimen liberal de libertades con una sociedad centrada en la resolución de problemas. Al parecer, cuando los problemas acucian, la gente prefiere sacrificar la libertad a cambio de un cierto orden tranquilizador.
Un par de buenos ejemplos de esto lo encontramos en EL JUEGO DE ENDER (Orson Scott Card) o, más descaradamente y rayando el fascismo, en TROPAS DEL ESPACIO (Robert A. Heinlein), con sociedades militarizadas en extremo como reacción a ataques de otras civilizaciones extraterrestres.
Esta concepción tal vez sea bastante realista, aunque me parece ciertamente lúgubre y muy poco esperanzadora. Aunque si vemos las tendencias en el mundo actual en donde se restringen cada vez más las libertades y derechos individuales en nombre de la lucha contra el terrorismo, por ejemplo, tampoco me extraña que los escritores de ciencia-ficción hayan llegado a los sombríos mundos futuros que han soñado.
El propio Asimov, en su libro LA MENTE ERRABUNDA, hace varias décadas, ya dejaba claro que en el futuro se confrontarían las libertades individuales como la privacidad de las comunicaciones con la seguridad. Él tenía claro que era mejor sacrificar la privacidad ya que, igualmente, los gobiernos acabarían saliéndose con la suya.
No estoy del todo de acuerdo con ese posicionamiento, pero de facto, es lo que viene sucediendo en la actualidad en occidente. No hablemos de otros países como China o el mundo árabe, en donde la libertad es un espejismo. Me temo que Asimov acertó en esto, como en muchas otras cosas.
¿Cuál es el futuro de la democracia? La verdad es que la ciencia-ficción no ha sido capaz de ofrecernos sistemas de gobierno mucho mejores. Si analizamos la mayor parte de las obras de política-ficción, en su mayor parte nos encontramos con sistemas parecidos al nuestro, muchas veces degenerados por un conflicto larvado, o directamente con dictaduras.
La especulación no nos ha ofrecido nada mucho mejor que la democracia liberal. Como excepción, podríamos citar la holocracia —el gobierno de todos— en contraposición a la democracia —el gobierno de la mayoría—. Actualmente tenemos la posibilidad, gracias a Internet, de someter a consulta de toda la población los asuntos más trascendentales que nos atañen, a fin que el gobierno pueda tener en cuenta el sentir del pueblo. ¿Se ha hecho? No. Tal vez se haya ensayado en algunos lugares y ocasiones puntuales, pero la democracia representativa se resiste a dejar paso a una holocracia más auténtica.
En cualquier caso, los seres humanos somos primates y como tales estamos demasiado acostumbrados a que nos dirija el macho alfa (o hembra alfa) de turno y algo parecido a la holocracia tal vez suene demasiado a la anarquía como para ser del gusto de la mayoría.
Finalmente, para concluir y hablando de anarquía, me gustaría comentar una última obra relacionada con la política: LOS DESPOSEÍDOS, de Ursula K. Le Guin, en donde se describe la contraposición entre dos planetas hermanos: un mundo capitalista ligeramente distópico (Urras) y un mundo anarquista, aparentemente más feliz, pero pobre (Anarres).

