Uno de los debates más calenturientos dentro del círculo de fanáticos de la ciencia-ficción, es seguramente cuál es el puntapié inicial del género. O quién fue su primer escritor. El tema ha hecho correr ríos de tinta y ha hecho saltar en trizas más de algún teclado. Ha generado elegantes reflexiones, y ha alimentado a los trolls. Este artículo no pretende resolver la cuestión, sino sólo hacer un repaso por aquellos hitos que han sido considerados de manera tradicional como el punto de partida del género. En parte, porque el tema de los orígenes de la ciencia-ficción lo abordé latamente en las Crónicas CienciaFiccionísticas, y no es mi idea repetirme (demasiado) aquí. Pero a manera de compendio, no sobra repasar cuáles son los hitos que podríamos considerar como la hora cero de la ciencia-ficción.
Debemos explicar por necesidad que parte importante de la dificultad de conceptualizar el inicio del género, tiene que ver con su largo desarrollo en el tiempo. La ciencia-ficción, como Roma, no se construyó en un solo día. Fue un largo recorrido de siglos, incluso de milenios si estiramos el elástico, en que fueron montándose hitos sucesivos. No ayuda tampoco que el mismo concepto de ciencia-ficción sea discutido. Nadie duda de que la saga de las Fundaciones de Isaac Asimov sea ciencia-ficción, pero otras obras como DUNE de Frank Herbert o LA GUERRA DE LAS GALAXIAS, han generado intenso debate. ¿Basta con que una obra esté ambientada en el espacio o presente máquinas y artilugios, para considerarla ciencia-ficción? Sería pedante de mi parte aventurar un sí o un no: probablemente nadie pueda dar una respuesta que deje satisfecho a todos los entusiastas y eruditos del género. Y claro, si se hace un listado de tópicos o de elementos que caracterizan al género, y ese listado difiere de otros posibles listados similares, entonces el momento en que aparecen las características del género como algo construido y definido también variará. Por eso estos hitos son todos opinables: de la definición del género depende el catálogo de obras que lo integre, de lo que a su vez depende acerca de cuál es la más antigua y por lo tanto la fundacional del mismo.
¿Estamos listos entonces? Comencemos.
VERA HISTORIA
Luciano de Samosata, siglo II después de Cristo
Este es con toda probabilidad el hito más discutido de todos. Y con razón. Luciano fue un escritor satírico que era de cultura grecorromana, y vivió en Siria durante el apogeo del Imperio Romano. Los blancos preferidos de sus pullas eran los filósofos griegos por un lado, y la devaluada religión oficial por el otro. Pero entre medio se dio tiempo para burlarse de los escritores de viajes que existían en su tiempo. Y de chanfle, inventó un tópico literario completamente nuevo: el viaje a la Luna. Por esta razón, algunos consideran la HISTORIA VERDADERA de Luciano de Samosata como una obra de ciencia-ficción. Otros ponen énfasis en que el viaje de Luciano es naturalista y no impulsado por la magia o los dioses (en concreto, un remolino secuestra el barco en que navega, depositándolo en la Luna). Respecto al carácter científico de la obra, este es quizás el punto más discutido. Para algunos, el no tener ninguna pretensión científica lo invalida, mientras que para otros sería el primer ejemplo de ciencia-ficción satírica, género que por supuesto no tiene por qué ceñirse de manera tan estricta a los estándares de la ciencia como la vertiente más seria.
FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO
Mary Shelley, 1818
Mary Shelley fue una mujer desafortunada. Criada de manera demasiado estricta por su padre, se fugó con el poeta Percy Shelley, con quien engendró familia antes de que el hombre de su vida pereciera ahogado. Como premio de consuelo, tuvo el genio para escribir una de las mejores novelas de todos los tiempos: FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO. Brian Aldiss, que además de escribir ciencia-ficción es uno de los más destacados historiadores del género, incide en lo que ahora se nos antoja obvio: esta novela es la primera que presenta la figura del científico como personaje. Obras sobre crear vida, incluso crear vida humana, existían con anterioridad. Pero obras en donde se utilicen métodos científicos para ello, ninguna. La ciencia de Frankenstein, huelga decirlo, está hoy en día por completo obsoleta. Pero eso no importa: era conocimiento estándar para la época, incluso de avanzada, y fue aplicado de manera impecable y sin recurrir a lo mágico o sobrenatural. Aunque con una salvedad: el procedimiento mismo de creación, la escritora nos lo escamotea.
DE LA TIERRA A LA LUNA
Julio Verne, 1865
Esta no fue la primera novela de Julio Verne. Ni siquiera la primera considerada usualmente como de ciencia-ficción, ya que le antecede VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA. Pero es la primera en donde presenta una tecnología que si bien era plausible para la época, todavía estaba dentro del reino de lo altamente improbable o demasiado costoso para sus días. Además, dicha tecnología está puesta al servicio de un tópico del género, cual es una vez más el consabido viaje a la Luna. Verne no es el primer escritor que introdujo máquinas en sus relatos, por supuesto, pero sí el primero que las convirtió en objetos literarios por sí mismas en vez de utilizarlas simplemente como algo funcional para la narrativa. Además intentó hacer un poco de prospectiva acerca de su futura evolución. Dicho esto sin embargo de que hoy en día su método de propulsar una cápsula al espacio mediante un cañonazo gigantesco nos cause algo de risa; la imaginación de Verne no lo llevó hasta el extremo de visualizar el cohete de tres fases que es usado hoy en día de manera rutinaria para los lanzamientos espaciales.
LA MÁQUINA DEL TIEMPO
Herbert George Wells, 1895
Si Julio Verne es probablemente el primer autor moderno que utiliza la ciencia-ficción en su vertiente de mayor énfasis en la maquinaria y la tecnología, Herbert George Wells es el primero que utiliza dicho género de manera franca y directa, estudiando las proyecciones sociológicas e incluso filosóficas de la tecnología del futuro. Como de costumbre, no es que no se haya hecho antes, sino que Wells pone como recurso literario la parte filosófica al servicio de la tecnología, y no al revés como los escritores utópicos contemporáneos. El argumento de la novela es simple: un inventor diseña una máquina del tiempo con la cual visitará el futuro. Los detalles de la máquina nos son desconocidos, aunque de manera brillante, Wells explica que funciona moviendo al viajero a través de una cuarta dimensión, el tiempo, que es relativa a las otras tres; esto, adelantándose a la Teoría de la Relatividad. Pero lo que a Wells de verdad le interesa no es la ciencia de la máquina, sino el efecto que ésta tiene sobre el viajero. Este arriba a un futuro en donde la Humanidad no sólo ha decaído, sino que además se ha dividido en dos razas. Los eloi son bellos y puros, y viven en la superficie, pero han dejado morir la civilización, mientras que los morlocks viven en las profundidades, controlan la maquinaria, y utilizan a los eloi como ganado. El viajero teoriza que los eloi desciende de los aristócratas satisfechos que no tienen incentivos para evolucionar, mientras que los morlocks evolucionaron de los obreros de las fábricas privados de la luz del sol. Que los segundos literalmente canibalicen a los primeros, es un espanto no sólo médico sino también social, y es un golpe maestro de horror sociológico que Wells pega de manera certera.
RALPH 124 C41+
Hugo Gernsback, 1911
Llegamos hasta el usualmente llamado Padre de la ciencia-ficción, aunque en estricto rigor, como hemos podido apreciar, los eslabones de la cadena estaban forjándose desde hacía mucho tiempo. Gernsback escribió esta novela por entregas para acompañar la revista de divulgación tecnológica que editaba, sin sospechar que el material literario terminaría por hacerse más popular que el divulgativo. La novela sigue las aventuras del científico cuyo nombre da título a la novela, y sus constantes aventuras en el futuro junto a su amada escapando de un villano de opereta con la ayuda de sus portentosos inventos científicos. Leída hoy en día, RALPH 124 C41+ resulta pesada y ramplona, debido al interés de Gernsback ante todo por describir las maravillas técnicas del futuro, que en escribir un texto medianamente pasable en lo literario. La gente de su tiempo se asombró con la inventiva de la tecnología futurista presentada por Gernsback, pero hoy en día, ésta luce cotidiana, incluso pasada de moda. Sea como sea, Gernsback parece haber sido el primero en tomar conciencia de que la especulación científica constituía un género literario por sí mismo, y no un apéndice de la literatura en general. Incluso fue quien bautizó a la criatura. La que resultó algo casquivana y terminó derivando por otros cauces muy distintos a cómo la concebía Gernsback: eso fue algo que este pobre profeta del futuro no fue capaz de visualizar.
En conclusión
Esos son los sospechosos habituales de haber creado el género, o por lo menos, de haberlo configurado tal y como lo conocemos hoy en día. Por supuesto que después vendrían muchas otras revoluciones: la campbelliana, la Nueva Ola, el Cyberpunk... Hoy en día el género es algo que ninguno de estos ilustres predecesores o creadores lo reconocería, eso por seguro. Incluso para los escritores de ciencia-ficción, el negocio de predecir el futuro es algo complicado.
